Intentaré emular su gracia intelectual para contar nuestro último encuentro en el Congreso Mundial de la Lengua en Córdoba. La casualidad me sentó al lado de Norma Morandini, que comenzaba a enseñarme a ver el mundo con la profundidad de sus ojos. Esperábamos la conferencia del gran escritor nicaragüense Sergio Ramírez Mercado que luego gracias a Norma conocí junto a su encantadora mujer.
Luisa, menuda y carismática pobló con su risa maravillada el teatro del Libertador San Martín. Ella era una obra de arte dentro de otra. Imposible desconocer su voz y su afable dignidad literaria que le fluía con la misma naturalidad que otros dioses de las letras. Siempre la leí, siempre la admiré y la consideré la Borges femenina de nuestras letras. Tan exquisita, tan creativa, tan Luisa Valenzuela. Cuando se acercó a saludar a Norma intercambiamos algunas palabras de cortesía pero no pude disimular mi admiración y le pedí permiso para fotografiarla. Luisa posó con la hidalguía que le es propia, y risueña me dijo que la subiera sin filtros, como era.
Luisa Valenzuela es una estrella, lleva más de treinta libros publicados y su vida fue periodística y literaria. Tiene la vida para contar y cuenta cuentos. Lo hace desde el desparpajo de la sabiduría y de su juventud eterna. Libre y polifacética nos muestra que nada está dicho o prohibido a la hora de escribir.
Hoy voy a reseñar el libro de cuentos que lleva el nombre de El chiste de Dios, consta de una introducción desvelada y quince cuentos. En ellos la autora despliega todas las herramientas propias para reírse de las reglas y las normas de la literatura actual. Llena de adjetivaciones y de citas, y de anécdotas, y de nombres, y de sutiles guiños, no descarta lo histórico, lo mítico, la filosofía y la ciencia, se pasea conforme a sus placeres por los oficios de los que escribimos, de los críticos y hasta con la anuencia de una prosa ágil y alegre, juega con las vocales.
Es un viaje único, el Desayuno en Marsella, el Almuerzo japonés con amigas en el barrio de Belgrano, la Cena chupa huesos con irónico final, La Marca chagásica que convierte a un posible asesino en escritor, la sorpresa de La otra Alicia, de feria de Frankfurt y conferencia en Berlín a una cuestión de identidad usurpada; sus invitaciones a la Feria del Libro de Guadalajara que la sometieron literalmente a poner El dedo en la llaga, el amor travieso y los malos entendidos de Rosa, Rosae; la muerte irremediable en su cuento La carta de amor, El encuentro inefable que solo logra Luisa en una breve historia que une a la Negra Sosa y Gardel. Claro que no se pierde en cuestiones vanas cuando nos explica los mitos propios de La sal de la Tierra, o nos atrae una Luna Menguante en un conventillo procaz llenos de macetas algo mustias. Se atreve a la parábola con La Gomera, que para mí es un breve pero magistral cuento que roza lo fantástico. Nos da lecciones de como debe meterse una escritora en la piel de su personaje durante Conjeturas del más Allá, nos sentimos un poco protagonistas de Perdición o El chiste de Dios, infelices al fin y termina este magistral compilado con El Narrador.
Cierro al decir de la propia autora, recomendando mucho éste volumen:
¡Ya vamos a ver quien toma la manija, es decir la palabra!