Salir a la Nieve

«Es difícil entender lo que me genera la idea del cuento, pero tengo la sensación de que vivimos en un estado de alienación e incomprensión acerca de lo que nos sucede cotidianamente que nos deja desnudos ante la realidad, y eso se pone de manifiesto en las relaciones, en los vínculos, y es lo que aparece cuando escribo.»

Máximo Chehin

Este compilado de cuentos tiene la versatilidad de la vida cotidiana, que el autor mira con una levedad extraña y propia. Chehin, que además es autor de «Vista al río» y la novela «La vida interesante» fue galardonado por un jurado integrado por Luisa Valenzuela, Abelardo Castillo, Antonio Skármeta, Pablo De Santis y Daniel Divinsky, sin dudas un jurado que asegura literatura.

Salir a la Nieve es salir a un mundo donde lo incomprensible es real, ocurre y nos vemos formando parte de cuentos en los que la vida sucede. Es entonces que un juego de naipes puede ser la previa inocente de un asesinato que se logra con la paciencia; una pareja se rebela de a uno y a pesar de las alarmas de la vida, contra sus trabajos y contra todo aquello que significa la rutina proletaria, claro que como Beatles posmodernos lo hacen con la paz que las decisiones tomadas otorgan, estos héroes anti burguesía me encantaron, y es uno de mis cuentos preferidos; durante un vuelo a Barcelona es posible que la esposa de un pasajero desaparezca en el avión ¿existía esa pasajera? ¿la mente nos juega pasadas? o solo es una historia de vida más; el papel caído de un libro antiguo invita a investigar un procrastinado apocalipsis; los niños están presentes, un niño aprende el valor de la amistad en medio de la dictadura, sin comprender nada de lo que sucede y otra niña marca el destino de un hombre que puede perder su identidad vital en el juego perverso de la infancia. Nos vamos a Kosovo mientras allanan el departamento contiguo y podría seguir. Muchas interesantes historias que pueden contenernos están en la obra de Chehin.

Pero la estrella entre estos cuentos es Cosas que se caen y se rompen. un cuento que podemos describir como breve y magistral, en el que las privacidad y los vicios expuestos cambian la relación de una pareja, porque el amor a veces necesita mentirse, para seguir siendo amor. Cierro con el epílogo del cuento, que pertenece al gran Onetti: “Lo malo no está en que la vida promete cosas que nunca nos darán; lo malo es que siempre las da y deja de darlas. «

Para leer y releer.

Éste es el mar

“Algunas noches el aire recordaba el final de una matanza. Era el humo de las parillas para hamburguesas en los puestos de comida, el de los fuegos artificiales y también la persistencia de los gritos: cuando las adolescentes gritan tanto y durante tanto tiempo, el sonido queda en el aire incluso después de que ellas volvieron a sus casas y a sus habitaciones.” Mariana Enríquez

La autora es garantía de buena literatura, esta novela en la que crea una mitología propia, asociada a las estrellas de rock que mueren jóvenes y trascienden como leyenda, y que recurre a las imágenes que Enríquez y muchos de nosotros, tenemos sobre rock stars como Jim Morrison o Kurt Cobain, parece forzar la idea de que la muerte es quien transforma al arte en leyenda.

No es la primera vez que un gran escritor recurre al mundo musical rockero para crear una historia, recuerdo con placer La calle de Great Jones  de Don DeLillo cuyo personaje es un una especie de clon de Dylan, sin embargo es una de las pocas veces en que la extrañeza y lo siniestro se le suma a la ya enriquecida atmósfera de recitales, fans, y mitos musicales.

En Éste es el mar, Mariana Enríquez contornea criaturas que pueden ser Enjambre, Luminosas como Helena la protagonista, o las peligrosas Imago. Todas interfieren en las vidas humanas rockeras, asesinando fans o músicos para cumplir con la voraz necesidad de ídolos. En ésta novela lo fantástico anida en la voz alucinada de la autora para dar lugar a un extraño encantamiento. Y por qué no cierto temor si fuiste una adolescente enloquecida por un ídolo del rock. ¿Eran tuyos esos deseos apasionados? ¿o Una Enjambre te manejaba hasta enloquecer?

La prosa como siempre es impecable, la historia, para amantes del rock y sus mitos.

Bailarinas

La reseña de hoy es sobre Bailarinas un compilado de diez cuentos, seleccionados por Anahí Flores, que también es autora de uno de ellos.

El arte siempre se conecta, la música, el cine, las artes plásticas y la escritura tienen una relación continua. Pero en estos cuentos la escritura se vuelve danza, por eso es posible ir dando pasos historia tras historia que nos elevan como un grand jeté como Una Melodía de Chaicowsky de Laura Massolo, nos damos un pas couru con el gran cuento Estamos en diez de Sebastian Grimberg, o notamos dificultades para el relevé por las Podridas Raíces de Francisco Moulia, no pudo faltar La escuela de Danzas llena de arabesques de Ariel Bermani, o el Telón de José María Marcos; el plié lo sentimos con Libélula de Maumy González, Qué picardía de Carolina Bruck nos envuelve en Pirouettes, en medias puntas y el pasado nos hace mella y nos deja en una plaza sombría de la mano de Plaza Britania de Fernanda García Curten.

Todo esta antología temática es un placer lleno de idas y vueltas, de algunas clásicas cuestiones que hemos leído en Kawabata o Atwood sobre las bailarinas, sus técnicas, modelaciones y finuras, y que en cada uno de los díez cuentos nos vuelven parte de un mundo en plié. Hay dos cuentos que hacen referencia a la competencia cruel, uno excelente de Francisco Moulia que ya nombré, pero me voy a detener en No sin cariño de la propia Anahí Flores: Tres carillas para resumir un mundo, lleno de sueños, de maltratos, de complicidades buenas, y de terribles intenciones que se materializan para cortar con la belleza formal de la danza, pero no es una ruptura cualquiera, es una que viene con el cariño y la admiración, la sangre y la comunión que sentimos las mujeres desde niñas, en este caso, bailarinas. Impecable y pulido relato. El otro maravilloso cuento que fue el que releí por sus bemoles, su atittude, esos tendu que nos propone en el tiempo, la vida misma en Vida de Sara en tres movimientos de la mano magistral de Alejandra Kamiya: La casualidad despertando un mundo, uno que suspendió por hijos, vida cotidiana y silencios, pero que latía en sus pies en arco, en su cuello erguido, hasta que no puede evitar ver que le pasó su vida.

Este compilado está lleno de danzas universales, que mezclan lo bello y lo siniestro, al ritmo de la clásica cuestión laberíntica de vivir. Lo tiene todo, vidrios picados, trajes femeninos adheridos a un cuerpo erróneo, miedos, amor, tormentos, traiciones, no paramos de danzar de cuento en cuento para finalizar rendidos con las puntas de los dedos chamuscadas, identificados en historias que pueden ser nuestras.

Lo recomiendo fuerte.

No es un río de Selva Almada

Cada semana, los días sábado, reseñaré un libro, para compartir autores, para visibilizar nuevas voces para que la lectura sea. Este primer sábado del año la autora es Selva Almada, entrerriana, discípula de Laiseca, una autora que tiene poderío en su relato y que cuenta historias de su tierra, que se transforman en universales cuando puede hablar de los temas primordiales, vida, muerte, traición, amor.

La historia se centra en Enero Rey, su amigo el Negro, el hijo de un amigo muerto-que sin embargo está todo el tiempo presente- que salen de pesca y logran comprometernos con sus crueldades, algo de fantástico y siniestro atraviesa todo el tiempo a estos hombres, al punto de volverlos inasibles. Creemos conocerlos pero no, creemos comprenderlos pero no, siempre hay un dejo que fluye como un río y nos impide hacernos de la verdadera historia.

Enero y el Negro llevan de pesca a Tilo, hijo adolescente de Eusebio, el amigo muerto. Mientras beben y cocinan y hablan y bailan, lidian con los fantasmas del pasado y con los del presente, que se confunden en el ánimo alterado por el vino y el sopor.

Es deliciosa la descripción que hace la autora de la flora y fauna lugareña, y como una red va mezclando la ensoñación con la realidad, lo que acontece con lo que se supone, y los personajes se suman a isleños, al palpables. Todo pertenece a esta novela: madre, hermanas, amigas, hijos, animales y vegetación, todos transitan el mismo cauce, uno que nos deja boquiabiertos esperando más río, un río que no es lo que deseamos sino lo que es. Selva Almada completa así, su trilogía de varones, inaugurada con El viento que arrasa y seguida inmediatamente por Ladrilleros.

No es un río es una novela demasiado corta, a mi juicio, pero con todos los ingredientes para conmover, con voces que se nos vuelven carne y recursos muy bien utilizados. Vale la pena.

Diario de Cuarentena: Adiós

Último día del año. Último diario. Sigue la cuarentena brutal a la que fuimos sometidos. Nada cambió. No somos libres de transitar ni de abrazar ni de viajar ni de besar ni de reunirnos ni de gritar, pero podemos abortar, recortar ingresos a jubilados, vacunarnos con nombre ruso sin papeles, aunque nosotros debamos llenar formularios para respirar. Un año que nos dejó muerte, miedo, inseguridad, hambre, virus, totalitarismo, miseria y mucha pero mucha bronca. A fin de 2019 se oía decir que el presidente anterior era un gato negro por bajar las reservas y tener un dólar a 60 pesos, a fin de este año con el dólar llegando a 170 y sin reservas el nuevo presidente parece inmune. ¿Será posible tanta hipocresía populista? Todos lloran a Maradona, yo lloro a Pele y a Monona, al Chiri, a Evelyn, a los nonatos y tanta gente apreciada que no pude despedir.

En lo personal temblé con el virus cuando mi hijo lo tuvo y no me inmuté al tenerlo, estudié mucho, escribí mucho, me enojé mucho, fui traicionada y me publicó Clarín. La vida. Les dejo para cerrar el diario un pequeño texto propio, porque quiero que mis palabras le den fin. Deseo libertad, educación y paz, como siempre.

Una cabra le sonríe al cielo antes que yo, será que sabe que este año me está costando la sonrisa. Tanta injusticia hizo que se derrita la coraza con años construida, y entonces comienza el sacrilegio de los sueños. Cae redonda al piso la verdad ante la mugre, la paciencia ante el apuro corruptible y se demora la leyenda. Es que nos volvimos carne viva, llaga, estúpida noticia, volvimos a ser fetos a los gritos y un hilo nos ató en silencio. Morimos muchas veces en otros para nacer con Carola rosa chicle y no pudimos con el miedo. Tan mediocres, tan humanos, pedazos de carne colgados de una aplicación que nos cuida. Como reses.

Soledad Vignolo Mansur.

Diario de Cuarentena: EL segundo Yo

En mi ante último diario le doy la voz a un cuento de Walter Benjamín, un hombre complejo que trata el fin de año en forma particular. Espero lo disfruten, nos vemos por última vez mañana dentro de este espacio.

Krambacher es un muy modesto empleado, además de un señor “sin parentela”, como asegura a las propietarias de su habitación, de la que cambia cada cuatro o seis semanas. Antes ha pensado cierto tiempo dónde podría hospedarse la noche de fin de año. Pero todos los planes se han desvanecido; con el dinero que le quedaba ha ido a adquirir dos botellas de ponche. Así después de las 9 h, da comienzo su banquete solitario, siempre con la esperanza de que suene el timbre y sea alguien que quiere visitarle, que desea hacerle compañía.

Mas su esperanza queda defraudada. Poco antes de las 11 decide marcharse. Es que le ha entrado claustrofobia. Seguimos entonces sus pasos nocturnos, un tanto inquietantes por lo ligeros, a través de las calles. Se ve que ha bebido. Tal vez no camine, tal vez tan sólo sueñe que camina. Esta misma sospecha también puede tenerla pasajeramente el lector. Krarnbacher avanza a través de una calleja apartada. Una lámpara que despide una luz mortecina atrae su atención. ¿Un local ambiguo con fiesta de fin de año? ¿Por qué está tranquilo? Se aproxima y comprueba que de hecho no se trata de un local: sobre una luna opaca y encalada, de la que sale una luz lechosa, se lee en letras de madera despintada: KAISERPANORAMA.

Quiere pasar de largo, pero un papel muy sucio pegado a la luna le hace detenerse: ¡Hoy, función de gala! ¡Viaje al año viejo! Krambacher se ha quedado sorprendido; abre tímidamente aquella puerta y, no viendo a nadie, cobra valor y entra. Ahí está el Kaiserpanorama. Hay 32 sillas dispuestas en círculo. En una de ellas dormita el propietario, un viudo italiano que se llama Geronimo Cafarotti, y que al acercarse el visitante se levanta de un salto.

Gran verborrea que despliega el italiano. De sus palabras pronto se deduce que cada noche se agotan las localidades; casualmente esa noche hay menos asistencia, pese a que se trata del programa de gala; pero se ha enterado de que vendrá alguien: es decir, el justo. Mientras que invita al visitante a sentarse en un taburete ante dos mirillas, él se sienta apartado:

Aquí conocerá a alguien curioso, y verá a alguien que no se nos parece: su segundo yo. — Usted pasa la tarde reprochándose, tiene complejo de inferioridad, se siente cohibido, se reprocha no seguir bien sus impulsos. Ahora bien, ¿qué son esos impulsos? Son la presión del segundo yo sobre el picaporte de la puerta que conduce a su vida. Pero ahora sabrá por qué tiene esa puerta cerrada con llave, por qué le abruman tantas inhibiciones, por qué no puede ceder a sus impulsos.

Comienza el viaje por el viejo año. Hay 12 imágenes, y en cada una de ellas, una inscripción pequeña; y con cada una, las aclaraciones del viejo, que se desliza de una silla a otra. Las imágenes son las que ahora siguen:

El camino que quisiste tomar

La carta que quisiste escribir

El hombre que quisiste salvar

El pasaje que quisiste reservar

La mujer a la que quisiste seguir

La palabra que quisiste oír

La puerta que quisiste abrir

El traje que quisiste llevar

La pregunta que quisiste hacer

La habitación de hotel que quisiste tener

El libro que quisiste leer

La oportunidad que quisiste aprovechar

En unas se aprecia el segundo yo, y en otras solamente las situaciones en las que el primero quiso verse. Las imágenes se explican conforme se desplazan al sonido de un campanilleo para permitir visionar la siguiente, conforme se hacen sitio unas a otras apenas quedan quietas, después de presentarse temblorosas. El último campanilleo se hunde en el estruendo de las campanadas propias de Año Nuevo. Y Krambacher despierta sentado en su silla con el vaso del ponche vacío en las manos.

Diario de Cuarentena: No es sí o no.

Hoy se debate el aborto. Y me entristece ver como siempre empobrecemos los debates llevándolos a sí o no. ¿Y el cómo?

Países con muchísima historia y con mejor salud, incluyo casi toda la Unión Europea y Norteamérica entre ellos, permiten el aborto bajo pedido. ¿Esto cercena la libertad de la mujer? No. Pero protege otros derechos. Y algo que no es menor casi todos hasta la semana 12. ¿Porqué creemos tener mejores fórmulas en un país que fracasa una y otra vez?

Estoy tratando de pensar el tema como de salud pública, dejando de lado convicciones personales. Y lo que siento es que saldría una ley basada en muchos datos cuestionables, presionada, terriblemente cuestionada y que desoye a la población en pos de una minoría. Podemos tener una ley mejor.

No quiero que ninguna mujer muera. No quiero que vayan presas. Ni que peligren sus vidas. Tampoco quisiera que ninguna mujer decida sola. No concebimos solas. Me preocupa esta cuestión de demonización del hombre. Un niño se concibe de a dos, las otras opciones están contempladas por ley. Por eso en la mayoría de los países donde está legalizado es bajo pedido.

No es menor lo de la semana doce, ¿vamos a descartar los hijos que no nos gustan? Me asusta la militancia en una ley de salud. La militancia a favor, y la que está en contra. Hay que racionalizar estas cuestiones que son de estado, no de gobiernos.

No creo que porque exista una ley aborte aquel que no lo desea. Pero ¿Qué pasa con los menores que pueden hacerlo? ¿con la influencia de médicos o adultos sobre ellos? ¿Con los derechos humanos del niño? Demasiadas preguntas. Me tomé el trabajo de leer la ley que se discute. Es muy mediocre. Y cuando la vida está en juego no puede haber dudas ni mediocridad. Menos aún falsas premisas. No es por los pobres. No lo es. Hay muchas personas que se posesionan con temas como este, y me asusta la intelectualidad militante, no es una cuestión de pasiones. Es de salud, de derechos y amerita seriedad.

Soy mujer. No siento que mis hijos sean míos. No lo fueron desde su concepción. Esa es mi convicción. No abortaría nunca.

Entiendo otras posiciones, entiendo otras miradas, las respeto. No siento que ésta ley cuide los derechos del niño. No siento que ésta sea la ley para aprobar. Creo en la despenalización, me gustaría una ley que sea bajo pedido, y no por deseo personal.

Mi diario no se basa en quedar bien, sino en tener voz.

Cuando alguien desea algo debe saber que corre riesgos y por eso la vida vale la pena. Paulo Coelho

Diario de Cuarentena: Extrañeza

Los escritores habitamos la extrañeza, esa vaga sensación de que el desvío de la norma está más cerca de lo que pensamos o creemos. Y que lo cotidiano no es tan cotidiano como parece. Podemos habitarla en los textos con la naturalidad de un pez en el agua, como si las palabras nos llevaran correntosas. Pero cuando la vida se vuelve un fenómeno de extrañeza la cosa cambia.

Este año nos invadió. Nos golpeó y golpea con la fiera convicción de que su repetitivo número veinte veinte no va a olvidarse. ¿Será en la historia un año recordado por la peste, o el año en que la peste fue excusa para un nuevo orden mundial que nos impide la libertad?

Mucho dependerá de los pueblos, como siempre ha sido, porque la humanidad prevalece siempre, aunque no siempre para bien. No creo que salgamos mejores, creo que nos volvió, a la gran mayoría, depredadores de vecinos, hienas capaces de pelar a un otro que insistimos en señalar como diferente, a pesar de que siempre son espejo. Y en este trajín de un virus coronado que parece responder a la monarquía del poder, los libres quedamos aislados en una trinchera que tiene como única arma la voz. Vuelvo a pedir, antes de terminar el año, y espero que se oiga como grito. ¡No nos callemos!

Diario de Cuarentena: Junín

Hoy mi ciudad, la tuya si vivís acá, cumple 193 años desde su fundación. Como casi siempre en mi vida, primero por mi madre, a la que molestaba mucho por ser patriota, docente, participativa y desde hace algunos años por mi propia iniciativa, estoy presente en el acto oficial frente al busto del Comandante Escribano. Este año costó reconocer a los representantes de otras instituciones y fuerzas vivas, todos tras barbijos que dieron color a rostros circunspectos. Algunos por el esfuerzo de la era en peste que les toca gobernar, otros por sus propias oscuridades.

Sin embargo ahí estábamos, todos, convidados por nuestra ciudad, los oficialistas, los contra, los productivos, los comerciantes, los culturales, los cooperativistas, la comunidad en pocos nombres para poder celebrar a este Junín que nos da cobijo, que nos permite crecer, construir y seguir en la vida social aunque la peste arrecie.

No creo en odios, ni en rencores, vi bajar la vista a los arrogantes, y pude alzarla ante la soberbia de los envidiosos y los mendaces, pero en realidad todos, con luces y sombras, hacemos de ésta nuestra ciudad.

Ojala nos unamos para sembrar en ella jóvenes comprometidos y que quieran arraigarse para siempre, en vez de emigrar. Siempre estaré a disposición de mi ciudad. Nací, crecí y viví siempre en Junín, aunque como muchos de mi generación, estudié en Buenos Aires, nunca cambié mi domicilio, volví siempre a votar. Mi ciudad y mi gente son mi identidad. ¡Feliz cumpleaños Junín!

Diario de Cuarentena: La Nueva Ola

Pasó la Navidad, y lejos de tener espíritu de amor o paz, fue violenta, trágica y complicada. Esto es condición de la humanidad, hace muchos años que en fechas así la gente muere sin sentido o mata sin el mínimo reparo, ahora bien, éste año se nos agrega la incoherencia de gestión y la falta de sentido común en la misma.

Se prohibieron las fiestas una semana después de permitirlas, ahora los jóvenes igual festejaron. Claro que sin protocolos y sin control, eligieron el Balneario al aire libre -es claro que son jóvenes pero no suicidas- y fueron capaces de cuidarse solos ante la imposibilidad de las autoridades de hacerlo.

Estamos según dicen frente a una nueva ola. ¿Una nueva? nunca bajaron los casos como para suponer que la primera terminó. Ni que hablar de probar nuevos modus operandi ante el estrepitoso fracaso sanitario. Cerrar, cerrar, prohibir, prohibir, cuarentena, siguen siendo las posibles medidas a tomar. Ni test ni vacunas a granel como hacen los países serios. Todo a los ponchazos, construyendo posverdades, idioteces como «operación Moscú» por un vuelo que debió ser mucho más barato y de correo comercial. Pero la idea es armar un circo para la gilada que una vez más responde con aplausos cómplices.

Yo recé mucho, porque ante la inacción política, de todos los lados de ésta inútil grieta, no me dejaron otra opción.