Fuera de Quicio

Cada palabra que diga en público la diré en nombre de mi hermana.
Seré universalmente admirada. Fern será influyente en secreto. Ese es el plan.
Ese era el plan.

La autora de Fuera de quicio no desea que las reseñas alerten a sus lectores, para que la sorpresa sea auténtica. Por lo que es poco lo que puedo contar de la obra, una historia que habla sobre el amor, la investigación, la melancolía y la aventura de un mundo poblado por seres diversos.

La historia la narrada  Rosemary, que de a poco, nos va dando a conocer su familia, sus padres científicos y sus hermanos, Lowell y Fern. La novela va y viene en el tiempo y de ese modo nos enteramos de la infancia hasta la juventud madura de la actualidad de estos hermanos. Nos deja ver la trama, aquello que podemos conocer: que Rosemary y Fern eran íntimas, que Lowell parecía querer a Fern más que a Rosemary, que hay otras personas en la casa, y a medida que avanza la historia nos enteramos que de los dos hermanos uno desapareció y otro se fue. Nos enteraremos del por qué pasada ya la novela. Los padres, que dicen ser amantes de los animales, pexperimentan con ellos, poniendo a prueba la ética, la narración no deja dudas de lo terrible que resultan sus pruebas, pero también hace saber que es ciencia y que muchos avances se deben a esa crueldad. La autora parece invitarnos a reflexionar sobre la tensión existente entre esos ámbitos, se vuelve algo hermética por momentos pero desentraña el final con maestría. La verdad de Rosemary llega para que nos demos cuenta de la inconsciencia lectora hasta ese momento: Fern no se fue de casa por voluntad propia, se la llevaron. Terminará su vida en una jaula, porque es un chimpancé, al que los padres de Rosemary adoptaron como parte de un experimento, para que se criara con sus hijos y analizar su comportamiento, su crecimiento. Fern y Rosemary vivieron unidas y tal es así, que Rosemary vive la ausencia de Fern como algo traumático y se llena de nostalgia. Al saber el destino de Fern, comprende el enojo de su hermano, la mentira, el horror, la decepción. «Fuera de quicio» no pretende, es de lenguaje simple y expresivo, hace un culto a la equidad y al trato sobre los animales. Habla de derechos, de identidad, de lo esencial para ser. Ser animal, ser humano.

El infinito en un junco

En diferentes épocas, hemos ensayado libros de humo, de piedra, de tierra, de hojas, de juncos, de seda, de piel, de harapos, de árboles y, ahora, de luz —los ordenadores y e-books —. Han variado en el tiempo los gestos de abrir y cerrar los libros, o de viajar por el texto… Han tenido muchas formas, pero lo incontestable es el éxito apabullante del hallazgo. Debemos a los libros la supervivencia de las mejores ideas fabricadas por la especie humana. (pág.333)

Leer a Irene Vallejo es exquisito, pero eso no significa que sea un solaz, por el contrario nos aventuramos a todo cuando abrimos su obra, incluso podemos ser uno de los personajes a caballo con los que Ptolomeo III pretendía rescatar los libros para la Biblioteca de Alejandría, con las versiones oficiales de las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides preservadas en el archivo de Atenas .

El infinito en un junco (2019) es amor, puro, amor por los libros como objetos de memoria, como significantes y significados, en toda la esencia que la literatura les otorgó al contenerla por siglos. Vallejo narra hilando pasado y presente, para deslumbrarnos con una búsqueda ancestral que nos construye en el ahora. Investigadora voraz, la autora nos regala sus datos para que vivamos el pasado con realidades y con certezas, entonces es que nos pasea, por Alejandría, Atenas, Florencia, Cartago, Timgad y recorremos con ella esas calles llenas de historia, reflejo de un trabajo escrupuloso e íntegro que se vuelve valor agregado al ver la frondosa bibliografía de la obra. Es un ensayo que excede el género y da valor a la figura del bibliotecario, desde Demetrio de Falero, y da cuenta de la fogocidad de la sociedad alejandrina por los libros,o pone en blanco el regalo de Marco Antonio a Cleopatra, esos doscientos mil volúmenes para encender la pasión. Esta oda al libro como camino que elimina fronteras y el sueño de Alejandro Magno se nos impregna en la piel, pero también pone en valor al papiro: “En el tercer milenio a. C. los egipcios descubrieron que con aquellos juncos podían fabricar hojas para la escritura, y en el primer milenio ya habían extendido su hallazgo a los pueblos de Próximo Oriente. Durante siglos, los hebreos, los griegos y luego los romanos escribieron su literatura en rollos de papiro”. (pág.32). Los esclavos de Roma como constructores de cultura, un gran acierto de la autora, desarrollando la ilustración de estos griegos esclavizados frente a las nuevas generaciones. Tal vez una paradoja que nos baña en la cruda realidad actual.

El infinito en un junco  cuenta el funcionamiento las bibliotecas en el imperio romano, desde las exquisitas bibliotecas de los foros a las frívolas salas de lectura de los baños. Irene nos incomoda y convida a pensar la Biblioclastia del siglo XX: las bibliotecas bombardeadas en las dos guerras, la Revolución Cultural china, las purgas soviéticas, las librerías atacadas y el alzamiento contra Salman Rushdie, lo dice así: “El siglo XXI empezó con el saqueo, consentido por las tropas estadounidenses, de museos y bibliotecas de Irak, donde la escritura caligrafió el mundo por primera vez”. (pág.194). Vallejo deslumbra con su buen escribir y con la introspección que genera en el lector, a punto tal que El infinito en un junco un concilio único entre la historia de la humanidad ylos libros.

Invito a su lectura con la vehemencia de lo necesario, nos permite crecer, reconocer, olvidar, asombrarnos, desplazarnos y entonces sí, comprender. La contundencia investigativa genera sabiduría y la continua circularidad de la historia planteada, donde presente y pasado van y vienen tejiendo trama está lograda con rigurosidad histórica. Este libro contribuye a la memoria de los pueblos y de los libros, como objetos de significación necesarios para construir identidad.

Librazo

Baltazar contra el olvido

“Lo que yo pueda acordarme y lo que me cuenten de ella va a ser todo lo que tenga de ahora en más. Todo lo que no sea olvido será mamá”.

Baltazar contra el olvida, Mauricio Koch

Mauricio Koch (Villa Ballester, 1974) narra la historia del asesimato de una mujer en un pueblo entrerriano, y lo hace la voz en primera persona de uno de sus hijos. En Baltasar contra el olvido, Koch camina seguro y sin género, en esta historia profunda que, no apela a recursos trillados, para hablar de todos los temas de hoy: injusticia, violencia, desamparo, soledad, bulling. Y los trata como si solo fueran la trastienda de lo único que importa, que es la vida simple de una familia de pueblo, destrozada por un asesinato impune.

Baltazar no busca consuelo divino por su madre, Renata, ella ya no está y se llevó con ella lo cotidiano, la vida sencilla, la queja, la caricia, la ternura. Pero no le pueden quitar el recuerdo y él no va a olvidar. Baltasar escribe en su cuaderno alado: «Todo lo que no sea olvido, eso serás».

Y sí, con el tiempo se pierden momentos, olores, sonidos, pero otros aparecen para traernos memoria, y con la memoria emotiva de este hijo desmadrado vuelve el mundo de su Renata y del pueblo, uno que se nos clava hondo, porque es universal. Así, el autor nos va mostrando pequeñas historias, silencios, luchas, la fuerza de la abuela en la casa, el hermano con ciertos y peligrosos hábitos, todo lo que pueda contarnos para evitar el olvido es contado, y en ese quehacer del narrador, Renata vive, su hijo nos la regala, antes de lo inefable.

Baltazar sabe que la respuesta no es la violencia. Y sus batallas son otras, la frente alta, el recuerdo presente, la palabra concreta.

Koch baja línea, una que no parece políticamente correcta, una que se basa en la ternura y el amor. La memoria ímplicita en los hechos de la vida diaria, en las voces retos, voces con mermelada, voces que ya no están, pero que son estandarte para seguir viviendo. La narración y el arte como herramientas de memoria, en una novela que no pretende, es, y es una historia que no debe ser olvidada.

Kryptonita

Kryptonita (2011), de Leonardo Oyola, es una obra con variaciones de género que va y viene entre el realismo y un no realismo al estilo superhéroes americano. No falta nada de lo que un cómic tendría, familia, amigos y enemigos, injusticia, amor, todos los condimentos. La novela tiene una idea interesante, y por momento logra con maestría viajar de un género a otro, de la realidad a la no realidad, incluso en sus diálogos. Hay un hallazgo del autor en la forma de esos pasajes, que no incomodan ni parecen forzados.

Kryptonita entra dentro de la llamada “narración de los márgenes” que algunos autores ubican en el inicio del milenio, siendo un estilo que pretende acercar la realidad al lector saliendo del realismo, en este caso Oyola utiliza una especie de ciencia ficción, ya que produce un choque en el lector, lo estremece, tomando a este mundo ficcional que crea para lograr el extrañamiento y romper con paradigmas que automaticamente aparecen en el lector. La referencia con lo real, el narrador y distintos integrantes de la banda, que nos narran historias secundarias sobre su vida o la de Nafta Súper, la construyen con apelaciones sociológicas, antropológicas e históricas –respecto a lugares o personajes del entorno marginal del conurbano en la década precedente al 2000; lo vemos cuando se refleja la crisis de 2001 y aparencen elementos culturales para ser asociados, como los recitales o la televisión,o el apodo que le ponen al médico del hospital,,“Socolinsky”.

 Kryptonita dialoga con el realismo, se apoya en hechos empíricos, pero postula un mundo propio, con inequidades también, que posee una especie de cofradía justiciera que enfrenta las injusticias del sistema opresor en el que viven los personajes. Éstos sigue tras una justicia equitativa que los iguale a los demás. En Kryptonita, Nafta Súper y sus cófrades tratan de volverse y enfrentar ese sistema social que los expulsa desde la marginalidad en la que se criaron. La novela cuestiona el orden del realismo literario y lo hace desde voces verosímiles. El médico nochero, Nafta súper, el diablo amarillo y cada uno de los personajes aportan a la construcción de una historia marginal, que cada vez queda más cerca de casa.

Para leer de un tirón entre superpoder y superpoder.

El bosque infinitesimal

La trama narra las peripecias de un médico joven, su maestro Blavatski y el mendigo secuestrado Gut, apunta contra la ciencia positivista y con una elocuencia rebuscada, nos regala un experimento Frankesteiniano, en el que se valen del cuerpo del menesteroso para confirmar que solo la ciencia puede mejorar la humanidad. Por supuesto, habrá obstáculos.
La novela transcurre en una ciudad inventada de este europeo, cuentan además con una asistente que viene a mostrar el lugar femenino de esos tiempos, Ávida, personaje que le sirve al narrador para que veamos las obsesiones y neurosis del joven médico, elaborando su deseo lacaniano en la mirada que tiene sobre la mujer. Es sumisa, ayuda con el reo, encerrado en un sótano, a merced de los delirios científicos. Todo resulta válido en pos de la investigación y la ciencia. El saber es mucho más importante que Gut.
En el texto hay un clima reservado a las grandes obras del gótico, y se cuelan en ese vocabulario desde Storni a Lacan, por momentos está logrado y en otros, tal vez por ser de una meticulosidad extrema, se vuelve de artificio. Sin embargo, sólo por el vocabulario excelso y el riesgo que Julián López toma, saliendo de su voz habitual, esta novela merece nuestra lectura, concienzuda, elaborando página a página, la estimulante imaginación de López en ese ir y venir de los tiempos y de las palabras, como significantes en sí mismas.


El bosque infinitesimal es la tercera novela del narrador y poeta argentino Julián López (Buenos Aires, 1965). La prosa de López siempre conmueve, elaborada, elegida, capaz de sintetizar una época, esta novela no escapa a esa norma. Las reflexiones del médico, sus inquietudes, deseos, muestran la poética del autor, su base literaria y deslumbran. El bosque infinitesimal fue escrito antes que sus obras reconocidas, y retomada para su publicación, tiene en su haber las cuestiones que el autor elabora una y otra vez, lo animal, el deseo, la ciencia. Ahora buscando una nueva lengua, que a veces entorpece la lectura, volviéndola densa.


Es exuberante, rebuscada, inquietante, y con una interesante narración oscura, que promueve, tal vez, la necesidad de que la literatura busque nuevos caminos, alejándose del que, ya sabemos, funciona.

Bajar es lo peor

«Iba a hacer calor otra vez; el sol empezaba a quemarle los ojos y, aunque Narval odiaba eso, nunca podía conservar un par de anteojos negros, siempre los perdía. Dio vuelta los bolsillos para buscar algo de plata. Encontró unas monedas y una papela. La idea era iniciar el día con un vino y un pico. Empezó a caminar y, aunque a la cuadra se dio cuenta de que le dolía demasiado todo el cuerpo, decidió seguir. En un kiosco abierto las veinticuatro horas compró un vino y con el vuelto se preparó para esperar el colectivo, odiando el amanecer casi tanto como la resaca que tenía encima. Un viaje interminable y el pánico de haber perdido las llaves que, después de cuadras y cuadras de revolver los bolsillos, aparecieron en el de atrás. El olor de su departamento se estaba volviendo insoportable y, además, tenía que cambiarse los pantalones de una buena vez. Siempre es tan complicado picarse sólo, pensó Narval, frunciendo la nariz ante el intenso olor a fritura que llegaba desde la calle y le daba arcadas. Sintió un sabor amargo en el fondo de la boca y aguantó las ganas de vomitar; siempre es tan complicado picarse borracho, pensó. La cucharita le temblaba en la mano, la impaciencia no le dejaba cargar la jeringa. Rió satisfecho cuando lo logró”

La primera Novela de Mariana Enríquez ya la muestra en su oscuridad, claro que es una de jóvenes obsesionados, delirados, drogados por su propia existencia además de sustancias. La categorización de Facundo como un dios moderno, que es deseado y no desea es muy interesante, pero Narval es quien muestra apenas de lo que la autora sería capaz en el futuro. A pesar de que remite a otras obras continuamente y de que tiene momentos que queremos tirarla, es valioso pensar que tras esas voces había una escritora adolescente, que intentaba exorcizarse.

Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973) es una escritora, periodista y docente argentina, parte del grupo de escritores conocidos como «nueva narrativa argentina».​ Sus cuentos se enmarcan dentro del género del terror,​ y se han publicado en revistas internacionales como Granta, Electric Literature,​ AsymptoteMcSweeney’s,​ Virginia Quarterly Review y The New Yorker. Entre sus obras más reconocidas destacan el libro de cuentos Las cosas que perdimos en el fuego (2016), que la consolidó como la escritora argentina de terror más relevante de la actualidad,​ y la novela Nuestra parte de noche (2019), por la que ganó el Premio Herralde de Novela

Bajar es lo peor nos trae la noche, los excesos y una especie de amor o pasión necesario para ellos, en este mundo esotérico, emo, gótico diría, que crea la autora con sus descripciones, a veces inmaduras, de lo dark, el intento de terror en Narval, las fobias de Mauri o las inseguridades y la autoflagelación de única mujer que personifica. Hay visiones que pueden ser realidades, sueños que nunca van a cumplirse, abusos y maltrato, mucho desamor, y una cuota mínima de fantasía para que no duela tanto.

En los márgenes

«La escritura hermosa llega a serlo cuando pierde su armonía y posee la fuerza desesperada de lo feo»

Elena Ferrante

La misteriosa Elena Ferrante, nos regala en este texto recuerdos de sus primeras páginas, y sus recuerdos huelen, se sitúan, antes de ir anunciando los hallazgos con los que ella y su historia fueron tropezando. Estos eurekas son de escritores canónicos o ignotos por igual y vuelven a estas lecciones magistrales que dio Elena Ferrante invitada por la Cátedra Umberto Eco de la Universidad de Bolonia, un pequeño compendio del escritor, a la manera del «cuarto propio» de Woolf.

Me gusta que no aconseje, sino cuenta su experiencia y nos permite evitar así, errores en la creación de los personajes y de la trama. Shakespeare, Gertrude Stein, Diderot, Jane Austen,Virginia Woolf, Dante van creando en estas páginas y en los extractos que nos comparte, una sensación de lectura compartida, y hasta de escritura de su obra compartida, porque la autora reflexiona, va y viene construyendo una relación con el lector. Ésto es inusual para quien escribe bajo pseudónimo, no da entrevistas presenciales ni telefónicas, ni charlasSus editores italianos la conocen y manejan su prensa. Estas clases fueron leídas por otra persona, asi de intrigante es Ferrante.,

No hay aquí ficción, es casi una confesión de su trayecto literario, en «La pena y la pluma», cuenta los conflictos que la aquejan al escribir. Explica que se encuentran los géneros literarios que otorgan un mínimo grado de seguridad para hacerlo;y por otro, se hay que ordenar todo un mundo. La historia yace en medio: «para mí, la escritura auténtica no es un gesto elegante, estudiado, sino un acto convulsivo». Ahí podemos explicar esos personajes incoherentes y por eso reales, que leemos en sus novelas.

En el segundo ensayo, «Aguamarina», aparecen las preguntas sobre la escritura, ¡escribimos a un otro o nos escribimos en él? Las mujeres de sus novelas transitan entre márgenes, estables, hasta que de pronto se derrumban y con ella se cuestiona todo, al personaje escrito, a quien lo escribe y al mismo lector.En una entrevista por e-mail para El Club de Lectura del Corriere della Sera, ante el cuestionamiento sobre si sus personajes son autobiográficos respondió: «si por autobiografía pretendes valerte de tu propia experiencia para nutrir una historia de invención, casi todo. Si por el contrario me preguntas si cuento mis historias muy personales, nada».

Ferrante en definitiva nos dice que escribir es una cuestión que tiene que ver con leer, por un lado, con renovar lo ya escrito y con saber moverse en los márgenes tenues de autores anteriores, para trabajar en serio en la búsqueda de una voz propia.

La Anunciación

«Entonces me veo a mí misma, Humboldt. Me veo como en una secuencia de fotogramas, de tal modo acoplados, que parece una calesita mágica donde la vida aparece como lo que es, un mecanismo ilusorio que sigue sus propias reglas y trajo lo que tuvo que traer, tantas cosas, tanto ir y venir y volver a empezar inventándolo todo cada vez, el nombre, la biografía, los sueños»

La Anunciación, María Negroni

La anunciación (Seix Barral, 2007), es la segunda novela de la poeta argentina María Negroni, ensayista y traductora. Es muy atractivo el texto de Negroni, con la desaprensión que lo pulsa, directo a nuestro centro ontológico, a esa condición lectora que nos permite seguir esta trama que la autora misma despedaza, desmadeja para que la circularidad Borgeana se vuelva costumbre en sus páginas. «El 11 de marzo de 1976, tiene 22 años”, la fecha que elige, es nada más que un espejismo que nos envuelve y nos lleva y trae desde las paradojas que construye en una Roma propia al presente, al pasado mediano y por qué no, a un futuro que podemos ir construyendo juntos. . Pero nos trae pasado y presente en cada página, futuro tal vez. La novela esta construida con personajes que responden a los nombres de Vida Privada, la palabra casa, el ansia, el alma, lo desconocido o la voluntad, y de golpe nos pone en escena a Huidobro y aEmma,  así La anunciación  se vuelve una obra que nos da“la impresión de estar leyendo un libro en el cual, de buenas a primeras, se instala el sinsentido”. Negroni nos confirma que la verdad no es absoluta y se anima al pasado político de los 70 revolucionarios y la represión dictatorial pero lo hace con la conciencia de que un libro es un hecho estético, y en ese contenido que propone hay lugar para la duda, diría que constante, sobre las posibles verdades históricas. Todo con una prosa poética alucinante que nos lleva de las narices hasta en sus anuncios, como cuando dice: “en mi frente hay un cartel que dice Aquí se piensa. Aquí se piensa en contra. Esto incluye, claro, pensar en contra de mí mismo. Mi mismo es el que sueña; es también el desconfiado del poder, de cualquier bando que sea”. Y eso lo aplica la novela, no solo contra el poder sino contra sí misma, por eso el texto puede abordar la historia moderna de Argentina como un sueño colectivo y tal vez erróneo. María Negroni juega con el sinsentido con la solidez del que sabe de que va la literatura, y en  La anunciación la literatura es la ley. Es escritura pura, pulida, estética, sin que la trama desaparezca está lejos de ser lo trascendente en la obra. El ansia declara: “[p]ara escribir sin escribir, no escribo. Imagínate, quería que me transformara en fotocopiadora, como si lo que se escribe sucediera en algún lado”.

Aparece un homenaje Macedonio Fernández en el museo sin tiempo y netamente filosófico, por ende eterno, asi como reminiscencias a Pedro Páramo de Rulfo, esta obra dista de lo comercial para sostenerse en un ideario, tal vez el de la autora, donde ir y venir, desenlazar y atar, tiempo y destiempo pueden elaborarse entre ellos y silenciarse en sus páginas que uno consume voraz y enceguecido.

La anunciación puede resumirse en “la aparición, el saludo y el coloquio con el ángel”. El personaje femenino que habla en La Anunciación recuerda sin nombre, es una voz infinita que avanza como un poema, habla desde la Roma inconclusa, la que se vuelve salvación, como si el exilio inagotable fuera el beso amoroso de la muerte. La voz de esta mujer que recuerda es interpelada por otros personajes de su pasado, de sus libros, de los poemas de Negroni y desea, memoriza, y habla. Por eso el deseo , la palabra y la memoria no tienen respuestas, y siguen, interminables en esa voz que apunta a Humboldt, el nombre falso con el que un joven de apenas 20 años militó y fue desaparecido.

Negroni sueña esta novela casi como Athanasius, personaje del siglo XVII, fabrica su museo, Emma, vaya nombre, pinta una y otra vez el cuadro de La Anunciación, Humboldt es destinatario y a quien se le dedica el sueño y la voz repite busca un por qué. Nada tendra respuesta. Todo sigue siendo laberinto, expresión íntima del vacío. Silencio en letras, eso escribe María Negroni.

Los niños 6

“Un niño no es más que lo que le ponen dentro”

Jesse Ball

Jesse Ball pone en voz de los niños toda la frustración del mundo adulto. Entonces ellos lo saben, no hay futuro. Y ese posible desconcierto que padecen los vuelve profetas. Son seres epifánicos, necrománticos, increibles enanos sabiondos que pueden esperar la muerte con la resignación que nunca tendremos. Ellos mismos son los primeros en saberlo: no queda futuro para nadie, el futuro ya pasó o nunca fue una posibilidad. Los humanos, niños incluidos, no somos el centro del universo, apenas somos parte y nos estamos extinguiendo.  Los niños 6, le da a los niños la última voz de la humanidad, y eso cuenta como un plus.

Aúin cuando la consabida protagonizacion de infantes en la obra de Ball es brillante, en este caso tal vez es extrema la sabiduría del hermano mayor, ya que se torna inverosímil en algunas reflexiones sobre lo que acontece, en este suicidio colectivo de adultos y adolescentes que nos muestra desde la primera página. Los sobrevivientes son todos menores de edad: la especie es vencida por una onda de sonido. Los adultos se arrancan las orejas, cabecean paredes y se tiran por las ventanas. Las calles por las que caminan los hermanos Devlin y Mina están llenas de cadáveres y de niños que reconocen este nuevo mundo apocalíptico, un mundo acosado por el fuego. Las llamas asegurarán la purificación total, y los pequeños desolados tratan de encontrar un líder que los represente. Al final de cuentas, “¿Quién dijo que un niño es algo?”.

Todo va a la par, y se acoplan la trama y la prosa de la novela, asi también vemos como la estructura se descompone y deja atrás las normas que la propia humanidad había puesto. Los niños 6 nos deja parados, helados, sin certezas, y en esa búsqueda del arca salvadora, ya no hay fe, sólo una plaza, un escenario y una pila de niños muertos, que vieron morir la civilización, la nuestra, que ya es pasado. . Traducido por Virginia Rech, inédito todavía en su inglés nativo, este libro del autor de Toque de queda construye un escenario sin respuestas pero con la callada finitud como destino.

Allende, el retorno

Salvador Allende resucita o algo así, en un Santiago de Chile que se alejó cuarenta años del golpe militar. Ahí nace esta ucronía de Omar Pérez Santiago, que ubica al ex presidente en una nueva realidad, y lo transforma en un hipster atractivo que puede enamorar jovencitas con sus lentes de marcos gruesos

El único recuerdo que acompaña al personaje cuando llega a este siglo es imagen del palacio de gobierno en medio de “humo, grietas y escombros», y ahí se produce un giro en la novela que va a cambiar la mirada del protagonista. Allende se entera por internet, que él murió esa mañana de septiembre de 1973, como víctima del golpe militar, ese golpe que lo transmutó y de su pasado, de su vida anterior, vuelven a él nombres de amigos, los tangos y el amor de su mascota.

En Santiago, Allende es creído imitador, casi una morisqueta del destino que les trae a Salvador en la imagen de este simpático viejo parecido el prócer. Para el protagonista, el mundo nuevo que lo rodea lo entristece, pero a pesar de no comprender que la gente no crea en él como tal, es práctivo y consigue sobrellevarlo. No busca a sus hijos, no pretende incorporarse a sus vidas, por el contrario comienza una nueva vida en este nuevo siglo. Vive como cualquier chileno, a pesar de su mente inquiriéndolo, no entra en política y si pretende una vida cotidiana. No hay motivo concreto para que el tiempo nos haya devuelto a Salvador Allende, aunque deja entrever una maléfica cuestion yanqui que puede haberlo suscitado. El autor nos regala un Allende inocente, lleno de vivencias raras, un tanto incongruente, que le aporta encanto, su novia embarazada de un varón, como si eso significara descendencia digna, puede ser cuestionada, pero es rico ver como va tomando cuerpo este viejo que transformó Chile y ahora lo hace en una empresa de soda, incluso con una onda que el propio Allende no tuvo.

En la novela, la ideología subyace siempre y hasta hay un intento de revalorizar su figura, buscando una especie de aggiornamiento, de mito a marca pop, Allende, el retorno es una parodia trágica, en tono liviano, que deja entrever la fuerte historia del ex presidente Salvador Allende en la pluma de Omar Pérez Santiago.

La trama, a mi juicio, podría haberse justificado con otra claridad, pero es atractivo pensar en estas posibilidades temporales, en la cabeza flexible de un hombre que trasciende épocas y en el reconocimiento que significa esta historia.