Diario de cuarentena : Otoño perdido

Nos perdimos el otoño, dijo Bere ayer por la tarde al pasar. Pero quedó en mí. Las verdades simples son las que se acuñan. Tanta contabilidad de la enfermedad y la muerte nos hizo olvidar de la estación colorida y nostálgica que nos llena de crujidos, aromas a eucalipto y roble viejo, preciosos dorados y rojos intensos. La estación de los soles sin pecado y la lenta muerte del verano. Nos quedamos sin otoño, para muchos no va a ser el último, pero nunca lo sabremos. Y éste, el otoño que estamos atravesando, que es brillante y cálido, con brisas amarillentas y sueños postergados, lo habremos perdido.

Queda un tiempo de otoño aún, pero toda esta cuestión pandémica y tensional, casi como un tango sin final, nos está haciendo olvidar del verdadero sentido de la vida, que es el presente. Porque la posibilidad de muerte nunca es ajena, la de enfermedad mucho menos, pero la vida….

¿Vos te perdiste el otoño? ¿querés seguir dejando de lado tu vida? ¿el miedo te atrapó? Te cuento que yo estoy en la mitad de esas preguntas, tal vez como casi todos, salvo los poderosos, que están haciendo uso de nuestro tiempo, nuestro miedo y nuestras vidas. Yo creo que siempre logré ver los otoños, incluso éste, y estoy entrando en mi propio otoño, entre plata y oro mi cabello, mi suerte y mi poesía. Pero para nuestros hijos es importante dejar un mensaje de libertad. De posibilidad de cambio y de proyectos. Hay que enseñarles a luchar contra las hegemonías culturales, y a pelear por las que ellos elijan como bandera. Pero es necesario que hoy peleemos por la libertad para no sentir que éste, es un otoño perdido.

Diario de cuarentena: El castillo

Otro día con pocos alicientes. Amanecí, tomé unos mates y me llamaron de la radio para recomendar libros. Pero hablamos de otras cuestiones, como el hambre de los escritores y de las editoriales. La suspensión de todas las tareas que nos abarcan y la virtualidad como opción. En un mundo donde la cultura es desperdicio, no existe nada que la vuelva relevante. Yo alzo mi voz, aún cuando eso signifique soportar asedio, porque creo que sin un cambio cultural relevante nada es posible. Los escritores o los actores de la cultura apenas logramos pagar un monotributo, y trabajamos en extensión facturando a universidades o direcciones de cultura.

Cuando logramos publicar, la mayor parte de las regalías no son nuestras, entonces escribimos columnas, damos conferencias y charlas y la mar en coche para sobrevivir. Por eso cuando hablan, desde un espacio perfectamente decorado y un colchón de dólares de calma en el bolsillo algunos dirigentes sobre la posibilidad de reflexión de este tiempo, no sé si es una hijaputez o una ignorancia de la otredad.

La vida está hecha de cuestiones básicas, una de las más básicas es la cultura y la educación, y no están resueltas, y no se resuelven minimizando las calificaciones, o creyendo que el esfuerzo y el mérito son mala palabra. Así estamos, llenos de cabezas huecas desde hace mínimo treinta años, ostentando el poder.

Volviendo a la radio, uno de los medios más interesantes, y que creo que va a sobrevivir este cambio paradigmático en lo ha que hace a massmedia y tecnología, siempre agradezco la posibilidad de expresarme. Pero cuando corté, sentí que eso solo no alcanzaba, es hora de dejar de hablar y ponerse manos a la obra. Después de escribir el diario, voy a ponerme una ley de jubilación para escritores al hombro, voy a tratar de que seamos legalmente respetados. Por que hasta ahora la educación, la cultura y dentro de ella la escritura, han sido sólo palabras, que paradoja. ¡Basta de cháchara!Como muestra la ilustración, es hora de construir nuestro castillo.

Diario de cuarentena: Integración cultural

Ayer participé del primer Zoom de muchos en proyecto de integración cultural privada entre artistas argentinos y mejicanos. Contamos con valiosas presencias, entre ellas la poeta Claudia Tejeda y Darío Lobato, así como artistas visuales del país del norte y fotógrafos locales. Este mundo que ya no puede gestionar si no es en red, nos permitió crear lazos en un tiempo de aislamiento.

La calidez fue el eje, y los egos quedaron fuera de escena, porque la cultura era la muestra. La posibilidad de reflexionar sobre lo que nos ocurre, sus pro y sus contras, la posibilidad como dice La Padula de entrar en el cono de silencio necesario para producir un cambio artístico, una nueva esencia, un nuevo sentir mundial.

Capaz que a vos, que estás leyendo no te importa la literatura o el arte, pero tenés usos y costumbre, comés o tomás tal o cual comida típica, te bañás oyendo a Abel Pintos, o te emociona el Aconcagua cada invierno, te deslizas por los médanos de las playas oceánicas, o la paz te viene en un abrazo de los valles calchaquíes.

Eso también es cultura, es identidad. no hay posibilidad de que puedas evadirte. La cultura somos todos, no es propiedad de una élite, te regalo una pequeña muestra del Testamento de Pablo Neruda como cierre:

Dejo pues a los que me ladraron
mis pestañas de caminante,
mi predilección por la sal,
la dirección de mi sonrisa
para que todos lo lleven
con discreción si son capaces:
ya que no pudieron matarme
no puedo impedirles después
que no se vistan con mi ropa
que no aparezcan los domingos
con trocitos de mi cadáver,
certeramente disfrazados.
Si no dejé tranquilo a nadie
no me van a dejar tranquilo,
y se verá y eso no importa:
publicarán mis calcetines.

El legado de la cultura española, del colonialismo y la inmigración, permanece hasta la actualidad

Escribe: Soledad Vignolo

Como la mayoría de los inmigrantes que llegaron a Argentina antes del siglo XX eran españoles y debido al hecho de que durante el siglo XX casi la mitad de los inmigrantes que viajaban hacia aquí, eran de origen español, la gran mayoría de la población actual posee ésta ascendencia. Además, desde que Argentina declaró su independencia de España y hasta el día de hoy, españoles criollos de toda Hispanoamérica han emigrado a esta patria en busca de oportunidades económicas y han contribuido al legado español de nuestro país. Junín no es excepción a tal realidad.

Aunque la gran mayoría de los argentinos son de ascendencia española, Argentina y España continúan compartiendo muchos aspectos y elementos culturales como la lengua española, la religión católica y diversas tradiciones culturales. Ciertos argentinos y los emigrantes europeos y de otros países han reducido el peso de la cultura española tras la independencia del país, creando una cultura argentina con elementos propios.

Sin embargo, el legado de la cultural española, del colonialismo y la inmigración, permanece hasta la actualidad. Los españoles constituyen en sí la primera mayor comunidad europea en el Argentina, delante de la italiana y lejos de los alemanes y otras regiones de Europa y Asia. Las cifras son similares en nuestra ciudad. Y como toda cultura que se precie, además de un barrio, el Prado Español, España tiene su plaza.

Se encuentra en el boulevard de la Avenida San Martín situado entre las calles Rivadavia y Belgrano. La circundan las plazas Sesquicentenario, Italia y la plaza Veteranos de Malvinas. Si vamos hacia el sudeste de la plaza España, nos encontramos con la Terminal de Ómnibus, que otrora fuese la estación de trenes.
Desde 1880, por el lugar donde hoy está la Avenida San Martín corrían vías, las mismas que acercaron los inmigrantes a nuestra ciudad. Las vías terminaban donde hoy están los Colegios Nacional y Normal. Cuando se unificaron los ferrocarriles, comenzó la construcción de la Avenida San Martín loteando sus terrenos circundantes. Al lotearse los terrenos a ambos lados, la reglamentación establecía construcciones de dos pisos con jardines al frente, por lo que las viviendas son chalés tipo cottage francés o casas tipo inglesas, que otorgan a todas las zonas un encanto particular.

En 1950 se inauguró la avenida, que en el tramo que va desde Almafuerte hasta Sáenz Peña incluyó una serie de plazas en homenaje a las principales colectividades que llegaron a Junín. Una de ellas es la Plaza España. Hasta aquí un pequeño resumen histórico fundacional. Pero, España no es para los argentinos un país más.

Con España nos unen lazos que van desde aquello para agradecerles a lo otro contra lo que nos rebelamos. Y en un ida y vuelta profundo, nuestra madre patria nos sigue enseñando. Hoy la vemos destrozada por el azote de la pandemia, y aprendemos de ella, como lo hemos hecho antes.

Porque la libertad es aprendizaje. España formó gran parte de la población argentina, y hacia España huyeron en nuestros tiempos oscuros, la esencia de esos inmigrantes está aún en nuestras calles, y ésta plaza que la honra, con su patio andaluz en el centro, con una fuente realizada en mayólicas, es un homenaje sencillo para todo lo que su sangre representa en la nuestra, muchos de nosotros tenemos raíz española, o nos enamoramos de alguien que la tiene, o nuestro mejor amigo es un García, López, Rodríguez. En nuestra ciudad la plaza España, es testigo de actos que la Sociedad Española realiza, de jóvenes charlas con ritmo de trap, de sueños ancestrales cumplidos.

Plaza España es parte de nuestra comunidad, como el país que nombra en la historia inmigratoria nacional. Hoy nos duele España. Y está bien que duela. Porque las raíces son eso, lazos que permanecen, aunque los tiempos cambien, y nos sostienen en una constante alianza de apoyo y afecto mutuo. Todo pasará, como siempre que la peste nos alcanza socialmente, pero nunca se quebrará la unión entre nuestros pueblos, que en Junín tiene nombre de plaza.

Diario de Cuarentena :.Bendito es el que viene en el nombre del Señor. Bendito es el enviado del Reino de Nuestro Padre .

Y llegó el domingo de ramos. Sin ramo. El olivo de éste momento histórico en el mundo no va a poder salvarnos. Y aunque circulen oraciones que intenten hacer coincidir el libro sagrado con las fechas que nuestro gobierno piensa como límite de cuarentena, la realidad es que estamos en el horno, y no somos rosca de pascua.

La comunidad científica mundial no da o no quiere dar respuestas a un virus corona, parecido a otros ya existentes, y nuestro miedo nos hace creer cualquier cosa. Menos mal que los creyentes sabemos que la fe no es moneda de intercambio. Cualquiera sea la fe que profeses. Porque hoy todo parece moneda de cambio.

Y así leemos que desde lo hecho en la fiebre hemorrágica hasta la ivermectina nos van a salvar. Todas cuestiones viejas. Y los organismos pagos de investigación científica en el mundo y en argentina, ¿qué hicieron todo este tiempo sin coronavirus? ¿ en manos de qué lideres mundiales estamos?. Me atrevo a cuestionar y a preguntar aunque desde idiota a sacrílega me han dicho de todo los últimos días. Parece que hay que ser miembro de alguna sociedad sectaria para opinar o disentir. Me advierten que no genere miedo. ¿O les da miedo que invite a pensar? Cuidemos nuestra libertad.

Porque si el virus no pasa, todo termina, pero cuando pase, y así lo creo, ¿a quién le vamos a tener que pedir permiso para ser?

En todo caso, hoy, domingo de ramos, aquellos que creemos en que Cristo vino a liberarnos, hagamos honor a su lucha.

Una vez dicho todo esto, recomiendo una ensalada para Pascuas: trigo burgol, sin retenciones, tomate fresco de una huerta sin contaminantes, cebolla de verdeo bien picada, de nuestra bendita tierra productiva, mucho aceite de oliva mendocino extra virgen, hinojo, cebolla común y una gran cucharada de sal gruesa para evitar la caza de brujas.

Y como decía el gran Albert Camus:  La única manera de lidiar con un mundo sin libertad es llegar a ser tan absolutamente libre que tu misma existencia es un acto de rebelión.

La Plaza Marcilla

La idea de generar un nuevo encuentro en este año que comienza, enseguida me llevó pensar en las plazas como sinónimo de expresión y libertad, como espacio que desde la civilización creta minoica en adelante, congrega a los ciudadanos y los invita a expresarse, para ser libres de reunión y socializar.

Las ágoras actuales a veces cumplen otras funciones, pero ante las inequidades vuelven a ser aquellas que sirvieron para dar cita a la polis a la hora de la reflexión.

El deseo es siempre motor de cambios, y en este 2020 sería una vuelta a la ética y la caballerosidad. Por eso elegí esta plaza para comenzar los domingos de Espacios Urbanos. La Plaza Eusebio Marcilla.

El primer recuerdo que llega a mí es mi padre contándome su historia sentados en un banco blanco rodeados de pinos, tendría seis años y miraba su escultura con interés. “El caballero del Camino”, me decía, lo conocí hija, era un hombre impactante, sencillo, lleno de paz. Fue mi primer super héroe, lo imaginaba ayudando a quien necesitara montado en su vehículo mágico. Con el tiempo la plaza fue risas, payanas, la soga, escondidas y la picardía de un beso robado a la salida del club, pero siempre estuvo esa historia latiendo, esperando para ser contada en mateada de amigos, que se sorprendían de los detalles que daba. La escuela me trajo a la señora de Marcilla como vice rectora y tuve allí nuevos datos para agregar a mi abundante historia mitad cierta mitad ficcionada sobre Eusebio.

Siempre sentí que ir a la Plaza Marcilla era ir a su encuentro, y hoy que escribo sobre este espacio que pobló mi infancia y me adolescencia de imágenes y momentos, vuelvo a su historia, una historia que es fiel espejo del valor de la virtud, del ejemplo de vida que fue este hombre que trascendió siglos y que es recordado no sólo en el monumento de la plaza, o el Día de la Caballerosidad Deportiva, o el Autódromo, sino en cada conversación donde se habla de moral incuestionable, sobre bonhomía, sobre ética. Parecen cuestiones básicas, pero muy pocos seres en el mundo las ejercen como es menester. Eusebio Marcilla fue uno.

Y la plaza me resulta el espacio más trascendente para recordarlo, porque la plaza es un espacio donde confluyen la alegría y la queja, la franqueza y el destierro. Marcilla era un hombre especial. Algunos datos lo demuestran. En la carrera Buenos Aires-Caracas auxilió a Juan Manuel Fangio, a Urrutia, una carrera que venía muy bien, y dejó todo para asistir a sus rivales, los auxilió y volvió a la ruta junto a Marimón animándolo a continuar y ganar quedando él en segundo lugar. Pero sus logros deportivos no pudieron opacar su espíritu, su imprevisible bondad, con la que cautivaba a todos. Fue subcampeón de Turismo Carretera en los años 1947 y 1948, ambas ediciones por detrás de Oscar Alfredo Gálvez y en 1952 por detrás de Juan Gálvez. Al mismo tiempo, obtuvo 9 victorias en competencias finales entre 1941 y 1953. Pasó a la historia como El Caballero del Camino. Era un hombre que prefería se fiel a sus principios aunque perdiera la gloria del triunfo, pero logró así una mayor. La eternidad.

Y ahí, en la Plaza Eusebio Marcilla, es posible eternizarse. En sus historias la ética no es cuestión menor. La ética que construye lazos limpios, es posible en esa plaza, el amor es posible en esa plaza, el deporte también, hoy colorida y teñida de niños que saltan y cantan y que del colegio se tiran en sus verdes laderas, la plaza emana a Marcilla. Entonces, si cierro los ojos puedo verme con Vero, Mela, Loly, Claudia, Chelo, el Colo, Pathy, Sata y algunos más corriendo llenos de vida en pos de un pido mancha. O contando con ojos semiabiertos apoyada en un tronco que Marcilla nunca tocó, pero que naturaleza obliga, tiene su ética, y me susurra: no hagas trampa, son tus amigos. Entonces cierro los ojos y me cantan piedra libre. Pero vivo en paz.

Plaza Eusebio Marcilla, enfrente, el colegio Marianista, en el otro frente, el Club Junín, a dos cuadras, Fátima, en pleno corazón de un barrio que sabe de un hombre que alza a otro en un monumento.

Invito a ir a esta magnifica y renovada plaza, a disfrutar su espacio, a ver a nuestros niños y jóvenes hacerlo, pero también a transitar en las cercanías del monumento, recordando valores que parecen perdidos, como la solidaridad, la amistad, el compañerismo, y la honestidad. Valores que le sobraban al gran Eusebio Marcilla. Y que el mundo veloz de hoy, donde todo es fugaz, éste universo líquido que estamos construyendo y que nos diluye sin darnos cuenta que son esas calidades las que nos diferencian.

Las ágoras deben ser espacios libres, para reflexionar, para que el pueblo lo haga, para que muestre quién es, tal vez los breves relatos propuestos en este espacio de un periódico local, sean el inicio de una era donde la valentía, la ética y la paz no sean utopías.