anahíflores


Fantasmal
En la vida pretendemos saberlo todo, como si lo justo fuera realmente fehaciente y como si el bien o el mal pudieran despegarse uno del otro. Es que no podemos dejar de ser materialistas dialécticos obsesionados con categorizar todo, y como buenos proletarios nada nos resulta más temible que lo incomprensible del mundo. Damos tanto por sentado, que cuando algo nos trae de los pelos cuestionando la lógica nos damos cuenta de que la mayoría de las cosas por las que nos preocupamos pueden ser despreciadas. Otra cosa es hablar de fantasmas, en especial de los fantasmas tal como nos los pintaron en el siglo pasado.
Este pequeño cuadernillo violeta, sencillo, valioso, consta de dos cuentos sobre fantasmas. Esos que nos ponen a prueba, los que nos interpelan porque son simples como los textos, y así de inexorables.
Los fantasmas (del griego φάντασμα, «aparición»), en el folclore de muchas culturas, son supuestos espíritus o almas errantes de seres muertos (más raramente aún vivos) que se manifiestan entre los vivos de forma perceptible (por ejemplo; visual, a través de sonidos, aromas o desplazando objetos —poltergeist—), principalmente en lugares que frecuentaban en vida, o en asociación con sus personas cercana.
Pero esas definiciones no abarcan a los propios fantasmas, o a los que adquirimos con muebles, objetos, o elecciones.
El cuento de Anahí nos pone en juego el valor histórico (fantasmagórico) de nuestras cosas, para unir rutinas, para acompasar momentos. El de Maumy nos pone en el paralelo del doble plano, del espacio como espejo, de esa infinitud que aparece con el miedo, y con el peor de todos, que es el justificado.
No se pierdan estas historias que nos harán sentir el frío de presencias, que tal vez tengamos en nuestro entorno, sin reconocerlas.
Los cuentos de Anahí Flores y de Maumy González nos traen dos vidas, con todo lo que acarrean, que se vuelven fantasmales en el transcurso del relato, y lo que acontece es verosímil, tensiona, incomoda, y nos deja girando el rostro o intentando discernir un minúsculo sonido por varios días.
Al fin y al cabo, citando a Stephen King: Los monstruos son reales, y los fantasmas también: viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan.

Lo más natural del mundo
Está agotada pero el sueño quedó lejos, tal vez se lo dejó al nivel del mar.
Anahí Flores
No es casual que haya dejado la novela que leía y tomara el libro de cuentos que hoy reseño, uno que me llegó dedicado, directo de autora a lectora y que terminé de leer hoy, 6 de marzo, Día de la mujer.
Digo que no es azaroso porque es un libro que tiene a Roberta por protagonista, una joven mujer que puede atravesar las barreras de la mirada lineal de la vida, para transformarse en rama, para contar lo indecible, para jugar y reír y amar y dejarnos tocar lo intocable con sutileza. El libro tiene además una portada que nos pone en camino, esa vía que tomamos a diario para llegar a nuestros destinos, tiene con Roberta otro peso, otra cadencia, nos envuelve en momentos oníricos, sin definirse, nos permite vivir lo fantástico como cotidiano, con un prosa tan cuidada que acaricia .
Los primeros siete cuentos, bajo el nombre de Una distancia prudente, fueron escritos tras siete años de haber tramado los últimos once, que están nombrados como Todo lo que Roberta quiere. Ese tiempo se hace presente en la obra, Anahí es otra y también lo es Roberta, capaz de sombras profundas en cuentos como Cerezas o Telegramas, que pueden dejarnos quietos en la antesala del próximo cuento, procesando un humor particular que se apodera de nosotros, una extrañeza construida por el especial empeño de la autora en los detalles , en esas mínimas cosas que vuelven verosímiles sus cuentos. De la segunda etapa, que es la primera de la autora con Roberta, recomiendo Sin nombre, un cuento entrañable, repleto de magia y Té de Menta, cuya construcción impecable me llenó de aromas.
Como regalo, el prólogo de Luis Mey es una maravilla, me sorprendió encontrar a mi maestro y cófrade, como a é le gusta llamarse, anunciando este libro. Una clase de cuento en un prólogo, un encuentro fortuito con la escritora que crea una historia, así, como son las historias de este libro, que saborean, que miran, que nos cuentan la soledad, el agobio, la falta de empatía, y la terrible incomunicación del mundo que deja a Roberta, aún respecto a su amor, aislada y extrañada, siempre esperando otro cosa. Un final declarado que ningún cuento nos da.
No puedo dejar de lado la increíble fusión de naturaleza y literatura que logra Anahí Flores, ambientando sus cuentos en recorridos que comparte con nosotros. Mares, verdes, cielos, paisajes helados nos van ahogando y nos pesan hasta quitarnos el aliento. Muy buen trabajo, mejor resultado.
Conocí a la autora por otra de las mujeres de mi vida, María Silvia Biancardi, una de la que continuo aprendiendo, tomé un taller de cuentos de parto con Anahí, a la que no conozco personalmente por cuestiones pandémicas, pero a la que siento una mujer de esas que engalanan la vida, no sólo la literatura, y es clara la femenina mirada de la autora en sus historias, cargadas de momentos únicos, reales o no, de sueños precisos, de silencios montañosos y de glaciares en letras que se vuelven nube cuando leemos.
Para prepararse un té y leer de un tirón, este libro de Editorial Desde la Gente que consta de dos partes pero con un Intervalo que la misma Anahí propone. Les aseguro que es necesario.

Basura
«Si hay basura en el infierno, el amor es el perro que vigila las puertas»
Charles Bukowski
La reseña de hoy tiene manchas, no es vana para el lector y espero que lo deje pesado y sucio como a mí. Es una nueva compilación de cuentos de Anahí Flores, recién publicada por Desde la Gente, en la que la autora decide tratar un tema controversial, que solo leí como argumento en el libro homónimo de Héctor Abad, en el que un escritor abolla sus textos y son recogidos por un vecino de un piso inferior.
En estos cuentos la literatura no es tratada como basura. Y la basura no siempre es lo que pensamos. Etimológicamente, la palabra basura proviene del latín vulgar versūra, que es la ‘acción de barrer’, que a su vez deriva del verbo verrĕre, que significa ‘barrer’ y tiene todo que ver con lo que reza el cuento del gran Tomás Downey -confieso que lo considero garante de cualquier obra, por su claridad literaria para lograr extrañeza – cuando construye una vida en la que seis hermanos toman tan a pie juntillas la frase de su madre: «Si está en el piso es basura», al punto de sopesar la idea de barrerla de sus vida, en Dos Bolsas. La antología cierra con esta gran historia, trasciende el hecho de la basura per se. Nos inquieta, cada una de las historias propone un ritmo, una cuestión que incomoda, pincha y hasta duele. ¿Somos basura? Si es así, ¿somos la basura que generamos?
Para Mariana Travacio, los Escombros del derrumbe sobre su casa son la excusa para mostrar la soledad olorosa de la protagonista, su desesperación. Máximo Chehin la turbia cotidianeidad de una pareja en la que uno de ellos acumula, se quema en cajas, Cajas en casa de amigos, que son un imaginario de una vida que no saben si seguirá compartida. Muchas miserias en cajas, un cuento imperdible.
Desechable, de Maumy González, nos lleva con cadencia a un punto donde el cuerpo, el propio, puede convertirse en basura. Mientras que Luciana Czudnowski nos sacude en arena la vida y la muerte, la inocencia y el Premio de no ver, su cuento que tiene lo ecológico como excusa para mostrar sin eufemismos una historia de vida, es breve, cinematográfico y llenos de olas marinas. Maschwitz de Martín Hain se mete fuerte en la identidad, los mandatos, la enfermedad, el cinismo, cuestiones inherentes a nuestra basura privada, y en un paquete de panadería envuelve su historia inolvidable.
Dejé para el final el cuento de la autora que seleccionó y compiló los anteriores. Junto con el cuento de Downey, es el que me interpeló. Y creo que Anahí Flores hizo un gran trabajo en la selección y en el bocado de basura que nos va dando hasta llevar a su Souvenir. Su cuento tiene todo lo que podemos pedir con medida: Distopía, realidad, nostalgia, cinismo, prolijidad, desamparo y la certeza de un futuro al que podemos llegar antes de tiempo.
Todo en Basura es irremplazable. No te lo pierdas. Siete cuentistas para conocer. Nada que barrer.

Bailarinas
La reseña de hoy es sobre Bailarinas un compilado de diez cuentos, seleccionados por Anahí Flores, que también es autora de uno de ellos.
El arte siempre se conecta, la música, el cine, las artes plásticas y la escritura tienen una relación continua. Pero en estos cuentos la escritura se vuelve danza, por eso es posible ir dando pasos historia tras historia que nos elevan como un grand jeté como Una Melodía de Chaicowsky de Laura Massolo, nos damos un pas couru con el gran cuento Estamos en diez de Sebastian Grimberg, o notamos dificultades para el relevé por las Podridas Raíces de Francisco Moulia, no pudo faltar La escuela de Danzas llena de arabesques de Ariel Bermani, o el Telón de José María Marcos; el plié lo sentimos con Libélula de Maumy González, Qué picardía de Carolina Bruck nos envuelve en Pirouettes, en medias puntas y el pasado nos hace mella y nos deja en una plaza sombría de la mano de Plaza Britania de Fernanda García Curten.
Todo esta antología temática es un placer lleno de idas y vueltas, de algunas clásicas cuestiones que hemos leído en Kawabata o Atwood sobre las bailarinas, sus técnicas, modelaciones y finuras, y que en cada uno de los díez cuentos nos vuelven parte de un mundo en plié. Hay dos cuentos que hacen referencia a la competencia cruel, uno excelente de Francisco Moulia que ya nombré, pero me voy a detener en No sin cariño de la propia Anahí Flores: Tres carillas para resumir un mundo, lleno de sueños, de maltratos, de complicidades buenas, y de terribles intenciones que se materializan para cortar con la belleza formal de la danza, pero no es una ruptura cualquiera, es una que viene con el cariño y la admiración, la sangre y la comunión que sentimos las mujeres desde niñas, en este caso, bailarinas. Impecable y pulido relato. El otro maravilloso cuento que fue el que releí por sus bemoles, su atittude, esos tendu que nos propone en el tiempo, la vida misma en Vida de Sara en tres movimientos de la mano magistral de Alejandra Kamiya: La casualidad despertando un mundo, uno que suspendió por hijos, vida cotidiana y silencios, pero que latía en sus pies en arco, en su cuello erguido, hasta que no puede evitar ver que le pasó su vida.
Este compilado está lleno de danzas universales, que mezclan lo bello y lo siniestro, al ritmo de la clásica cuestión laberíntica de vivir. Lo tiene todo, vidrios picados, trajes femeninos adheridos a un cuerpo erróneo, miedos, amor, tormentos, traiciones, no paramos de danzar de cuento en cuento para finalizar rendidos con las puntas de los dedos chamuscadas, identificados en historias que pueden ser nuestras.
Lo recomiendo fuerte.