La vida en Pedacitos

Esta pandemia es cruel por donde se la mire, pero a los argentinos nos agregaron dolor.

La cuarentena es por mucho, más cruel que lo necesario. Porque no sólo nos coarta libertades, sino que genera una insoportable sensación de culpa constante ante cualquier acto de libertad que nos atrevamos a realizar.

Así nos encontramos en puntas de pie por salir a la vereda sin barbijo. Es que la vecina de enfrente llamó a la policía para denunciar al de al lado porque caminó con el perro sin barbijo la semana pasada. Él, no el perro. Y así fuimos acostumbrándonos a todo aquello que tratamos de quitarnos por años. Señalarnos con el dedo, ese “algo habrá hecho”, “por algo debe ser” y otras yerbas dictatoriales del pasado que parece que ahora debemos considerar normales. Porque nos cuidan.

En este quehacer diario de cuarentena, comencé a escribir todos los días lo que me va pasando en lo cotidiano, mis reflexiones acerca de las cuestiones sociales y políticas que nos rodean y también algunos miedos, cavilaciones propias y de otros, poemas, en fin. Algunos siguen mi diario como un reflejo de vida en cuarentena, otros lo utilizan para mofarse, y habrá quienes lo ignoran.

Pero lo cierto es que lo hago como ejercicio de libertad de expresión. La misma que utilizo en esta nota que no pretende moralizar sino ofrecer una posibilidad de repensarnos como sociedad. Parece que últimamente el ejercicio de la libertad es un delito. Lamentablemente hemos oído de nuestro Jefe de Gabinete decir que gente contraria a su gobierno “No son la gente, no son el pueblo, no son la Argentina” y por más que se explique, es clara su posición. El que no piensa como él no es gente ni pueblo. No sería relevante si no fuera quien comanda nuestros ministros. Y no fue la única expresión deplorable del gobierno sino el ejemplo elegido por lo representativo.

Entonces, en esta forma de ver la vida en pedacitos que tiene llevar un diario de cuarentena, noté que nos estamos quebrando, y que estamos teniendo demasiadas filtraciones en nuestra trama social. Quizá porque el miedo a la muerte, que siempre late en nuestros corazones, se nos ha expuesto y contabilizado a diario para paralizar nuestro hacer.

Junto al drama humano de los muertos, y de los contagiados y su angustia, aparece la sociología o psicosociología de las conductas de la gente en esta crisis inédita. Reflejan lo bueno y lo malo de las personas, el heroísmo y la mezquindad. Y es preocupante. No me resulta interesante censurar lo que haga la gente en esta hora de la historia. Se lo dejo a los ungidos de lo moralmente correcto. Me siento cerca de aquellos que, sin causar ningún perjuicio, sin molestar, tratan de evadirse de la prisión de un confinamiento insoportable.

El pecado hoy es ser libre. Aun contra una autoridad que abusa. Y la verdad es que nació en este tiempo asfixiante la policía de las ventanas, los espías del vecindario, que te denuncian si te atreves a escapar del cautiverio común.
Y te gritan si estás en la calle, si te bajás el barbijo, si esto o lo otro. Te odian si sos joven, con una autoridad delatora que hace cumplir el nuevo sexto mandamiento de no salir de casa. Hay muchas series referidas como La Valla, que representa a estas personas serviles a no se sabe quién. O tan miedosas que azotan a quienes los rodean creyendo ser útiles al bien común.

Tenemos tantas reglas y multas y sanciones, que es difícil respirar. Y todo para nada, porque el único resultado ha sido la destrucción económica y la ruptura de la conciencia social que nos costó años conseguir. En un país alocado, con los derechos adquiridos en juego, donde todo parece estar al revés, pareciera ser que decir la verdad es revolucionario. Aunque esa verdad sea una propia, individual y cuestionable, lograda uniendo los pedazos rotos de la sociedad que alguna vez intentamos construir. Y tendríamos que hacerlo con decencia.

La decencia, que no es moneda corriente, no es un romanticismo, debería ser una aspiración social. La decencia es un valor que tiene que ver con el comportamiento digno. Como valor que es, es un principio rector de la vida, y estos valores dan contenido a nuestra existencia. En la medida en que los carecemos y no los vivimos, nuestra propia vida se vacía. Los valores permiten enriquecer la motivación y, en consecuencia, consolidan las esperanzas que se pueden tener.

Comportarse decentemente significa realizar en actos concretos un comportamiento que refleja la riqueza como persona y el respeto por los demás. Significa saber valorar a los demás y considerarlos en toda su riqueza humana. Ser digno significa ser una persona íntegra, que diga lo que piensa, que actúe de acuerdo con lo que dice, y que se comporte ante el mundo como tal, tal vez si los argentinos comenzamos a valorar la decencia, tendríamos gobiernos que la practique y la vida se volvería una unidad predecible.

Una en la que cualquier pedacito que tomemos encaje en el rompecabezas social.
Como parece que se han dado cuenta que la solución no es aislarnos y encerrarnos y que pronto podremos vivir más libres no olvidemos que, a pesar de un año atroz y desconsiderado, todos los argentinos somos gente, todos somos pueblo, todos somos argentinos.

(*)
Escritora
Gestora Cultural

Diario de Cuarentena: Los pasos perdidos

«Había grandes lagunas de semanas y semanas en la crónica de mi propio existir; temporadas que no me dejaban un recuerdo válido, la huella de una sensación excepcional, una emoción duradera; días en que todo gesto me producía la obsesionante impresión de haberlo hecho antes en circunstancias idénticas -de haberme sentado en el mismo rincón, de haber contado la misma historia, mirando al velero preso en el cristal de un pisapapel. Cuando se festejaba mi cumpleaños en medio de las mismas caras, en los mismos lugares, con la misma canción repetida en coro, me asaltaba invariablemente la idea de que esto sólo difería del cumpleaños anterior en la aparición de una vela más sobre un pastel cuyo saber era idéntico al de la vez pasada. Subiendo y bajando la cuesta de los días, con la misma piedra en el hombro, me sostenía por obra de un impulso adquirido a fuerza de paroxismos -impulso que cedería tarde o temprano, en una fecha que acaso figuraba en el calendario del año en curso-. Pero evadirse de esto, en el mundo que me hubiera tocado en suerte, era tan imposible como tratar de revivir, en estos tiempos, ciertas gestas de heroísmo o de santidad». Alejo Carpentier

Bueno, parece que el país va a comenzar a liberarse de a poco, después de tanta crónica espantada por la desidia y la pereza, Pero, aunque es un gran paso, es un paso que puede ser en falso si no somos capaces de controlar las cuestiones urgentes como sociedad. Parece que quieren reformar la justicia, como no tenemos problemas siguen insistiendo en crear nuevos. Esa manía argenta de tener justicia que coma de la mano del ejecutivo de turno. Por otra parte, le decimos al mundo que no tenemos plan económico, cosa de que se asusten más. A veces cuando hablo con mi familia y amigos que viven en países predecibles, no pueden creer la resistencia de nuestro pueblo. A veces me pregunto si no confunden resistencia con ignorancia.

Comenzamos a andar, con muletas, sin ilusiones y por senderos escabrosos, llenos de obstáculos de todo tipo. Expectantes, ese gran paso dará lugar a otros, para rehacernos, para volver a contar la vida y no la muerte, para descontrolar un poco las emociones, cafetear con amigos, y aún sin abrazarnos, sentir que estamos más cerca de lo natural. Aunque sea un rato de tu día podrá ser diferente. Y en el abanico de sensaciones con sabor a pasado vivido, subiendo con la misma piedra al hombro una y otra vez, tal vez hallemos un dejo de paz.

Diario de Cuarentena: equilibrio

 La responsabilidad es el precio de la libertad.Elbert Hubbard

La libertad como palabra carga un simbolismo impresionante, que a veces lleva a excesos. Por eso me gusta la frase del gran promotor del Arts and Crafts que le pone un precio. Y es el de ser responsables con ella. ¿Vos sos libre? seguramente crees serlo, como todos, ¿libre y responsable de esa libertad? ¿Cambia no?

Es difícil la responsabilidad, hacernos cargo de que en el ejercicio de nuestra libertad somos responsables de lo que con ella generamos. Y ahí viene también otra cuestión que es no confundir ser responsables con ser esclavos. Uf, hoy me levanté filosófica y no puedo parar.

Por ejemplo, hice un risotto libremente para mi familia, me encanta decir que buena soy con esa comida que seguramente vi cocinar. Y entonces después cuando mi hijo puso cara de que feo esto, me sentí esclava.

Sin embargo ambas cosas resultaron falsas, no era tan libre cuando cociné, porque culturalmente nací obligada a hacerlo, ni fuí tan esclava cuando no me salió como quería.

Al fin de cuentas ejercer la libertad es un equilibrio difícil y maravilloso, en el que las personas de bien, comprendemos que el otro tiene sus derechos, y que nuestra libertad termina cuando los coartamos.

Una pena que los gobiernos del mundo no puedan pensar la libertad Arts and Crafts que propongo, ¿y vos?

Diario de Cuarentena

Un viernes que nos llama a recuperar la pasión, esa que perdimos cuando convertimos nuestra sociedad en ésta.¿ Vos te preguntas qué hice mal? ¿cómo pude haber llegado acá? O te borrás y hacés de cuenta que es culpa de otros.

Porque al fin de cuentas, estamos todos en el mismo barro. Pisoteados. Este viernes me propuse tratar de tomar menos mate, y ya fallé, comenzar la dieta, y estoy pensando en hacer una paella. Cuestionar mis propios procesos, y aquí me ves, justificándolos. Con pocas certezas, y con la mente bastante calma para la locura que corre hoy día, puedo tomarme el tiempo de hidratar mis manos, que de tanto lavarlas se están agrietando. Y de toser sin sentirme tísica. Que no es poco.

¿Cómo la llevás vos? ¿ya tenés menos piel de tanto refregar la casa con lavandina? Parece que en 2020 descubrimos que la higiene es importante. Siempre lo fue. Las paradojas de los políticos, que ahora nos exigen manos limpias. Tal vez, como reza Lope de Vega, habría que tenerlos seguros con tres clavos. Les dejo un soneto para poner poesía a tanta burguesía consumada.

¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,
y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!

Seguí mil veces vuestro pie sagrado,
fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas, atrevido,
al mismo precio en que me habéis comprado.

Besos de paz os di para ofenderos,
pero si fugitivos de su dueño
hierran cuando los hallan los esclavos,

hoy que vuelvo con lágrimas a veros,
clavadme vos a vos en vuestro leño,
y tendréisme seguro con tres clavos.

Diario de cuarentena

¿Dónde empieza y donde termina un día? Casi siempre el mío, en cuarentena, empieza con la notebook en mi cuarto escribiendo algo. Este diario, un poema, mi novela, un artículo para el diario o simplemente alguna reflexión sobre mi trabajo, ya sea literario o de gestión de cultura. Pero claro, las mujeres, normalmente no nos definimos por ser sencillas. Entonces en mi mente, aparte de lo que escribo, reflexiono o gesto, está el pedido de supermercado para la quincena, si me hace falta fruta, que cagada como tengo las uñas, dónde andarán mis hijos que ya son grandes y viven su propia cuarentena y cómo voy a hacer para no engordar en este encierro. Ahora la entiendo a Eva.

Así y todo, tras un día de limpieza, textos, cocina necesaria, frutas y algún desborde helado, llega la noche y un número tal de muertos e infectados me deja pensando hasta la madrugada. Y eso que la mayor parte del día pongo música, tomo tecitos blends, hago pesas, yoga, trato y trato de entrar en la meditación, pero la infodemia me aplasta.

Y no es que de madrugada me vuelvo Alice Munro, me desvelo y punto. Por eso este diario de hoy lo dedico a dar tips para no cometer los siguientes actos indeseables por la madrugada:

  • atacar la alacena de galletitas dulces
  • tomarse un par de tragos sola que serán dolor de cabeza al día siguiente
  • comerse las uñas con esmalte semipermanente incluído
  • cortarse el pelo y quedar como Maradona a los veinte (si tienen rulos como yo)
  • volverse Marie Kondo y despertar a su pareja, hijos, vecinos, etc.
  • terminar las galletitas y avanzar sobre la heladera con restos de la cena.
  • ver películas deplorables en Netflix
  • volver a encender los notidemias.

Si pueden aflojarle a cinco de éstos, van bien, si no es así, acepten urgente la terapia online estatal o la que les propuso el psicólogo para poder comer. Así dividen los kilos de más.

Diario de Cuarentena

Estamos en el quinto día de una cuarentena apocalíptica que nos hace pensar en todas las distopías filmadas y escritas en la última década. Pero no nos llamamos Jennifer ni tenemos esa atlética postura frente al mal. Además, este mal con ojos inclinados y dudosa procedencia, es invisible. Entonces hacemos lo que podemos. Y eso es poco. Y los médicos hacen lo que pueden. Y en Sudamérica es muy poco.

Las abuelas cosen barbijos que no sabemos si sirven, y en el día se nos van acumulando síntomas. A la mañana nos duele mucho la garganta, pero un artículo del diario dice que lo más comun es el dolor de cabeza, luego por supuesto pasamos la tarde con una jaqueca severa. Nos tomamos la fiebre varias veces al día y apagamos el televisor para volver a encenderlo unas veinte veces por día.

Los noticieros, es decir las veinticuatro horas de programación, nos muestran muertos y cajones en un travelling alocado por todo el universo. Y solo en el canal animal hablan del ébola. Pero algo grave sucede, porque está el planeta alineado para que nos muramos rápido. Por el virus o de miedo.

Personalmente creo que ya se terminaron las suscripciones Mensa y que son ellos, los genios del futuro, los elegidos, con un IQ terrible y la posibilidad de salvar el planeta. Los demás somos descarte. Conste que lo estoy escribiendo pos ataque de pánico. Ya me calmé y todo. Porque es difícil no pensar, si te olvidaste un rato suena el celular y es tu mamá que quiere vivir noventa años más y está preocupada en que vos le resuelvas todos sus mandados aunque te contagies, o tu amiga que sigue afilando la lengua aunque la vida le esté demostrando que no es cuestión de discurso, o vos misma te cuelgues buscando en google si cuando tragás y te duele es coronavirus. No te sientas solo en el mundo. Estamos todos igual. Atravesados por una certeza que es la siempre: vamos a morir.

Historias de barrio: El Prado Español, raigambre de fomento y ciudadanía

Cada barrio tiene su historia, sus refugios, esos recovecos que la vida va dejando como testimonio de lo que fue. En el Prado Español, ya no queda el magnífico arco que oraba de entrada y que era testigo de fiestas, amores y desdichas de antaño, sus bailes dieron paso a loteos y progreso, y muchos inmigrantes en ese juego interminable con el tiempo, construyeron sus vidas al ritmo de paso doble.
Pero no es la única historia de piedra y cemento que se descolgó del pasado para crear mitos. La loba es todo un hito en el barrio Prado Español, transformándolo en el Monte Platino de Rómulo y Remo. Esa loba, que está en la sede central del Club River Plate, tiene en su haber la fuerza de los obreros que colocaban los adoquines de nuestra ciudad, la sombra de los aromos de Frías y Levalle, donde el obrador se había emplazado; la pérdida del lobo que la acompañaba en aquel predio que posteriormente se dice también que se utilizaba para espectáculos.
La loba hizo famoso al boliche de los Zaccardi cuando la emplazaron en su local de calle Alemania, y ha escuchado historias de los trabajadores de “La Elvira” y de miles de ciudadanos que resumían la historia en un vaso compartido. Los sueños de la antigua Escuela 27 que quedaron truncos. Los actuales proyectos de la pujante Escuela N° 29 que promete futuro.
La placita de los juegos en las que tantos de nosotros supimos divertirnos, y la Biblioteca Esteban Echeverría, que de la mano de Oscar Soulet y su fomentismo epopéyico, otorga sabiduría a la población.
El Prado Español que antaño recibía a los artistas destacados de la ciudad y el país, cubría con su arco desde Eusebio Marcilla presentando su auto hasta la presencia del coronel Juan Domingo Perón.
Siempre fue un barrio de apoyo a sus vecinos, y de raigambre de fomento y ciudadanía, que desde hace años la aporta don Osvaldo Giapor que tiene una frase magnífica que lo pinta “La única forma de progresar es estando todos juntos”, dice convencido y contundente.
Pero el barrio Prado español es también el futbol del fin de semana en la cancha de “La Loba”, es la charla de vecinas queridas, algunas ya cabalgando en un cielo de placeres infinitos, como Viducha y la Pelada, o Doña Nina; que nos dejaron cuentos interminables y recetas de tortas donde la vida tenía sabor a limón.
Hoy otras jóvenes señoras lo pueblan, lo transitan niños protegidos por la Virgen del Rosario de San Nicolás, que bicicletean en el boulevard 12 de Octubre hasta Posadas, convirtiéndose en cometas de un mundo que puede ser mejor.
Ojalá nos trascienda el espíritu de este barrio, y nos embeba de proyectos y de colaboracionismo, y haya muchos Soulet o Giapor en el futuro, para construir con conciencia la vuelta a lo humano, al otro como uno y valor ante la adversidad.