Diario de Cuarentena: Sensación

Iré, cuando la tarde cante, azul, en verano, herido por el trigo, a pisar la pradera;
soñador, sentiré su frescor en mis plantas y dejaré que el viento me bañe la cabeza Sin hablar, sin pensar, iré por los senderos: pero el amor sin límites me crecerá en el alma.

Arthut Rimbaud

No sé ya qué pensar ni qué decir, tantos meses de cuarentena para nada, para tener una situación tan o más crítica que si no la hacíamos, pero con infinitos derechos perdidos, como el de libre circulación. Mi ciudad aún tiene montículos de tierra en algunos accesos. Argentinos temiendo a argentinos, argentinos denunciando a argentinos, argentinos odiando a argentinos. Hay una guerra de egos desatada que impide ver lo real, como si esos senderos surrealistas crecieran para el desamor, como si el viento en la cabeza nos quitara las ideas, entonces la sensación es la de no estar en casa. Ya no estamos en casa. Nos perdimos y volvemos una y otra vez a soñar el mismo sueño, que nos lleva una y otra vez al fracaso. La furia desatada entre la gente tiene que ver con la irracionalidad del gobierno, que sostiene el avasallamiento a la propiedad, es más la propicia, con una Ministra de seguridad cargada de teorizaciones y sin experiencia que siente que puede filosofar mientras a una familia le arrebatan lo logrado en su vida. Todos parecen delirar en un momento donde la norma y la gestión se hace necesaria para garantizarnos derechos a la salud, a la vida, a la propiedad, a la circulación, al trabajo, a la libertad. No están en una ronda filo poética con Rimbaud, es hora de dejar de jugar y de gobernar, porque se nos despega la fachada y estamos heridos de muerte.


Diario de Cuarentena: La Valla

Ayer, domingo lleno de malas noticias, comencé a ver una serie española premonitoria hecha en 2019. La Valla, que me produjo una profunda angustia porque mezcla todos mis miedos, que no son precisamente a la enfermedad o la muerte-ambas nos acompañan como humanos- sino al medio ambiente, a la deshumanización y al autoritarismo, que siempre lleva al descontrol de los humanos y a la locura del poder. La serie habla de que un virus afecta a la población de forma desmesurada. De hecho, cambia el mundo tal y como lo conocemos y el comportamiento de los miembros de la sociedad. Se deben hacer pruebas a los ciudadanos para comprobar si dan positivo en el virus y, si resulta que sí, son confinados junto con sus seres queridos, tal cual lo que hoy vivimos. La única forma de pasar de una zona a otra es cruzar la valla que separa, para lo que será requisito disponer del salvoconducto reglamentario. No dista en nada a una Argentina llena de vallas entre ciudades y provincias y de prohibiciones y permisos para transitar. La miseria humana en su máximo esplendor, porque hay unos pocos, los supuestos «cuidadores» que viven como siempre, o mejor que nunca, explotando al resto que dicen proteger.

La serie va más allá, con manipulación de niños para una vacuna, y con «informantes» entre los ciudadanos. Lo primero espero que nunca ocurra, lo segundo ya lo padecemos. Vivimos cyber vigilados, con un aparato de secuaces denunciando a sus vecinos, como si fueran inmunes y con la idiotez de siempre cuando el miedo cunde.

Recomiendo verla, aunque angustie, para lograr evitar aquellos males que aún no padecemos, a ver si los que hoy se sienten con una moral social de otra alcurnia y no pelean por la libertad, se dan cuenta que los virus son virus, siempre existieron y van a existir y no somos inmunes, LLevamos un millón de muertos en el mundo por COVID, de Cáncer se mueren 9 millones y del corazón 18 millones, y no contamos a diario la muerte como con este virus. Es probable que por un par de años convivamos con el flagelo de esta enfermedad. Pero lo que sí podemos evitar es que abusen del poder, nos confinen a un anonimato social y político, unos pocos decidan por todos y se inmortalicen en sus culos millonarios sobre el sillón de Rivadavia. Seamos Libres, no construyamos Vallas, o Muros, llamalos como quieras. Seamos empáticos no nos denunciemos, seamos humanos. Las enfermedades más crueles no son las físicas. Ojalá esta tremenda serie de ficción no haya anunciado un mundo donde el nuevo orden emule lo peor del nazismo y lo supere.

Nadie quiere enfermarse, nadie quiere contagiar, nadie quiere morir. Pero no somos dioses, venimos a este mundo en un envase frágil. Nos podemos distinguir por ser cálidos, amorosos, creativos, solidarios, y por compartir, abrazar, besar, amar, procrear, crear. No perdamos lo importante de vista. No cesemos en la defensa de la libertad. La vacuna para un virus llegará, pero podemos perder menos en el camino. No nos perdamos como sociedad. Ese es el inefable temor que me aqueja, saltemos la valla. Por favor.

Diario de Cuarentena: Mejor no hablar de ciertas cosas.

En un mundo selectivo, donde se habla sólo lo que conviene, es difícil ser libre. La conciencia no importa, la verdad no importa, solo el metarrelato construido para parecer. Y entonces, para hablar de la ciudad, podemos comenzar diciendo que no importa el otro. Una joven desaparecida pero el comentario pasa por su vida, si era licenciosa o no, si esto, si lo otro. Y no hablo de las autoridades, hablo de nosotros, sus vecinos. Tiene que aparecer, después veremos si actuaba bien o mal, o de qué vivía. ¿O estamos libres de pecado?. La vida es de lo que debemos hablar. Pero no. Nos empeñamos en hablar de muerte. Mientras, les roban a nuestros abuelos, nos amedrentan, cada vez tenemos menos poder adquisitivo. Y mientras tildan a un vecino de antipatria, acuerdan con cualquiera con tal de ganar una elección.

Me asusta tanta traición y tal falta de valores que podemos lastimar y hasta cuestionar al que enferma. ¿Nos creemos superiores? Todos podemos contraer la enfermedad COVID y deberíamos abrazarnos en la solidaridad que tanto pregonan. Al fin de cuentas somos humanos, nada más. Y en vez de crear mensajes perversos, de una depravación tal, que hace que ante la desaparición de una joven de 29 años, nos ocupemos de rotularla y no de su situación. Porque venimos hace muchos años así, con un lema que nos vuelve cada vez más hipócritas y que la pandemia, y esta insoportable cuarentena parece haberlo convertido en dogma, con un tapaboca como símbolo, y si: mejor no hablar, de ciertas cosas.

Diario de Cuarentena: Positivo

El mundo parece mentira. No es posible seguir el día a día sin relacionar lo que ocurre con cuotas de odio. Pero en Argentina, el odio es el pan de cada día. Odio al que tiene, odio al que no, odio al que se defiende, odio al que ataca, odio al rico, odio al pobre. Una constante segregación que nos va debilitando y transformando en seres mínimos, aterrados por un análisis que paradoja al fin, es mala noticia si da positivo.

Baruch Spinoza, definió el odio como un tipo de dolor que se debe a una causa externa. Aristóteles ve el odio como un deseo de la aniquilación de un objeto que es incurable por el tiempo. Por último, David Hume cree que el odio es un sentimiento irreductible que no es definible en absoluto.

Siguiendo a Hume, este odio social que parece atravesarnos, se transforma en su irreductible indefinición en una constante social. Pero si estamos ante un enemigo sistémico que no sabe de ideologías ni de partidismos, seguir sosteniendo el odio para ser la pantalla para ocultar el miedo. Miedo a un resultado positivo. Personalmente creo que el temor pasa por la falta de identidad. En un país que se empeña en falsificar su historia y transformarla en discurso, en castigar la honestidad y premiar la corrupción, parece hasta lógico el miedo a la verdad. Tal vez por eso no hacemos test. No queremos saber lo que pasa, lo que realmente ocurre. Porque el odio y el miedo son la comida necesaria para atropellar las instituciones y crear resentimiento y venganza. A nuestro gobierno le gusta disciplinar, así lo escribió la vice en su libro , textualmente habló de disciplinar al campo con retenciones, como si la Constitución no existiera, y las retenciones fueran legales. Y así lo hizo, tal vez porque el odio venga de la necesidad de castigar al que tiene sin haberse corrompido, o tal vez solo para la tribuna, Como todo lo que vivimos desde hace unos 130 días, en una crónica anunciada de un posible positivo.

Diario de cuarentena

Llevo cuatro horas buscando un otorrino/a para que resuelva un tema auditivo. Pero parece que en confinamiento, solo podés agarrarte covid-19, si te pasa cualquier otra cuestión de salud, aunque mínima, jodete. Los profesionales de la salud están en sus cuchas y nosotros a merced de la suerte. Entre tanta búsqueda descubrí unas cuantas cosas distópicas, que ni Huxley se hubiera animado a soñar.

Las clínicas están abiertas pero no te atienden por teléfono, los profesionales solo con turnos, que no tenés donde sacar y que son a partir de fines de mayo. La única solución es ir a una guardia que es donde dicen que no vayas porque hay un virus terrible, y además no podés cruzar sin permiso. La puta madre, estamos en el mundo del revés. Mientras nadie oye mis reclamos, no sé si todos con están con auriculares selectivos y sólo escuchan lo que quieren, o el mundo a decidido ser sordo para mi persona; comienzo la odisea de recetas caseras. Agua oxigenada al 10 con agua tibia, gotas de grandes farmacéuticas que no sirven para nada, soplar fuerte tapándote la nariz y otras yerbas.

Pero la pregunta final sería ¿que queremos oír? Tal vez uno se termine auto creando tapones para no absorber más cuestiones que las propias. Y entonces, alejarse de la ironía de lo cotidiano en un vuelo personal y privado donde la música interna nos indique el camino a seguir. O quizá comprendamos lo de la oreja de Van Gogh en su locura magnética y creativa y comencemos a vivir sin prestar nuestra oreja a todos, para no llegar a cortárnosla como él.

En fin, la búsqueda sigue, parece que la ciencia también anda buscando y los pobres oídos de los conejos humanos seguiremos oyendo nimiedades sin verdad, hasta que nos volvamos sordos. Amén.