Diario de Cuarentena: La Lapacó

Hoy sábado se lo voy a dedicar a una mujer. Una que conocí casualmente, como se conocen las personas maravillosas, al pasar. El periodista Eduardo Marrazzi, por intermedio de SADE, me invitó a su programa de radio en Capital para presentar Una más Una, mi último libro de cuentos y me dijo : vas a compartir programa con Claudia Lapacó.

Para mí, la señora era una actriz exquisita, que había disfrutado en cine, tv y teatro y una mujer admirada por mis padres, pero no tenía demasiado conocimiento sobre ella, por supuesto acepté gustosa. Los escritores no tenemos muchas posibilidades de hacer oír nuestros textos a nivel nacional. La radio quedaba en el centro de la Capital y estaba esperando en la puerta del edificio cuando bajó de un taxi una mujer menuda, con impecable cabello platinado que movía graciosa, y una exquisita fragancia. Era Claudia, me presenté y su humildad logró que el tramo breve de escalera estuviera lleno de empatía y de amena conversación.

Mientras esperábamos a Eduardo, nos sentamos en silencio. No quería incomodarla, pero enseguida surgieron preguntas, breves comentarios y risas. Me fascinó su voz profunda pero llena de amor. Es una mujer pequeña pero absolutamente atractiva. Y cuando el programa y el tiempo pasaba, vi enriquecer su figura con una cultura francesa deliciosa, con mucha lectura y con un inusitado interés hacia mi obra. Siempre le agradeceré a Eduardo ese momento particular que me regaló.

Antes de irnos, llegó Pablo Alarcón y vi el cariño y la camaradería con que se trataban. Lo asombroso es que Claudia era igual con cada ser humano que rozaba, como si su función de vida fuera sembrar calidez. Y eso no significa falta de carácter.

Cuando salimos, como la vi llegar en taxi le pregunté si la acercaba, y me dijo que vivía en Villa Urquiza, y que no quería incomodar. Por supuesto que la llevamos a su casa con mi familia. Como si estuviera en una de sus películas, me vi en mi camioneta con esta artista inmensa conversando calma y entretenida con mis hijos y mi amor. Yo no dejaba de sonreír. Aun me envuelve el perfume de su foulard en el recuerdo, su sonrisa perfecta y la mirada más profunda que sostuve. Está con algunos temas de salud, pero seguramente los superará.

Este sábado dedico mi diario a la admiración y a la entrañable persona de una dama: Claudia Lapacó, con quien compartí unas horas de mi vida, y con la que tuvimos puntillosas coincidencias, el amor y la familia francesa, lecturas preferidas, el cabello claro y el placer por las fragancias. Que todo pase, querida Claudia y que puedas venir a leer pronto por nuestros pagos.

Diario de Cuarentena: La Valla

Ayer, domingo lleno de malas noticias, comencé a ver una serie española premonitoria hecha en 2019. La Valla, que me produjo una profunda angustia porque mezcla todos mis miedos, que no son precisamente a la enfermedad o la muerte-ambas nos acompañan como humanos- sino al medio ambiente, a la deshumanización y al autoritarismo, que siempre lleva al descontrol de los humanos y a la locura del poder. La serie habla de que un virus afecta a la población de forma desmesurada. De hecho, cambia el mundo tal y como lo conocemos y el comportamiento de los miembros de la sociedad. Se deben hacer pruebas a los ciudadanos para comprobar si dan positivo en el virus y, si resulta que sí, son confinados junto con sus seres queridos, tal cual lo que hoy vivimos. La única forma de pasar de una zona a otra es cruzar la valla que separa, para lo que será requisito disponer del salvoconducto reglamentario. No dista en nada a una Argentina llena de vallas entre ciudades y provincias y de prohibiciones y permisos para transitar. La miseria humana en su máximo esplendor, porque hay unos pocos, los supuestos «cuidadores» que viven como siempre, o mejor que nunca, explotando al resto que dicen proteger.

La serie va más allá, con manipulación de niños para una vacuna, y con «informantes» entre los ciudadanos. Lo primero espero que nunca ocurra, lo segundo ya lo padecemos. Vivimos cyber vigilados, con un aparato de secuaces denunciando a sus vecinos, como si fueran inmunes y con la idiotez de siempre cuando el miedo cunde.

Recomiendo verla, aunque angustie, para lograr evitar aquellos males que aún no padecemos, a ver si los que hoy se sienten con una moral social de otra alcurnia y no pelean por la libertad, se dan cuenta que los virus son virus, siempre existieron y van a existir y no somos inmunes, LLevamos un millón de muertos en el mundo por COVID, de Cáncer se mueren 9 millones y del corazón 18 millones, y no contamos a diario la muerte como con este virus. Es probable que por un par de años convivamos con el flagelo de esta enfermedad. Pero lo que sí podemos evitar es que abusen del poder, nos confinen a un anonimato social y político, unos pocos decidan por todos y se inmortalicen en sus culos millonarios sobre el sillón de Rivadavia. Seamos Libres, no construyamos Vallas, o Muros, llamalos como quieras. Seamos empáticos no nos denunciemos, seamos humanos. Las enfermedades más crueles no son las físicas. Ojalá esta tremenda serie de ficción no haya anunciado un mundo donde el nuevo orden emule lo peor del nazismo y lo supere.

Nadie quiere enfermarse, nadie quiere contagiar, nadie quiere morir. Pero no somos dioses, venimos a este mundo en un envase frágil. Nos podemos distinguir por ser cálidos, amorosos, creativos, solidarios, y por compartir, abrazar, besar, amar, procrear, crear. No perdamos lo importante de vista. No cesemos en la defensa de la libertad. La vacuna para un virus llegará, pero podemos perder menos en el camino. No nos perdamos como sociedad. Ese es el inefable temor que me aqueja, saltemos la valla. Por favor.

Diario de Cuarentena: Solo otro ladrillo en la pared.

Un día como hoy, en otra época, donde los jóvenes podían juntarse a crear, se gestó y se lanzó una de las bandas que marcan la adolescencia, es atemporal, única, y sumamente artística: Pink Floyd. Uno de sus temas emblemas dice «No necesitamos que controlen nuestros pensamientos» . ¿Para vos también es sinónimo de libertad?

Tienen razón cuando dicen que como sociedad sólo somos un conjunto, y cada uno de nosotros solo somos otro ladrillo en el muro. Uno de muchos. Solos no llegamos a ser pared. Pero unidos podemos ser muralla. Por eso quiero recordar a Pink Floyd. Además de hacer la mejor música, había rebelión y contenido en sus letras, y tal vez sea bueno que por un rato nos sintamos adolescentes, nos animemos a construir ese muro, ladrillo por ladrillo, que necesita la sociedad argentina hoy. Un muro donde la libertad agite, tenga alas, sea real y contundente. Donde cada vida valga, cada decisión que afecta al otro se piense y donde la magia creativa nos obligue a crear para crecer. Hoy te invito a escuchar estos temas, a bailarlos, y ver si podemos parar a ese maestro interno que no nos deja en paz.

Mi tema preferido es Time y aquí va (no lo traduzco porque no sé si sería respetuoso para sus creadores, pero vos podés hacerlo). Gracias Pink Floyd

Ticking away the moments that make up a dull day
You fritter and waste the hours in an offhand way.
Kicking around on a piece of ground in your home town
Waiting for someone or something to show you the way.

Tired of lying in the sunshine staying home to watch the rain.
You are young and life is long and there is time to kill today.
And then one day you find ten years have got behind you.
No one told you when to run, you missed the starting gun.

Diario de Cuarentena: deseo

Todos los días comienzo la dieta y todos los días la abandono. Es complicado agregarse una nueva restricción al deseo. Y de eso tengo ganas de hablar hoy. Freud decía algo así como que de la prohibición al deseo… y sí. Todo lo prohibido es deseado. Aunque lo inhibamos, en el hacer cotidiano nos movemos propulsado por el deseo, y éste se encuentra propulsado por las prohibiciones. Por eso como. Me río sola mientras escribo una justificación intelectual a una conducta tal vez derivada de la ansiedad que provoca dejar nuestra libertad en manos de otros.

Todos los días me propongo hacer yoga, algunos días hago. Todos los días decido caminar, algunas veces cumplo. No puedo mentirte a vos, que me venís leyendo hace noventa y dos días, que a esta altura debes de comprender mi psiquis más que yo y que sabés bien que la cuarentena solo, es terrible, pero acompañado ni te cuento. Porque te falta privacidad. Esa que te permite deambular en bolas por la casa cuando se fueron a la facu, al colegio o al campo. Sentirte dueña del espacio, de los sonidos de tu casa y del olor, sobre todo. Y entonces te bañás en el perfume que te gusta para sentir glamour en soledad.

Ni hablar de las cuestiones de la economía noventenosa, que ya no existe y de los malabares para que lo que entra tenga algo que ver con lo que sale. Y vuelvo a reírme, sigo justificando el momento de prohibición antes que el deseo me tome entera y se transforme en mi nueva línea de hacer existencialista.

La rutina abruma, el tiempo pasa, y estamos cambiando estaciones sin saborearlas. desde mañana me voy a proponer registrar el clima, los humores y la cuestión social del día a día restrictivo que vivimos. No te prometo cumplirlo.

Diario de Cuarentena: acuarela

Volvió el calorcito, ¿será que hasta la naturaleza está en contra de la locura del 15/9 como fin de cuarentena? Y entonces nos regala esta especie de primavera húmeda, que nos hace resfriar, y toser, y engriparnos. Pero acordemósno que no podemos. Solo se puede tener COVID. Pareciera que estuvieran esperando que nos enfermemos todos de otra cosa, para no atendernos y dejarnos ir. La clase media, digo, los inmigrantes, digo, los que que levantaron el país. Porque ahora les tememos a los extranjeros, a los mocos, a las toses, y a la mar en coche.

Con sol y pesadez incluída, hoy debo ir al contador, porque los impuestos, la AFIP, ARBA y otros yuyos no trabaja pero cobra. La justicia ni se hace ni trabaja pero cobra. Los congresos no trabajan pero cobran, y los servicios están supuestamente congelados pero aumentan. Y así sucesivamente en una serie exponencial que parece seguir el criterio catastrófico de Malthus. Así que trataré de no fundirme en un mundo irónico donde los especuladores ganan plata y los chacareros y trabajadores la pierden.

La calle me saluda, como si me extrañase y siento el sol en mi cara, veo que hay mucha gente de hecho que es más libre que yo y sale igual. Pienso que tal vez logremos inmunidad de rebaño, con ésta nueva psiquis infectológica que hemos adquirido, pero la vida con barbijo es sólo una acuarela asfixiante de la que tuve. Así que me lo saco un momento, cortado por el grito de un vecino que antes me daba un beso y ahora me grita asesina. Aquelarres de una ciudad de provincia.

Diario de Cuarentena: Miradas

Marita tiene los ojos más lindos del mundo. Pero no es porque son del color del tiempo, o porque los acompaña con máscara de pestañas, ni por sus pecas, o sus increíbles rayos de luz. Marita ve. Puede captarnos, hacer de nosotros alguien mejor, nos roba los sentimientos con su cámara para evidenciarlos, ella puede ser maga. Y hoy la cuarentena se verá suspendida por su visita. Y entrará hermosa y cálida para encontrar con su visor algo de mí. Con el diafragma podrá explorar tras lo que muestro y con el obturador suspendido en su ser, me dará vida.

Hoy Marita viene para hacer fotos, la espero con torta de limón, café que traje de Brasil cuando podíamos ser libres y una sonrisa sin barbijo. La conozco desde que nació. Me conoce desde que nació. Nuestros padres se conocen desde que nacieron. Nuestras madres fueron amigas toda la vida. Nuestros hijos se conocen a pesar de no tener la misma edad. Nuestras vidas también las une el arte. Marita teje mientras va, con su Andando Voy, lleno de caricias, yo a veces, les regalo mis poemas a sus lanas. Ella logra que mi ser escritor tenga una foto decente que mostrar. Amigas.

Nos reímos mucho juntas, lloramos juntas, nos abrazamos en esta realidad que a veces suena a distopía

Voy a tener una mañana distinta, y estoy segura que me refrescará el alma, que me dará fuerzas, que hará el mundo mejor, porque en la mañana de hoy habrá amistad. Amistad sin ideologías, pero con lanas de colores, sin prejuicios, pero llena de poesía, sin estereotipos que mostrar en el lente de su cámara. Porque lo maravilloso de Marita no reside en lo ve, sino en su mirada.

Diario de Cuarentena: Salud

Los anteojos, la colita, el mate, el celular y la crema antiarrugas sobre la mesa de apoyo. En la silla cuelgan dos abrigos y un bolso gigante gris. El espejo devuelve la pálida imagen de lo que fui. De lo que fuimos. Afuera el sol brilla más, la naturaleza emerge y se cobra lo que le debemos. Me imagino los diálogos entre garzas y cocodrilos. Nos tienen como antes estaban ellos, encerrados. Pero nos encerraron otros hombres. En el silencio de las multitudes sanas reside el poder de los tiranos.

No puedo negar que el encierro, para una escritora o para un persona que milita el intelecto significa producción. Pero tiene límite. Y está cerca, porque cuando la asfixia crece, la mente se anula.

El sombrero de plaza me ve desde arriba del mueble y añora mis rulos. Como si él y la playa supieran que pasará tiempo sin vernos. Por otra parte, mucha gente sigue su vida normal, porque así lo decidieron hombres que no sé si tienen idea de lo que hacen. ¿Por qué unos pueden trabajar y otros no? ¿Por qué vemos a comerciantes, a trabajadores del delivery y a cobradores, al canillita por ejemplo, pero no a nuestra familia. ¿La familia, la unión, el amor es una amenaza? ¿Nos quieren débiles, sin inmunidad afectiva? ¿sin recursos emocionales?

Me miro las manos, ya no tienen la piel tersa, porque la lavandina y el alcohol las lastimaron, soy alérgica a ellos, al barbijo, a las decisiones absurdas, a los pueblos sumisos, a la falta de horizonte y de límite, a la vida eterna pero sin libertad. La salud es mucho más que un respirador si te estás muriendo, mucho más que un virus, mucho más que el cuidado físico. La salud es poder elegir, sentir, expresar, trabajar, decidir como cuidarte. Voy a cerrar con las palabras de nuestra canción patria, es hora que le demos ¡al gran pueblo argentino salud!

Diario de Cuarentena: Patria

La patria (del latín patrĭafamilia o clan) suele designar la tierra natal o adoptiva a la que un individuo se siente ligado por vínculos de diversa índole, como afectivosculturaleshistóricos o lugar donde se nace. Hoy es el Día de la Patria en nuestra Argentina. Un día de Revolución, controvertida, cuestionada, como todas las revoluciones fueron. Las lecturas históricas varían de acuerdo a las significaciones que deseamos dar los historiadores, los gestores culturales o los ciudadanos.

Yo siento mi patria por casi todos los motivos. Es el lugar donde nací, me ligan a ella su cultura, su historia que como muchos en la juventud primero, y en la vida adulta después, he ayudado a construir, con la fortuna de haber sido un componente social activo en la facultad, y en la vida social de mi país. Y afectivo porque es la patria que adoptaron mis abuelos, en la que nacieron mis padres, la que elegí para mis hijos. Y espero sea la patria donde viva para siempre. Por eso la cuido y cuido sus libertades y sus valores.

¿Cómo te sentís vos hoy? Me importa el otro, porque la patria, como la familia, no la forman las personas con las que acordamos en las cuestiones principales de la vida, la patria la hacemos todos. Los que piensan como yo y los que no, los que me quieren y los que me detestan, los que ven la vida desde un ángulo similar y los que odian mi mirada. La familia es igual, no somos afines a todos los que la componen, somos familia. Me gustaría que un 25 de Mayo de 2020 nos demos cuenta de una vez y para siempre, que estamos juntos en esto de la Patria. Y que, aunque nos separen matices, en este momento delicado hay que ser amplios, y comprender que la lucha excede colores, que quede el celeste y blanco en nuestros pensamientos, para seguir siendo libres, soberanos y republicanos. Por nuestra familia, por nuestra patria.

Diario de Cuarentena: Olores

Domingo. Un día de aromas en mi recuerdo, el tuco de mamá en la cocina de Coronel Suárez, la abuela que venía a la mesa enfundada en batones floreados y cuentos de oriente. Mis hermanos pequeños corriendo alrededor de la mesa, mientras hacía las tareas para el hogar. La santa rita del patio florecía leve y se sostenía por bastones que le ponía mamá. Un Farol iluminaba las noches de patio, pero esas ya son otra historia.

Hoy quiero detenerme en el sentido olfativo de la vida. Ese que nos hace permanecer los recuerdos, el que ayuda a que un domingo cualquiera sea inolvidable. Mientras me propongo, a pesar de mi poca destreza hacer un tuco en casa, percibo un mal olor.

Pero este es distinto, es del otro tipo de olfato que tenemos, ese que viene con el instinto, el que avisa desde la amígdala cerebral que estamos en peligro. El que pone a prueba nuestra supervivencia. El olor a carroña y a peste perpetua. Uno que atraviesa la piel para erizarla y nos vuelve fieras. Un olor poderoso a trama incestuosa y política que abruma todo mi ser.

Siento olor a encierro, como esos placares viejos, pero lo siento en la entraña. Pretenden encerrarnos para siempre en una caja a presión. Una de la que pocas sociedades pudieron salir, y necesitaron siglos para hacerlo. Me da pavor sentir este olor. Tiene en su piel el sudor de los esclavos, la estupidez de los totalitarios, la sincera sumisión de la ignorancia y la violencia despiadada de los dictadores. No puedo olerlo más sin desmayarme. Por eso me corro, para seguir luchando. Y volver a sentir el jazmín y la violeta y el álamo plateado. Para volver a ser libre, primero en mi mente. Y desde allí, como siempre, luchar con la palabra como vehículo de ideales que alejan el confinamiento y la mentira de la sociedad.

Ya estoy por la parte en que revuelvo el tuco de domingo, corrí el miedo de mi esencia, y ahora aspiro el tomate y la albahaca, sin hacer caso al deseo de otros y viviendo el mío, libre. Sin mal olor

Diario de cuarentena: Suspendida

Anoche me quedé dormida en el sillón con Mila, mi perra. Dormimos hasta que la casa comenzó a despertar, los hombres se iban al campo con una alegría inusitada. Lograron permiso para hacerlo tras más de dos meses. Nos quedamos solas. Y la vida adquirió otro ritmo, femenino, cadencioso. Preparé mate, saqué unas cerealitas de lino del armario y desayuné mirando el final de una serie francesa. No tengo que ocuparme del almuerzo, así que voy a escribir un rato, leer otro, hacer gimnasia y limpiar la casa con música para estimularme.

Disfrutar lo simple siempre fue mi secreto para ser feliz. O lo feliz que se pueda, en las realidades que nos construimos solos o que nos construye la sociedad. Igual te cuento que esto de no tener poder sobre el confinamiento me angustia y hace que sueñe con un mundo donde los permisos no sean necesarios, las muertes no se cuenten en tv y los logros no se castiguen con impuestos. A pesar de todo eso, te invito a buscar momentos de felicidad.

Un recuerdo caído en tu memoria, ese primer beso apasionado, el ronroneo de un hijo tras amamantarlo, la mirada de tu amor una madrugada, el aroma a jazmín en la vereda, tu mamá arrugada pero tuya. La facilidad de abrazo de tu amiga, una ida al colegio compartida, la vecina con la torta recién horneada o la urgencia de rey mago antes de que despierten ellos. Tanto hay para ser feliz, que elegir la tristeza es casi un sacrilegio.

Por eso esta mañana de soledad perruna, voy a beberme el sol en mates leídos y a fortalecer los glúteos aunque no se levanten. Voy a necesitar poco, para poder ser feliz un rato. Aunque no olvide la libertad suspendida.