Diario de cuarentena: No tan distintos

Parece que el otoño se empecina en regalarnos luz. Afuera todo cambia. La gente se mueve más, pero lo hace tan despacio. ¿Adónde van? En casa la vida cotidiana está suspendida, o tal vez supeditada a la media de los profesionales independientes. Nico estudia virtual agronomía, con la falta de compromiso docente que no responde ni consultas ni mail. Yo me enojo y le pido me deje levantar quejas. Él, con una sabiduría milennial me responde que no sirve, para qué.

Y entonces recuerdo mis épocas de militante universitaria, y le cuento para qué. Para cambiar las cosas hay que moverse hijo, hay que pelearla. Nadie te regala nada. También recuerdo al resto de mi generación mirándome como si estuviera loca, pegando carteles y gritando en plazas por la libertad. También pensaban para qué. Claro que la vida nos demuestra que hay un status quo clavado en el poder de turno que no se quiere mover, y que es lo mismo aunque los nombres cambien.

Al fin de cuentas, tantas TICS, tanta transformación, tanto bicho suelto y no somos tan distintos a los del 89, y Burruchaga es un pescado, digo en voz alta. Todos en casa me miran, nadie conoce mucho a SUMO, mi amor me lleva más de una generación y con mis hijos diferimos en tres. Pero hay algo que nos une como familia: no queremos más guerras.

Me levanto y como si fuese un himno les canto sin la voz de Luca, pero con su fuerza:

People moving every day
You know they move so slow
Do they know why they are going?
Do they know why they go?
Look into the book of rules
And tell me what you see
Are you all that different
Are you just the same as me? Waiting for 1989
We don’t want no more warLove is slipping away
It slips away so fast
I always thought that it would
Last and it would last
Look into your book of rules
And tell me what you see
Am I all that different?
Are you just the same as me
Waiting for 1989
We don’t want no more warWaiting for 1989
Burruchaga es un pescado
And shut that door.

Soledad Vignolo y el mal momento de los escritores

Más allá de seguir con la producción literaria desde los hogares, la actividad de los escritores está literalmente parada. No pueden dar charlas, talleres ni promocionar libros.

La escritora local Soledad Vignolo contó que no la están pasando bien y dijo que “nos estamos muriendo de hambre. De tener cuatro trabajos, pasé a no tener ninguno. El dictado de los talleres de extensión está cerrado porque no hay posibilidad de cercanía. Intenté con los talleres virtuales, donde tengo unos pocos alumnos, pero la realidad es que la gente no tiene dinero. Además, virtualmente es difícil transmitir muchas cuestiones que tienen que ver con la emoción, que con eso tiene que ver la escritura”.

“Estos son momentos de mucha introspección y producción, terminé una novela y comencé con otra, estoy haciendo cursos. El gobierno está ofreciendo muchas plataformas de capacitación gratuitas pero con eso no podemos comer, porque desde SADE conozco la realidad de los escritores locales y zonales. Están en situaciones lamentables y somos casi todos monotributistas que no estamos contemplados en ninguna ayuda. Nadie habla de los escritores y formamos parte del grupo de artistas”, expresó.

Editores
Sobre las editoriales, puntualizó que “tampoco están trabajando, toda la industria está parada. Hubo una feria del libro de editoriales independientes on line que fue promocionada y la gente la visitó, pero lo único que hizo fue oír las charlas o participar de algún taller, no hubo ventas. No hay dinero y lo último que a uno se le ocurre comprar es un libro”.

Diario de cuarentena: Desde el jardín

Las hojas tostadas del arce que veo desde el jardín, me causan la melancolía propia de quien tiene años encima. Y que sabe que la suerte siempre fue esquiva y que estamos a merced de una casta que parece que elegimos pero no. Se agitan en naranjas y marrones las ramas sujetas que son una perfecta definición en espejo.

Cómo soportar ya es harina de otro costal. Mi casa, amada y remodelada con esfuerzo, que creo espaciosa , se precipita sobre mi cabeza, los espacios se vuelven más y más monótonos , se empequeñecen y mi patio escueto que otrora consideraba precioso, es casi un jardín de invierno.

Entonces recuerdo, y el recuerdo se hace luz, y flor, se vuelve raíz y simiente, con las espinas propias pero con rosales y margaritas espléndidas. Lilas, abedules y árboles de caramelo me traen a mi memoria una lectura de antaño.

Y viene el anhelo, llamaría a Jerzy Kosinski para que nos consiga un Chance que nos salve, y que nos diga que la vida en sus cuestiones, es tan sencilla como una mente pura, tan limitada y tan perfecta como un jazmín creciendo y tan posible como si la viéramos a diario desde el jardín.

Diario de Cuarentena

Un viernes que nos llama a recuperar la pasión, esa que perdimos cuando convertimos nuestra sociedad en ésta.¿ Vos te preguntas qué hice mal? ¿cómo pude haber llegado acá? O te borrás y hacés de cuenta que es culpa de otros.

Porque al fin de cuentas, estamos todos en el mismo barro. Pisoteados. Este viernes me propuse tratar de tomar menos mate, y ya fallé, comenzar la dieta, y estoy pensando en hacer una paella. Cuestionar mis propios procesos, y aquí me ves, justificándolos. Con pocas certezas, y con la mente bastante calma para la locura que corre hoy día, puedo tomarme el tiempo de hidratar mis manos, que de tanto lavarlas se están agrietando. Y de toser sin sentirme tísica. Que no es poco.

¿Cómo la llevás vos? ¿ya tenés menos piel de tanto refregar la casa con lavandina? Parece que en 2020 descubrimos que la higiene es importante. Siempre lo fue. Las paradojas de los políticos, que ahora nos exigen manos limpias. Tal vez, como reza Lope de Vega, habría que tenerlos seguros con tres clavos. Les dejo un soneto para poner poesía a tanta burguesía consumada.

¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,
y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!

Seguí mil veces vuestro pie sagrado,
fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas, atrevido,
al mismo precio en que me habéis comprado.

Besos de paz os di para ofenderos,
pero si fugitivos de su dueño
hierran cuando los hallan los esclavos,

hoy que vuelvo con lágrimas a veros,
clavadme vos a vos en vuestro leño,
y tendréisme seguro con tres clavos.

Contador

Trabajo todo el día, en condiciones esclavas, con la paciencia al límite. La ira se me escapa por debajo de la piel cuando el hambre me deja respirar. Mi trabajo es insano, agotador, con fríos extremos y terrores nocturnos, posiblemente sea desconocido por el pueblo, por los gobernantes de turno y hasta por las autoridades internacionales. A veces creo que debe ser ilegal. Sin embargo, no puedo parar de trabajar, sin descanso, desconociendo climas y tormentos, anunciando quiebres que se harán grieta en la trama social que habitamos. Lo grito de muchas formas específicas, en tirones que se vuelven rojos de tanto tirar. En saltos abismales que no suelen temer aterrizar, porque el vuelo es eterno, y en voces varias, a ver si alguien se entera que trabajo. A ver si alguien me paga de una buena vez. Todo el día creando identidades e impidiendo la desaparición de otras. Buscando posibles soluciones que se puedan contar. Mirando la vida, en fin, escribiendo.