Cada barrio tiene su historia, sus refugios, esos recovecos que la vida va dejando como testimonio de lo que fue. En el Prado Español, ya no queda el magnífico arco que oraba de entrada y que era testigo de fiestas, amores y desdichas de antaño, sus bailes dieron paso a loteos y progreso, y muchos inmigrantes en ese juego interminable con el tiempo, construyeron sus vidas al ritmo de paso doble.
Pero no es la única historia de piedra y cemento que se descolgó del pasado para crear mitos. La loba es todo un hito en el barrio Prado Español, transformándolo en el Monte Platino de Rómulo y Remo. Esa loba, que está en la sede central del Club River Plate, tiene en su haber la fuerza de los obreros que colocaban los adoquines de nuestra ciudad, la sombra de los aromos de Frías y Levalle, donde el obrador se había emplazado; la pérdida del lobo que la acompañaba en aquel predio que posteriormente se dice también que se utilizaba para espectáculos.
La loba hizo famoso al boliche de los Zaccardi cuando la emplazaron en su local de calle Alemania, y ha escuchado historias de los trabajadores de “La Elvira” y de miles de ciudadanos que resumían la historia en un vaso compartido. Los sueños de la antigua Escuela 27 que quedaron truncos. Los actuales proyectos de la pujante Escuela N° 29 que promete futuro.
La placita de los juegos en las que tantos de nosotros supimos divertirnos, y la Biblioteca Esteban Echeverría, que de la mano de Oscar Soulet y su fomentismo epopéyico, otorga sabiduría a la población.
El Prado Español que antaño recibía a los artistas destacados de la ciudad y el país, cubría con su arco desde Eusebio Marcilla presentando su auto hasta la presencia del coronel Juan Domingo Perón.
Siempre fue un barrio de apoyo a sus vecinos, y de raigambre de fomento y ciudadanía, que desde hace años la aporta don Osvaldo Giapor que tiene una frase magnífica que lo pinta “La única forma de progresar es estando todos juntos”, dice convencido y contundente.
Pero el barrio Prado español es también el futbol del fin de semana en la cancha de “La Loba”, es la charla de vecinas queridas, algunas ya cabalgando en un cielo de placeres infinitos, como Viducha y la Pelada, o Doña Nina; que nos dejaron cuentos interminables y recetas de tortas donde la vida tenía sabor a limón.
Hoy otras jóvenes señoras lo pueblan, lo transitan niños protegidos por la Virgen del Rosario de San Nicolás, que bicicletean en el boulevard 12 de Octubre hasta Posadas, convirtiéndose en cometas de un mundo que puede ser mejor.
Ojalá nos trascienda el espíritu de este barrio, y nos embeba de proyectos y de colaboracionismo, y haya muchos Soulet o Giapor en el futuro, para construir con conciencia la vuelta a lo humano, al otro como uno y valor ante la adversidad.
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