Otro día con pocos alicientes. Amanecí, tomé unos mates y me llamaron de la radio para recomendar libros. Pero hablamos de otras cuestiones, como el hambre de los escritores y de las editoriales. La suspensión de todas las tareas que nos abarcan y la virtualidad como opción. En un mundo donde la cultura es desperdicio, no existe nada que la vuelva relevante. Yo alzo mi voz, aún cuando eso signifique soportar asedio, porque creo que sin un cambio cultural relevante nada es posible. Los escritores o los actores de la cultura apenas logramos pagar un monotributo, y trabajamos en extensión facturando a universidades o direcciones de cultura.
Cuando logramos publicar, la mayor parte de las regalías no son nuestras, entonces escribimos columnas, damos conferencias y charlas y la mar en coche para sobrevivir. Por eso cuando hablan, desde un espacio perfectamente decorado y un colchón de dólares de calma en el bolsillo algunos dirigentes sobre la posibilidad de reflexión de este tiempo, no sé si es una hijaputez o una ignorancia de la otredad.
La vida está hecha de cuestiones básicas, una de las más básicas es la cultura y la educación, y no están resueltas, y no se resuelven minimizando las calificaciones, o creyendo que el esfuerzo y el mérito son mala palabra. Así estamos, llenos de cabezas huecas desde hace mínimo treinta años, ostentando el poder.
Volviendo a la radio, uno de los medios más interesantes, y que creo que va a sobrevivir este cambio paradigmático en lo ha que hace a massmedia y tecnología, siempre agradezco la posibilidad de expresarme. Pero cuando corté, sentí que eso solo no alcanzaba, es hora de dejar de hablar y ponerse manos a la obra. Después de escribir el diario, voy a ponerme una ley de jubilación para escritores al hombro, voy a tratar de que seamos legalmente respetados. Por que hasta ahora la educación, la cultura y dentro de ella la escritura, han sido sólo palabras, que paradoja. ¡Basta de cháchara!Como muestra la ilustración, es hora de construir nuestro castillo.