Diario de Cuarentena: Cicatrices

Los gritos de dos gasistas matriculados y un representante estatal me hicieron saltar de un sueño. Estaba contando mis cicatrices. Esas que adquirimos por vivir, teniendo como posible cura borrarlas. Pero me gustan, me encariño con ellas. La del golpe a los diez, el tajo contra la espina de la rosa a los once, la caída de la bicicleta yendo al parque y las cesáreas que dieron vida.

Pero están las otras, las que van quedando adentro. Amores perdidos, sueños rotos. Dos o tres proyectos embolsados para siempre y la espera de aquello que no va a llegar. Una injusticia mal curada, tres instintos fallidos, la bocanada de aire cuando la vida casi me ahogó. Un ataque de pánico y las cruces quebradas de fe,

SI Saer me leyera diría que con tanto orden en mi diario, interrumpo la psiquis, y tendría razón. Estoy leyendo su libro, tal vez por eso pienso en las cicatrices propias, porque con ese fluir que un autor tan inmenso propone entre las relaciones y el caos, entre varios mundos propios y la fuerza de su voz, no pude escaparme.

¿Cuántas cicatrices te definen? ¿Las contaste?, yo me las toco, rozo mi mano sobre esos cordones de carne usada y transito el recuerdo. Me atormenta la idea de que desaparezcan. Mis cicatrices son trazos de la historia que viví y me convierten. Son las estrías de auto conocerme, los puntos y aparte de amores, las multiplicaciones de mi dolor.

Como pueblo también tenemos cicatrices, algunas intocables. Otras que nos acompañarán siempre desde una distancia introspectiva social. Pero en este ahora, estamos generando una herida tan profunda, que me preocupa que no llegue a cicatrizar. Nos estamos partiendo en mil pedazos y tomando prestada la voz a Saer » los pedazos no se pueden juntar».

Diario de cuarentena : Otoño perdido

Nos perdimos el otoño, dijo Bere ayer por la tarde al pasar. Pero quedó en mí. Las verdades simples son las que se acuñan. Tanta contabilidad de la enfermedad y la muerte nos hizo olvidar de la estación colorida y nostálgica que nos llena de crujidos, aromas a eucalipto y roble viejo, preciosos dorados y rojos intensos. La estación de los soles sin pecado y la lenta muerte del verano. Nos quedamos sin otoño, para muchos no va a ser el último, pero nunca lo sabremos. Y éste, el otoño que estamos atravesando, que es brillante y cálido, con brisas amarillentas y sueños postergados, lo habremos perdido.

Queda un tiempo de otoño aún, pero toda esta cuestión pandémica y tensional, casi como un tango sin final, nos está haciendo olvidar del verdadero sentido de la vida, que es el presente. Porque la posibilidad de muerte nunca es ajena, la de enfermedad mucho menos, pero la vida….

¿Vos te perdiste el otoño? ¿querés seguir dejando de lado tu vida? ¿el miedo te atrapó? Te cuento que yo estoy en la mitad de esas preguntas, tal vez como casi todos, salvo los poderosos, que están haciendo uso de nuestro tiempo, nuestro miedo y nuestras vidas. Yo creo que siempre logré ver los otoños, incluso éste, y estoy entrando en mi propio otoño, entre plata y oro mi cabello, mi suerte y mi poesía. Pero para nuestros hijos es importante dejar un mensaje de libertad. De posibilidad de cambio y de proyectos. Hay que enseñarles a luchar contra las hegemonías culturales, y a pelear por las que ellos elijan como bandera. Pero es necesario que hoy peleemos por la libertad para no sentir que éste, es un otoño perdido.

Diario de Cuarentena: Coronados de gloria

La cuarentena nos ha vuelto muchas cosas: todos limpiamos, todos somos capaces de cocinar algo, todos somos biólogos, todos apreciamos un rato al sol, todos cuidamos el planeta, nos acercamos a nuestras mascotas, nos volvimos musulmanes de tanto lavarnos las manos, hacemos gym en casa, vemos cine, series, programas de viajes, cocina, y noticieros. Todos nos tecnologizamos. Al fin de cuentas, la cuarentena nos volvió gloriosos y perfectos.

Hay otras variantes, también nos volvimos: irritables, quisquillosos, capaces de comer el doble, con cabellos de colores extraños, ya sea porque vuelven al natural sin aviso, o porque intentamos ser peluqueros, tenemos las manos secas, la cara blanca y las carnes fofas.

Pero algunos se vuelven violentos. Te pido acá que te detengas. Si hoy violencia, denunciala, casi ninguna victima es silenciosa, los callados somos aquellos que terminamos cómplices del agresor por oír sin empatía. Otros aprovechan la soledad de las calles para asaltar al prójimo. Y también hay otros, que se coronan con la gloria del poder para robar la libertad.

Que el miedo al corona no te vuelva indiferente, que las cuestiones domésticas no te achaten, cuidate, y cuidá a los otros, pero entre todos cuidemos la idiosincrasia de lo que nos dio la gloria, que tiene como base un juramento, en defensa de la independencia, de la república y de la grandeza que solo otorga el ser libres. Por supuesto que hay riesgos, pero esos los corremos siempre. Pensar, respetar normas, pero no callarse. Por vos, por nuestros hijos, por la patria. Qué triunfe la libertad.

Diario de cuarentena: El castillo

Otro día con pocos alicientes. Amanecí, tomé unos mates y me llamaron de la radio para recomendar libros. Pero hablamos de otras cuestiones, como el hambre de los escritores y de las editoriales. La suspensión de todas las tareas que nos abarcan y la virtualidad como opción. En un mundo donde la cultura es desperdicio, no existe nada que la vuelva relevante. Yo alzo mi voz, aún cuando eso signifique soportar asedio, porque creo que sin un cambio cultural relevante nada es posible. Los escritores o los actores de la cultura apenas logramos pagar un monotributo, y trabajamos en extensión facturando a universidades o direcciones de cultura.

Cuando logramos publicar, la mayor parte de las regalías no son nuestras, entonces escribimos columnas, damos conferencias y charlas y la mar en coche para sobrevivir. Por eso cuando hablan, desde un espacio perfectamente decorado y un colchón de dólares de calma en el bolsillo algunos dirigentes sobre la posibilidad de reflexión de este tiempo, no sé si es una hijaputez o una ignorancia de la otredad.

La vida está hecha de cuestiones básicas, una de las más básicas es la cultura y la educación, y no están resueltas, y no se resuelven minimizando las calificaciones, o creyendo que el esfuerzo y el mérito son mala palabra. Así estamos, llenos de cabezas huecas desde hace mínimo treinta años, ostentando el poder.

Volviendo a la radio, uno de los medios más interesantes, y que creo que va a sobrevivir este cambio paradigmático en lo ha que hace a massmedia y tecnología, siempre agradezco la posibilidad de expresarme. Pero cuando corté, sentí que eso solo no alcanzaba, es hora de dejar de hablar y ponerse manos a la obra. Después de escribir el diario, voy a ponerme una ley de jubilación para escritores al hombro, voy a tratar de que seamos legalmente respetados. Por que hasta ahora la educación, la cultura y dentro de ella la escritura, han sido sólo palabras, que paradoja. ¡Basta de cháchara!Como muestra la ilustración, es hora de construir nuestro castillo.

Diario de Cuarentena: estoy verde

No me dejan salir. Será el gran Charly quien nos libere de esta cuarentena, que no sabemos muy bien si será bi o trimestre, o será año sabático. Pero me tiene verde. Verde de esperanza, para empezar, porque siempre confío en que una buena crisis cambia la piel y algo vendrá, al menos diferente. Los cambios siempre implican novedades.

Verde de limones agrios. Por la cantidad de miserias que aparecen, los aplaudidores del populismo reinante, generador de mayor pobreza y desigualdad, los amargos escépticos y amantes del pasado. Ah! con Illia no hubiera pasado esto, Ah! si Perón viviera… Ni Illia ni Perón están acá, y tal vez es una forma de no ocuparnos de controlar a los que sí podemos. Antes de que nos controlen a nosotros.

Verde manzana, porque me vienen ganas de pecar, la prohibición siempre trae deseo.

Verde musgo, porque el encierro chamusca, ideas e ideales, y nos vuelve bastante patéticos, discutiendo con cualquiera con tal de tener una emoción.

Verde mar, que te digo es lo que más extraño. Es mi oxígeno, mi cable a tierra y varias veces al año me escapo a olerlo, a derramar una lágrima en la cuarta ola y volver a inspirar sal de la buena. Me siento viva en el mar, da perspectiva, ese horizonte definido y eterno al que nos enfrenta, permite comprender la pequeñez de nuestra existencia.

Y por último verde Hulk, porque con tanta agresión y mala leche cerca, tengo que inflar los músculos, romper los encasillamientos, volverme más grande aún y rechazar como lo haría el increíble. la ola de injurias que vengo padeciendo. Pero, como estoy verde, porque no me dejan salir, puedo con ello, rasgo mis vestiduras y sigo con mi diario. Hasta el fin de la cuarentena obligatoria, al menos.

Estoy verde
No me dejan salir
Estoy verde
No me dejan salir

No puedo largar
No puedo salir
No puedo sentir
Amor a este sentimiento
Tengo que volverte a ver

Tengo que volverte a ver
No puedo salir
Por amor a este sentimiento

Estoy verde
No me dejan salir
Estoy verde
No me dejan salir

No puedo pensar
No puedo vivir
No puedo sentir
Si amor es un pensamiento
Tengo que volverte a ver

Tengo que volverte a ver
No puedo perder
Por amor a ese sentimiento

Tengo que confiar en mi amor
Tengo que confiar en mi sentimiento
Tengo que confiar en mi amor
Tengo que confiar en mi sentimiento

Ya no sirve
Vivir para sufrir
Te das cuenta
Sácate el mocasín

No puedo calmar
No puedo parir
No puedo esperar
Mil años que cambie el viento
Tengo que volverte a ver

Tengo que volverte a ver
No puedo perder
Por amor a este sentimiento
Tengo que confiar en mi amor, tengo que confiar en mi sentimiento

Diario de cuarentena: Salud Mental

¿Cómo va el confinamiento?, ¿sos de los priveligiados que tienen una vida casi normal con barbijo, o te toca el arte del aburrimiento y el encierro como a mí? Me parece interesante esto de las inequidades, es casi como una continuidad de las castas, pero aceptadas por todos.

Una supuesta casta de sabios, que nos cuidan y protegen y se encargan de nuestra salud, una casta comercial que elige que sólo consumamos comida y medicamentos. Otra casta empresarial que se aboco a los tapabocas con mayor o menor grado tecnológico o si no muere, y los comunes. Hay otras en el medio, como los educadores, que en general luchan contra una tecnología para la que no estaban preparados.

Los comunes, aquellos que de vivir en libertad pasamos al encierro y al miedo. Los que nos quedamos sin la posibilidad de trabajar, los que cercenamos nuestras mentes para no morir. En este universo de la posverdad se olvidan de la salud mental. Y de eso quiero hablar hoy, ¿cómo la llevás?

Porque la mente, la salud de nuestra mente, es fundamental para tener defensas, para estar íntegros, para ser dignos, para luchar contra aquello que pretenda dañarnos. Pero también, si está debilitada, nuestra mente nos enferma, nos transforma en sometidos, nos aísla, nos aterra y nos traiciona.

¿Cómo cuidar nuestra salud mental? porque en una época donde supuestamente nos quieren cuidar, está terriblemente abandonada. Por eso te invito a que la cuides vos, con lo que quieras, gimnasia, yoga, terapia online, un diario, oración. Lo que te sirva, porque la salud mental es nuestra mayor defensa, es la que nos provee la posibilidad de pensamiento crítico y la que no podemos dejar que la afecte el virus de la impunidad. Expresemos lo que sentimos, lo que pensamos, lo que somos, a pesar del miedo, del control y de la crítica, cierro con una frase que me parece pertinente de Sigmund Freud: Las emociones no expresadas nunca mueren. Son enterradas vivas y salen más tarde de peores formas.

Diario de cuarentena: Físico

Me desperté sin poder mover un músculo. Ayer decidí dejar la quietud y comenzar el fitness y mi hijo me sugirió tomar clases de gym online con Juli Puente. Hay que reconocer que la chica transmite energía y que me sentí muy estimulada. De la hora propuesta logré llegar a veinte minutos sin morir, transpirada y al borde del colapso. Luego encaré abdominales y algunos ejercicios laterales de piernas. Con pesitas de un kilo hice brazos. Toda una entrenada mujer de hoy.

Como sigue, es otro tema, le pido permiso a los brazos para alzar el termo, el tríceps parece sugerirme calma, la muñeca pesa, y cuando la pierna derecha rota levemente, se siente como un torniquete militar. Es posible que me haya pasado de rosca. Juli Puente debe llegar apenas a los treinta, y pesa cuarenta kilos máximo. Pero lo intenté.

Y entre tanta cuestión con olor a lavandina y alcohol, y tanta paranoia que la llegada de un gasista a casa puede ser vista como el enemigo mundial de la OMS, un dolor de cuerpo por actividad física suena muy bien.

Hoy volveré a intentarlo, necesito cansarme para dormir, porque aunque uno use la mente, el cuerpo necesita fatigarse, el insomnio acecha y la música no alcanza, por más zen que sea. Así que en medio de sentadillas y estocadas, le voy a dar batalla a la cardio de la felicidad.

Diario de Cuarentena: Zoom

Un nueva normalidad dicen algunos, aunque lo más novedoso son las reuniones de Zoom, claro que el zoom existe casi desde los Lumiére, y mi fotógrado infantil me explicaba que el zoom de una cámara de fotos permite tomar imágenes a diferentes distancias sin desplazarse. Me parece que eso estamos haciendo, vivimos de fotos que tomamos a distancia sin desplazarnos.

Y entonces me pregunto, ojalá coincidas, si estas fotos son confiables, zoom con amigos y con grupos de gestión, de ayuda, de posgrado, de estudio, les vemos lo que nos muestran. A veces que imagino que tienen abajo. Y así en mi mente aparecen pijamas floreados, calzoncillos con corazones y algún desnudo también.

Me asombra también esto de maquillarse y plancharse el pelo para los zoom, tal vez la nueva normalidad podría ser, tras algo tan serio como una pandemia, la grata experiencia de lo verdadero. Y entonces salir como vivimos la cuarentena, con raíces crecidas, y cabello al viento, un poco demacrados por la falta de aire y sol y sin labial.

Pero es un zoom, entonces igual, en ese acercamiento atrevido y a pesar de posar para la foto, las miradas aparecen y nos develan lo verdadero. El hastío y la preocupación, el brillo perdido, la sonrisa impuesta, la arruga atrevida y vos, él, ellos, yo, nos convertimos en seres estaqueados que no podemos más con la sensación de que la vida se quedó sin hoja de ruta.

Te invito a realizar un zoom directo al corazón para que cuando la normalidad, que no va a ser nueva, vuelva, algo de basura y de ruido hayamos quitado a los sentimientos, y así tal vez, construyamos paradigmas que mejoren nuestra sociedad.

Diario de Cuarentena: Silencio

¿Cómo va la vida virtual? ¿ ya te acostumbraste a las personas en cuadraditos, a los espacios mínimos o a los recorridos movidos por casas ajenas que proponen los medios? Lo bueno es que los museos nos abren las puertas y las bibliotecas del mundo nos invitan a pasar. Entre otras cuestiones. Y que seguimos teniendo al sol de nuestro lado, atrasando el invierno y la tristeza.

Pero, no hay con qué darle, a mi me gusta la gente real, tocar la carne, abrazar, oler, oír la respiración entrecortada del que miente, bucear en la mirada, cosas que la virtualidad no permite. En este mundo en caja podemos ser lo que no somos, podemos vivir en un basurero y aparecer limpios, llevar días sin bañarnos y que no se note, entre otras cosas, las virtualidad nos impide sentidos, y los sentidos en conjunto son la verdad.

Pero bueno, somos animales de costumbre al fin y al cabo, y terminamos aferrados a lo poco que tenemos para no morir. Entonces escuchar los gritos de la vecina a su marido, los chicos llorando del otro lado, el ruido del portón del garaje de enfrente o la moto del delivery que llegó a la esquina, pasan a ser importantes. Así de jodidos estamos.

Siempre pensé que iba a disfrutar el silencio y vos? Ahora que hay mucho, me hace ruido. Me astilla los oídos tanto espacio hueco de sonido. Me perfora el aliento y me lo vuelve fétido. Porque claro, la vida suena, la vida ensucia, la vida estalla. Por eso cuidémonos como sociedad, a ver si los gobiernos se acostumbran a ser los únicos que hablan y nos cortan la lengua.

Hoy te regalo un poema de Benedetti sobre el silencio:

Qué espléndida laguna es el silencio

allá en la orilla una campana espera

pero nadie se anima a hundir un remo

en el espejo de las aguas quietas

Diario de cuarentena

Llevo cuatro horas buscando un otorrino/a para que resuelva un tema auditivo. Pero parece que en confinamiento, solo podés agarrarte covid-19, si te pasa cualquier otra cuestión de salud, aunque mínima, jodete. Los profesionales de la salud están en sus cuchas y nosotros a merced de la suerte. Entre tanta búsqueda descubrí unas cuantas cosas distópicas, que ni Huxley se hubiera animado a soñar.

Las clínicas están abiertas pero no te atienden por teléfono, los profesionales solo con turnos, que no tenés donde sacar y que son a partir de fines de mayo. La única solución es ir a una guardia que es donde dicen que no vayas porque hay un virus terrible, y además no podés cruzar sin permiso. La puta madre, estamos en el mundo del revés. Mientras nadie oye mis reclamos, no sé si todos con están con auriculares selectivos y sólo escuchan lo que quieren, o el mundo a decidido ser sordo para mi persona; comienzo la odisea de recetas caseras. Agua oxigenada al 10 con agua tibia, gotas de grandes farmacéuticas que no sirven para nada, soplar fuerte tapándote la nariz y otras yerbas.

Pero la pregunta final sería ¿que queremos oír? Tal vez uno se termine auto creando tapones para no absorber más cuestiones que las propias. Y entonces, alejarse de la ironía de lo cotidiano en un vuelo personal y privado donde la música interna nos indique el camino a seguir. O quizá comprendamos lo de la oreja de Van Gogh en su locura magnética y creativa y comencemos a vivir sin prestar nuestra oreja a todos, para no llegar a cortárnosla como él.

En fin, la búsqueda sigue, parece que la ciencia también anda buscando y los pobres oídos de los conejos humanos seguiremos oyendo nimiedades sin verdad, hasta que nos volvamos sordos. Amén.