Las hojas tostadas del arce que veo desde el jardín, me causan la melancolía propia de quien tiene años encima. Y que sabe que la suerte siempre fue esquiva y que estamos a merced de una casta que parece que elegimos pero no. Se agitan en naranjas y marrones las ramas sujetas que son una perfecta definición en espejo.
Cómo soportar ya es harina de otro costal. Mi casa, amada y remodelada con esfuerzo, que creo espaciosa , se precipita sobre mi cabeza, los espacios se vuelven más y más monótonos , se empequeñecen y mi patio escueto que otrora consideraba precioso, es casi un jardín de invierno.
Entonces recuerdo, y el recuerdo se hace luz, y flor, se vuelve raíz y simiente, con las espinas propias pero con rosales y margaritas espléndidas. Lilas, abedules y árboles de caramelo me traen a mi memoria una lectura de antaño.
Y viene el anhelo, llamaría a Jerzy Kosinski para que nos consiga un Chance que nos salve, y que nos diga que la vida en sus cuestiones, es tan sencilla como una mente pura, tan limitada y tan perfecta como un jazmín creciendo y tan posible como si la viéramos a diario desde el jardín.