Me desperté sin poder mover un músculo. Ayer decidí dejar la quietud y comenzar el fitness y mi hijo me sugirió tomar clases de gym online con Juli Puente. Hay que reconocer que la chica transmite energía y que me sentí muy estimulada. De la hora propuesta logré llegar a veinte minutos sin morir, transpirada y al borde del colapso. Luego encaré abdominales y algunos ejercicios laterales de piernas. Con pesitas de un kilo hice brazos. Toda una entrenada mujer de hoy.
Como sigue, es otro tema, le pido permiso a los brazos para alzar el termo, el tríceps parece sugerirme calma, la muñeca pesa, y cuando la pierna derecha rota levemente, se siente como un torniquete militar. Es posible que me haya pasado de rosca. Juli Puente debe llegar apenas a los treinta, y pesa cuarenta kilos máximo. Pero lo intenté.
Y entre tanta cuestión con olor a lavandina y alcohol, y tanta paranoia que la llegada de un gasista a casa puede ser vista como el enemigo mundial de la OMS, un dolor de cuerpo por actividad física suena muy bien.
Hoy volveré a intentarlo, necesito cansarme para dormir, porque aunque uno use la mente, el cuerpo necesita fatigarse, el insomnio acecha y la música no alcanza, por más zen que sea. Así que en medio de sentadillas y estocadas, le voy a dar batalla a la cardio de la felicidad.