«Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema» W. Churchill
Siempre admiré a don Winston, a pesar de no ser contemporáneos, me parece de una claridad asombrosa, y de una posmodernidad más clara aún. Este hombre práctico era capaz de ir contra las conciencias de masa de la época sin que le tiemble el pulso, si pensaba que resultaba necesario para el bien común. Ante el error, no temía enmendar sus posiciones, sino que razonaba y cambiaba. Y tenía conciencia que sin trabajo, sin esfuerzo, no había equidad posible.
Sostenía que había tres tipos de personas, aquellas que morían de aburrimiento, las que morían preocupadas en un discurso y las que trabajaban y actuaban hasta morir. Aspiro a ser de las últimas. También me siento optimista como él aunque todo a mi alrededor me diga que me tire y me resigne.
Por eso me expongo y hago públicos mis pensamientos, estoy convencida que el cambio pasa por dejar de lamentarnos y actuar, hablar, quejarnos, participar, no importa tu ideología, todas bienvenidas, no importa disentir, es necesario.
Ahora, mi límite es la hipocresía. Ahí no tranzo. El falso dilema, la ola cool que se queda defendiendo el discurso progresista que vive del pasado, y de un pasado que fue un fracaso estrepitoso. Estoy cansada de escuchar intelectuales que enfundados en la piel de los pobres hablan de inequidades. y hablan en su nombre, como si los pobres no tuvieran voz. Lo que a veces no tienen es educación y acceso a la cultura, porque estos mismos gobiernos y personajes siniestros se la quitaron.
No es gratis decir lo que uno piensa, muestra los matices que nos rodean, ayer, por ejemplo, me propuse exponer en carne viva y sin edición lo iba sintiendo mientras el presidente de mi país daba un discurso junto a dos gobernadores. Obviamente fui ofendida, agredida, y castigada. Se supone que si un gobierno se declara de izquierda o de centro izquierda no debe ser criticado, aunque genere hambre, aunque aumente ollas populares ( la muestra inequívoca de la pobreza), aunque castigue la producción y la generación de riqueza, aunque construya las diferencias sociales extremas en las que vivimos.
Vivo en un país que si no te gusta un partido, sos del otro. ¿Y si no me gusta ninguno? ¿Y si quiero otra política? No podemos temer a la política, es la única manera de accionar en la vida. Y para cerrar mi diario de hoy, y espero tu opinión que lo haría útil, vuelvo al gran Churchill, sin miedo a que mis palabras sean mi alimento: «A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada»