Pepe Corvina

Enrique Estrázulas, nacido Montevideo en 1942, publicó seis novelas, tres libros de relatos, dos ensayos, algunos libros de poesía y una obra de teatro. Fue traducido a varios idiomas. Periodista, cronista y diplomático, apreció el viajar y lo utilizó en su obra. Un autor que sostuvo la cultura, y que fue agregado cultural en Roma, París, Buenos Aires y embajador en Cuba.

Aunque me jacto de ser un lectora abnegada llegué a Estrázulas por un compañero de la Licenciatura en Gestión Cultural, Luis Nogueira a quien le agradezco su recomendación. Un escritor al que Cortázar, Rulfo y el mismo Juan Carlos Onetti, consideraron indispensable. Su obra teatral «Borges y Perón: entrevista secreta» se estrenó en Buenos Aires. Y varias ediciones se hicieron en Cuba. La antología de cuentos «La cerrazón humana» reúne algunos textos fundamentales y el libro que nos ocupa «Pepe Corvina», es uno de sus clásicos publicado por primera vez en 1973.

Se trata de una historia alucinada, escrita en dos meses, propia de la narrativa uruguaya, esas vidas mínimas y enloquecidas que Estrázulas volcó en el mundo de la escritura. Tal vez por sus ambiguas condiciones, esta novela que no podemos definir dentro de género alguno, tiene toda la magia y la potencia para ser estandarte de la obra del autor.

La historia, instalada en las costas uruguayas, nos muestra todos los matices propios de la literatura costumbrista, se nos viene el Macondo de Gabriel García Márquez, tal vez la verdadera esencia de un Rulfo. Es que el autor de una cuestión ínfima, local, despliega toda su narración con tal potencia, en esta novela desde varios protagonistas cuentan la misma historia desde sus diversas miradas, y lo hace de modo tal que nos envuelve, y nos sentimos responsables de esa narrativa naufragada, tan responsables como los personajes que la cuentan. Pepe Corvina, el caracter, es una excusa para secuenciar situaciones y desvíos. Este pescador, castigado por el hambre, la soledad, el clima de la costa y un desgarrador desamparo, se aferra a la búsqueda del paraíso encarnado en una fragata hundida en la que yace cierta extraña pieza de cobre olvidada que tiene ese secreto, el que nos vuelve seres dignos del paraíso perdido, donde la felicidad es una posibilidad; y él sabe que el mapa lleva al lugar exacto del naufragio.

La locura, el delirio, o tal vez la demente idea de ser felices contagia a otros habitantes tan desolados como Pepe, ensimismados en una vida opaca, miserable. Un psiquiatra, tal vez testigo y loco a la vez, sostiene la utópica visión. La historia del hallazgo y de la ubicación del paraíso, atrae aun grupo variopinto denominado «Sociedad de Amigos de la Arqueología». Son tres personajes, pseudo intelectuales, que deciden avalar la historia que Pepe Corvina no logró. Las metáforas son contundentes en su simpleza, la descripción avezada del autor lo acerca a los grandes, es despojado pero a la vez tiene lo inefable de Onetti.

Enrique Estrázulas retrata la realidad, una que subyace bajo la forma de un pueblo de pescadores, en el que se sumerge a reflexionar, y lo hace con ironía, fabulando con los propios, con los suyos, esos uruguayos que amo en lo personal y a los que es difícil considerar verosímiles, cuando relatan historias como éstas. Tal vez porque no nos atrevemos a los paralelos de la imaginación.

Sin dudas, la recomiendo.

Memorias del Subsuelo

Memorias del subsuelo narra la vida insignificante de un funcionario cualquiera. Dostoievski hizo de este personaje un análisis psicosocial tal que permite entender desde las primeras páginas ante que historia nos encontramos; y, aún así nos van a ir sorprendiendo sus acciones y divagues hasta la última palabra. Dostoievski limita la caracterización del «habitante del subsuelo», no podemos adivinar como va a actuar, hasta el gran giro final de la obra.

Tomada como precursora del existencialismo; estas Memorias se devanean entre lo conceptual y lo histórico del mismo que lo hace Nietzsche respecto a la moral del amo-esclavo ; y anuncia lo que aún no se estudiaba, como la sombra de Jung o las cuestiones de la psicopatía, a quiénes considera amorales. Nos vamos cuestionando con el personaje lo dicho y lo callado. Nos deja en un éxtasis filosófico constante. A pesar de una rara estructura en dos partes: «El subsuelo», de once capítulos, se sostiene y tensiona. Un tipo de monólogo introspectivo del protagonista que se abalanza al lector, aterroriza hasta sublimar, este hombre filosofa y se contradice, nos muestra sus pensamientos que van de la arrogancia a la derrota. El personaje le habla al lector en ocasiones, dejando sin pared límite a la relación, apela de tanto en cuanto al lector y lo hace de forma más o menos explícita. En «A propósito del aguanieve», la segunda parte, diez capítulos más convencionales con diálogos, descripciones de acciones y situaciones, se somete al lector a una agilidad que equilibra el reflexivo Subsuelo inicial, a pesar de que pasar de un estilo a otro incomoda, hay organicidad entre las partes, siendo la segunda, la que nos da claridad sobre los temas que la obra trata.

Memorias del subsuelo no deja dudas, su protagonista, el habitante del subsuelo, es deleznable. Típico personaje dostoievskiano (tal vez el inicial), no llega a salvarse con sus pequeños detalles saludables. Él mismo lo anuncia confesando: «Soy un hombre enfermo… Soy malo. No tengo nada de simpático.» Pero según él, lo vemos así nosotros, que vivimos con la moral y la razón a mano, y nos alerta que la vida sólo es interesante por su condición negada. No somos libres si estamos atados a la razón y al constructivismo, dice este antihéroe ruso. El hombre del subsuelo convierte en amoral su forma de ser. Y, eso lo pone en alto respecto al resto. Es un personaje que se nos presenta quebrado, física y emocionalmente, permanentemente en estado de frustración y culpa, claro que, en vez de ser víctima de ello; lo vuelve su filosofía de vida. Aunque se justifica no parece estar consciente de hacerlo, es una hombre con tanto miedo al dolor que prefiere herir primero, tan aislado por temor al rechazo que él rechaza a la sociedad, aunque muy pocas veces en la obra lo admite.

El habitante del subsuelo, ve un mudo connotado por él. Y a través de esa mirada, Dostoievski nos deja impresiones sobre el amor, la civilización, la sociedad, la traición, y otros temas universales, y esas ideas pueden ser consideradas nihilistas, aún cuando sea un atrevimiento de mi parte intentar analizar semejante obra y autor. Dentro del paraguas que crea, Dostoievski se mantiene neutral, no alaba a su personaje, sus opiniones, ni lo enjuicia. Lo deja con la historia en sus manos. Expone las contradicciones del hombre del subsuelo para que el lector decida sobre él. Memorias del subsuelo es uno de esos libros que nos rompen los esquemas y nos obliga a interpelarnos. No podemos quedarnos al margen una vez que lo leemos. Debemos repensarnos, en realidad lo hacemos ya mientras lo vamos leyendo, porque la pregunta constante es qué tipo de subsuelo habitamos y qué persona queremos ser.

Nos deja con la memoria de este hombre en los hombros, nos deja solos, enfrentados a nuestra vida en forma permanente. Al fin de cuentas, así es como vivimos. Lo sepamos o no.

El fin del amor. Querer y Coger

…le dije
que lo que yo quería era “tener lo mejor de los dos mundos”.

Tamara Tenenbaum

En el ensayo «El fin del amor. Querer y coger», la filósofa y escritora Tamara Tenenbaum profundiza sin reparos, en el mundo afectivo, para ofrecer una estudio minucioso la subjetividad a la hora de relacionarnos. La autora sostiene que nos hallamos en el final de un paradigma: «la pareja era la única forma de entender el amor y en el cual las mujeres tenían que pasar la vida buscando una pareja y ese tenía que ser el objetivo vital«. Pero también filosofa sobre muchas cuestiones inherentes al poder del dinero y la libertad económica con que cuentan las mujeres a la hora de decidir sobre el amor.

Tenenbaum nació en una comunidad judía ortodoxa en el Once, barrio típico de Buenos Aires, y pudo eludir muchas de las normas que atraviesan otras chicas de la misma comunidad, por eso en este ensayo  cuestiona las dinámicas del amor desde un lugar específico y demarcado: como parte de una generación con curiosidad y deseos de ponerse a cambiar paradigmas y modelos de relación, fuera de los que están establecidos como típicos para las parejas y la monogamia heterosexual. Esta generación, a su vez, no puede con la retórica del amor  y supone que los ideales morales fueron cambiados por los de consumo en la vida en de relación. Así, visto, tener pareja es ser exitosa y ser soltera es un fracaso. La pregunta sería: ¿esto no es igual a dos siglos atrás?

Hablar sobre religión, exponer la sexualidad en su esplendor y las relaciones abiertas es sencillo ahora, en la época en que Tenenbaum escribe, por lo que el mayor mérito se lo doy a como lo narra. Nos mete en su mundo, en sus lecturas y cita y conversa con nosotros sobre lo que va exponiendo, a veces concordamos, y a veces no.
El fin del amor es un libro cuestionador, que nos llama a reflexionar, pero donde la autora deja un convite lleno de convicciones propias. Nos habla de un cambio inevitable, tal vez por cuestiones generacionales, mantengo cierto respeto hacia las tradiciones y no estoy tan segura de lo inexorable, pero rescato de este libro (que considero un ensayo, aunque algunos lo llamen novela contemporánea), la claridad del texto, la inevitable relación que establece con nuestra subjetividad y la necesidad de establecer voces respecto a muchas cuestiones abusivas que antes se normalizaban. No alcanza. Pero es un paso. Y merece la lectura. Cierro esta reseña con la voz de Tamara:

Es un privilegio también animarse a soñar con hacer
política, pintar cuadros, construir edificios, escribir novelas, viajar por el
mundo con una mochila y acumular aventuras sexuales o amores increíbles, y
soñar también aventuras colectivas, construcciones comunitarias, felicidades
que no pasen solo por vos misma. De esto hay que llenar el mundo: de
historias de mujeres que no amen ni odien sus cuerpos, y que los acepten como
son en cualquier formato; de mujeres que tengan la libertad, la libertad
verdadera, de hablar de otra cos
a.

Los cuerpos del verano

A raíz de un cuento que estoy trabajando, Anahí me recordaba que debía leer Los cuerpos del verano, de Martín Felipe Castagnet, y yo me resistía porque no me gusta leer sobre los temas que escribo. Prejuicios inevitables en nuestro arte. Pero esta semana me lancé a estos cuerpos propuestos, de lectura veloz, que nos interpelan, porque son la concreción de lo soñado, de aquello que no nos atrevemos a decir.

La breve novela es inmensa. Llena de cuestionamientos filosóficos, arrebatada por un montón de problemáticas irresolutas que nos persiguen a diario. Creencias, amor, sexo, alma, constructivismo, traición. Nada queda afuera de la obra, nada podemos hacer después de leerla para esquivar lo que pensamos y es ése el logro primordial del autor.

De quién nos vengaríamos si no estuviésemos obligados a morir. Cómo soportaríamos cuerpos de otro género. Podríamos ver morir a nuestros hijos. Enamorarnos de quienes serían nuestros bisnietos, volvernos animales o reencarnar en la web. La pregunta podría ser si tiene sentido una vida sin muerte obligada. Si elegiríamos un limbo o nos volveríamos carnívoros en un sentido metafórico.

Ramiro, el protagonista de esta historia, vuelve a la vida décadas después pero en el rollizo cuerpo de una abuela, y comprueba que a pesar de la inteligencia artificial las personas siguen igualmente insatisfechas, llenas de dudas y de miedos. Los grandes dilemas no se resolvieron, y los restos de su antigua existencia. sus amores, sus dolores, una hija que solo puede encontrar en internet, en una especie de cielo internauta, y muchas presiones que no cesan con el cambio de cuerpo. Su hijo que prefiere morir para siempre antes que flotar y ser reciclado, como un revolucionario futurista con conciencia de finitud.

El mundo de Catagnet es un mundo que critica al capitalismo, sin embargo se vale de él para poder crearlo, y a pesar de tal crítica, es emocionante la historia, la continua vida de Ramiro, que aunque habite senos sigue siendo un hombre confundido y melancólico. De Azufre que prueba las inequidades de los tiempos y de cada uno de los personajes que sorprenden y nos dejan llenos de incomodidades. Sobre los cuerpos, la eternidad, la memoria, el espacio que ocupamos, los no lugares, pero sobre todo Los cuerpos del verano llega para recordarnos que no tenemos otra cosa que tiempo. Un tiempo propio, que será eterno o efímero de acuerdo a como elijamos vivir.

Las Primas

…porque nunca falta lo feo en ningún paisaje por más bello que sea…

Aurora Venturini (1921-2015) psicolóloga y escritora argentina, que supo ser amiga de Eva Perón, y tuvo que exiliarse en París, publicó con la misma voracidad con la que escribió, más de cuarenta libros, entre ellos  Las primas, libro ganador del Premio Nueva Novela, Las amigas, El marido de mi madrastra; Nosotros, los Caserta; Los rieles; Eva, Alfa y Omega. Su prolífera obra es interesante para analizar, porque mantiene un hilo rojo que une cada historia, y que la hace única, dentro del mismo espacio ficcional..

Las primas es un vómito de genialidad sin puntos ni comas.. La autora toma la palabra para delirarla en un universo que nos muestra Yuna, la protagonista, que no es más que una artista ensimismada en su inefable realidad. La circunda, la rodea, hace de ella su vehículo para que el arte aparezca sin salvarla, pero mostrando en más de una ocasión lo deforme, retrasado, discriminado y prostituido que puede ser su mundo. Y el nuestro….

La docencia deja de ser para Yuna un remanso, y se vuelve madre, pedófilo, entonces este personaje desinstitucionaliza lo normado, lo vuelve lábil, para reflejarlo en cuadros alucinados de verdad. La hermana deforme con cola almada, la prima muerta tras abortar, la enana sin tapujos oralizando en sexo su desgracia, la tía censora, los ignorantes, la puta sociedad, es una cachetada que Aurora Venturine escribe con 80 como si tuviese 20 años. Y nos deja frente al espejo:

“En un espejo que nos enfrenta en la pared observé qué poca cosa éramos tanto tía Nené, con el traje que le ajustaba porque estaba gorda y los zapatos tortos y las uñas pintadas y la cara que se parecía a las caras que ella pintaba de vaca (no me vas a comer). Pero ahora una vocecita preguntaba porque me vas a matar, pero yo solo la oía de otra manera…”

Es un mundo de mujeres solas, abandonadas, como si no bastase con lo narrado, un hombre se traga su sexo asesino. Y todo esto que puede parecer terrible Venturini lo escribe con un candor que se vuelve insoportable, con el miedo al pecado, la tragedia descontrolada de los sueños imposibles y la exquisita bestialidad de su pluma.

Nos deja como lectores desnudos junto a sus terribles personajes que primero nos dan asco, luego verguenza, pasamos por la lastimería para terminar cómplices de tanta ignominia, de tanto no dicho, cuando parece haber dicho todo. Las Primas nos van envolviendo, y culminan siendo nuestras, para volvernos procaces, idiotas y miserables como ellas.

Aurora Venturini tenía 85 años cuando logró el Premio Nueva Novela organizado por el diario Página/12. Debimos leerla antes, es, porque su obra permanece, una gran escritora que se atrevió a romper todo aquellos que nos obligan a construir en un texto, Y en esta historia familiar atípica narró lo indecible, realizó lo improbable y paseó por especímenes de género femenino que se alejan de los estereotipos, para volverse hembras, asesinas, muertas, ajusticiadas o suspiros. Uno lee y siente que está leyendo algo primigenio, algo que no puede clasificarse, un texto que no teme hablar de minusválidas o taradas, que llama a las cosas por el nombre que Yuna Riglos quiere. Porque ella es quien tiene la palabra.

“… si la palabra escrita es tan fatigantemente bobalicona como la hablada por mí hacia adentro, quien termine esta melopea absurda me maldecirá por el tiempo que le hice perder sin poder negar que no pudo dejarme a un lado porque encontró en mis estúpidas amarguras de amor y de muerte, muchas de las vividas por sí mismo…”



El Lector

A veces un final doloroso hace que el recuerdo traicione la felicidad pasada. A lo mejor es que la única felicidad verdadera es la que dura siempre. Porque solo puede tener un final doloroso lo que ya era doloroso de por sí, aunque no fuéramos conscientes de ello, aunque lo ignorásemos. Pero un dolor inconsciente e ignorado, ¿es dolor?

En los barrios de Berlín, la guerra ha finalizado, el pasado muta en nuevas construcciones que pisan los restos, y esos barrios atestiguan. Es en este contexto que Bernhard Schlink narra una historia fascinante que une amor, nazismo con todo el horror que significa, todo el miedo y toda la culpa sobre una herencia que no puede evitarse, y que solo puede remediarse sino a través de las generaciones del futuro.

La historia comienza cuando Michael Berg (quien narra en primera persona), un chico quinceañeros, conoce por desmayarse a la salida del colegio, a Hanna, una mujer mayor con la que comienza una relación amorosa secreta, y tal vez sumisa, en el departamento de ella. El amor es rutina, parece decirnos el autor: primero se bañan, luego hacen el amor y tras el sexo, Michael lee a Hanna clásicos de la literatura, el ritual continua hasta que Hanna, desaparece con la misma intrepidez con la que comenzó a ser parte de su vida. Cuando Michael estudia Derecho, comienza un juicio contra mujeres acusadas de matar a cientos de prisioneras durante su época de guardianas de la SS en campos de concentración. Hanna está entre las acusadas. El juicio lo pone frente al dolor del abandono, de cara a un pasado en llaga, y comprende que amó a una desconocida.

La novela está narrada en tres tiempos coincidentes con los momentos de la vida del Michael, cuando conoce a Hanna, casi niño, como universitario en el juicio, y cuando ya cincuentón, vuelve a contactarla y mirando atrás nos narra toda la historia.. Los meses del amor adolescente, son tan pasionales que piensa que nadie será como ella, cuando Hanna está en el juicio, él comprende que no vio lo obvio, que todas las pistas eran claras y que El lector las intuye, y siente que su extrema juventud, lo impidió y su inocencia quedo en las paredes de aquel departamento.

Al principio conocemos una Hanna treintañera, sexual y que vibra con la lectura, con los clásicos, con la cultura. La mujer que se reencuentra con Michael es una que está desarraigada, avergonzada, que nota sus faltas pero no puede reconocerlas, La complejidad de Hanna atraviesa a la tibia mirada de Michael Y El lector va comprendiendo, aunque no pueda perdonar, los vaivenes y las carencias de la vida de una mujer que tiene la piel llena de restos, de fisuras, por las que la ignorancia, el horror y la muerte gotean entre ellas.

Es una obra maestra que nos cuenta la posguerra, que nos hace responsables, al leerla, de esa sociedad que llegó hasta tal límite, a ese nivel de degradación. En mi caso ante la decadencia actual, me llevó a pensar el qué bordes elegimos limitar como sociedad.. En cuánta ignominia nos rodea e ignoramos, o dejamos en el costado oscuro del olvido. A pesar de su rigurosa historicidad, es una historia de amor, de horror y de piedad, entre Michael y Hanna, juntos, en y sus vidas por separado. Una historia de amor desgarrado, prohibido, que el autor exhibe sin prejuicios y con destreza narrativa. Nos lleva a soñar, nos vuelve inocentes, hasta que comenzamos a cuestionarnos, nos molesta, odiamos los abusos y sin embargo festejamos el amor, las aciagas decisiones y torturas. Pero además, es una historia llena de libros, y son amados, producen cambios, enriquecen, acompañan, incomodan. Como si no fuera ficción. El lector de Bernard Schlink. Un libro necesario.

La Vaca

«Yo había permitido que la vaca me mirara y que me viera —esto nos hizo iguales—, y de golpe yo mismo me convertí en animal».

Witold Gombrowicz

La Vaca es un ensayo editado en un libro bilingüe, con prólogo de Alan Pauls, y con una serie fotográfica que ilustra, con la significación de la imagen, lo dicho en sus tres secciones: «Carne viva», «Carne cruda» y «Carne asada». Podría ser, como el mismo ensayo lo sugiere, una composición al mejor estilo escolar con La Vaca como título, pero Becerra lo transforma, incomoda, y sostiene a partir de la vaca, una serie de discusiones sobre nuestra identidad.

Comienza con una línea histórica respecto al origen biológico del animal, desde sus arribo al continente, pasa por una pormenorizada clasificación de las razas, técnicas de producción y de explotación desde el siglo XIX hasta la actualidad y en ese devenir. describe como nadie, con una prosa que no deja dudas. los espacios en los que el animal es transformado en carne, en todo tipo de carne, así nos cuenta de las jaulas de hacienda, los saladeros, los mataderos y los frigoríficos. Por supuesto en Carne Asada también hay un discurrir histórico hasta llegar al asado, un cacho de carne, un cacho de identidad, y esto es licencia personal. Juan José Becerra detalla gustos, maderas, puntos de cocción, sabores, pero la crudeza del matadero, Echeverría incluido,. impide que se nos haga agua la boca.

La pampa, hábitat vacuno, es uno de los puntos en que se detiene el autor a la hora de marcar argentinidad y cito su mirada sobre la llanura: «produce el extraño hábito de reflexionar sobre ella, de intelectualizar su oferta inabordable de espacio».

Todo el ensayo de Becerra nos permite la reflexión y nos llena de citas de grandes autores que tienen que ver con la evolución y el arraigo, además del nombrado Echeverría, encontramos a Borges, Sarmiento, Darwin, Martínez Estrada, por citar a algunos.

En La vaca abunda la barbarie, paralela al avance tecnológico, hay sangre, hay violencia. Pero no moraliza, nos deja solos con nuestra conciencia pensando nuestras propias conductas animales, la naturalización de la matanza, la canibalización de la identidad. Para mostrar, elige a Stevenson, cuando argumenta: «comemos bebés que, sencillamente, no son los nuestros», y aquí sí cae tal vez, en un anti carnívoro decreto. Con auto crítica, buscando pensar, historizar, y siempre sin salir de la línea del ensayo, el autor termina sosteniendo que el asado, pilar de la reunión, símbolo de la argentinidad «es menos una operación alimenticia que una bacanal de ex caníbales».

Nos muestra tres momentos de un mismo ser: la vaca. Un animal propio de una pampa sangrienta, que nos sostiene en lo económico pero también en la tradición. Un ‘mamífero pasivo de dos dedos’ que es nuestro más preciado alimento. La Vaca es un libro de Juan José Becerra que con buena prosa, contundente y a veces irónica, fiel a su estilo, juega a investigar, pero a mi juicio, ensaya el derrotero del animal que come el argentino, y como tales terminamos preguntándonos ¿Qué o a quién comemos?

Cuentos completos de Lorrie Moore

“Si [el avión] no se estrellaba, si conseguías mantener en el aire toda tu inutilidad, se trataba simplemente de salir, localizar el equipaje y, en el tiempo de encontrar un taxi, haber dado con un motivo convincente para seguir viviendo

Lorrie Moore

Moore (Nueva York, 1957) es una cuentista, puede, como lectores, ponernos en la encrucijada de deshauciar el futuro o creer para siempre en el amor. Porque aunque es dura, y nos llena de muestras de las miserias de la vida, siempre abre una luz de esperanza. Es una autora premiada y que se la reconoce aún en plenitud. Desde 2006 es miembro de la American Academy of Arts and Letters  y enseña Lengua Inglesa en la Universidad de Wisconsin.

Cuentos completos, como su nombre indica, compila todos sus libros de relatos: Autoayuda (1985), Como la vida misma (1990), Pájaros de América (1998) y Gracias por la compañía (2004). Su humor es crocante, lleno de pequeñas desgracias, con las miserias de la posmodernidad pero también con su mordaz ironía.. Moore nos cuenta cómo somos con solo narrar escenas cotidianas de vidas mínimas. Aunque ella situa sus narraciones en Estados Unidos, su historia es universal, el tiempo pasando en ciudades ajadas, en no lugares, vino, reuniones, aeropuertos, nacimientos, senilidad. Lo de todos, esas vidas proletarias que tenemos todos, y que esta autora cuenta con las incuestionables sutilezas que una autora mujer puede detectar. No es lo mismo para una mujer el amor, la pareja, el tiempo, la muerte. Y Moore lo expresa.

Autoayuda está conformada por cuentos que se burlan de la cursilería de los libros que pretenden decirnos como vivir. En segunda persona, modo imperativo, nos cuenta como ser madres, amantes, enamoradas de un tipo casado, horrible, ególatra y generalmente viejo. Si se trata de madres que adoctrinan a sus hijas, recurre al testimonio en primera persona y nos dice por ejemplo: “los hombres de talento tienen la cabeza muy ocupada” por eso debemos cuidarlos. Todo pasa en este compilado, divorcios, esposas desahuciadas por una amante esquelética que comen sin parar, mastectomías. Hay vacios. Hay malas vidas, bien narradas. Nos indica donde mirar todo el tiempo.

Moore nos lleva a los extremos de la emoción, no sé si es una gran autora, tal vez repetitiva, o con recursos recurrentes, pero sin dudas emociona, conmueve y es para probar una tajada de su obra ant4es de desecharla Las mujeres de Moore son manifiestos, una de ellas dice que se siente como “una bomba nuclear colgada sobre todos y cada uno de nosotros”. ¿Por qué debemos vivir? ¿Por qué nos toca esta vida? Bien podrían ser las preguntas anticipadas que intenta responder la autora.

Al fin y al cabo nos estamos muriendo de a poco y de tristeza. Esa sensación aciaga de lo cotidiano, la americana sopa en latas, el pan con mantequilla, que acá puede ser un mate con facturas, no logran tapar ese día a día perdido, en el que lo gris nos come, nos deja sin aliento. Y el amor , para Moore, cualquier amor puede ser el salvavidas desesperado antes de volvernos huecos.

 Pájaros de América, vuelve pájaros a las actrices frustradas y alcohólicas, a las esposas que se hacen las dormidas para no morir con ellos, las mujeres de más de más de 40 sin amor. Todos estos pájaros son aludidos por la autora para que los lectores podamos comprenderlos, tal vez como reflejo de una empatía que no existe y que Moore busca instaurar, haciendo hincapié en el saludo, la cortesía, la posibilidad de mirar al otro en su propia otredad. La cito: “no había nada tan complejo en el mundo (ni una flor ni una piedra) como un simple hola de un ser humano”.

En Gracias por la compañía, nos da respiro con la ironía con que narra personajes cincuentones, semi jóvenes, semi viejos, llenos de nostalgia, enfermedades, cirugías y casamientos, todo da igual. Moore nos pone a prueba todo el tiempo y podemos escucharla susurrándonos que la vida, así, como es, despiadada y terrible, vale la pena.

Maniobras de evasión

«Hago como que corro con todos, pero siempre me siento al margen, soñando otra cosa, nunca me creo la vida, ese juego tan raro que practican los demás.»

Pedro Mairal

Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970), autor entre otros, de  Una noche con Sabrina Love, libro que alguna vez reseñaré y que leí hace bastante más de quince años, es un autor interesante. No puedo decir que está entre mis favoritos, a veces noto una excesiva tendencia autobiográfica, o crónica en su obra, y esto lo digo desde lo personal, tal vez una mirada por demás subjetiva la mía. Pero me propuse leer y reseñar
Maniobras de evasión, que recoge textos escritos y publicados por revistas, otros que fueron parte de un blog del autor, llamado El Señor de abajo; y algunos escritos para el libro. 

Maniobras de evasión ha sido editado por la escritora juninense Leila Guerriero. Mairal en sus presentaciones, contó que Leila descartaba textos que Mairal quería que entraran en el libro, con una conciencia de selección muy ajustada. O le proponía escribir nuevos textos para volver sólidos algunos de los tema que se trataban.
En Maniobras de evasión, hay algunas secciones no definidas, tras una intro donde Mairal nos cuenta sus problemas para sentarse a narrar en concreto, el libro habla de infancia, adolescencia y una primera edad joven. Es evocativo, con la dureza que el autor habla de si mismo. Un niño que es elegido último para armar el equipo de fútbol, que simula jugar rugby, que esta primero en la fila. Un loser setentoso que nos vuelve cómplices en cada historia de los desaires sufridos.
En Maniobras de evasión se caracteriza por los finales de los textos, cada uno deja un cierre pulcro y consolidados. Grandes finales.

El sobrino de Bioy, es un texto de regodeo donde Mairal nos cuenta lo que significó ganar el premio premio Clarín, a los veintiocho años con Una noche con Sabrina Love. Adolfo Bioy CasaresAugusto Roa Bastos y Guillermo Cabrera Infante lo eligieron y por supuesto lo criticaron y decidieron los rumores volverlo sobrino de Bioy, yo lo quitaría del libro. Pero es el libro de Mairal, y una reseña es solo la impresión de un lector más o menos avezado sobre una obra.

La adolescencia y la juventud se coronan como tema hablando de la madre, y su terrible perdida de la memoria y el habla. Babas del diablo o Desde el camión  son producto de artículos encargados por diarios o revista. que muestran la voz de Mairal a la hora de narrar historias, íntimas, reales.
Uno de los temas del libro es el sexo, porque el autor aceptó encargos para hablar en un artículo sobre «tetas» y en otro sobre «culos». Son textos políticamente incorrectos, tal vez por eso me gustaron mucho, a pesar de lo limitados del tema y el humor.
Mairal escribe sobre el trasfondo, la periferia de los viajes literarios o ferias, donde el sexo, y las fiestas vuelven a tomarlo, y su desdén hacia la propia imagen de macho desdicen cualquier posición machista anterior. En Es Ahora nos incomoda con la urgencia, con la vida del hoy, suspendida en un tiempo que no admite la espera.
Otro tema es la continua lucha del autor con su texto. Los plazos impuestos como límite a la calidad, las idas y vueltas, las distracciones, las redes. Y me gustó mucho su respeto al lector, cierro esta reseña con sus palabras. «Aunque hay autores que confrontan al lector, y lo hacen bien, yo prefiero ir desplegando las escenas delante de los ojos, a la par del lector, sin obstruir el paisaje, prefiero hacerme a un lado, quedar hombro con hombro, escribir como quien va manejando un camión y lleva al lector de acompañante.»


 Maniobras de evasión es un libro coherente, con un Mairal en evidencia, que se acerca al lector. No me atrevo a pensarlo valioso, sin embargo lo leí de corrido y forzando la sonrisa.

Flores que se abren de noche

«En mi casa no van a hacer chanchadas, dice, te conozco, te veo la porquería en la mirada, como tu mamá, igualita a tu mamá. Cuando papá le daba con el cinto, ella gritaba de contenta».

Flores que se abren de noche, Tomás Downey


Tomás Downey nació en Buenos Aires en 1984. Es escritor, guionista de cine y traductor. Publicó dos libros de cuentos, Acá el tiempo es otra cosa (Interzona, 2015), que obtuvo el primer premio del Fondo Nacional de las Artes y fue finalista del III Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez (Colombia), y El lugar donde mueren los pájaros (Fiordo, 2017), que obtuvo una mención en los Premios Nacionales 2014-2017 y fue traducido al italiano.
Además de esos datos biográficos, Tomás Downey es un gran escritor. De esos que te hacen sudar las manos, que crean universos únicos, que pueden volver cotidiana la extrañeza. No es mi primera reseña sobre Downey y estoy segura que es otra de muchas, porque este autor tiene sabiduría vieja, de esa que se adquiere cuando uno se atreve a lo profundo de la vida, sin elegir entre luces y sombras.


El libro que nos ocupa, Flores que se abren de noche, se compone por el cuento que lo nombra, una historia de primos que dudan ser hermanos en el Delta, un relato donde la crueldad, la belleza y la maldad son partes de lo cotidiano, con mucha mística, con mucha destreza, el autor nos hace sentir cómodos en un mundo que pertenece a lo inefable, y terminamos comprendiendo a Anahí, y a Migue y a Liliana, terminamos apropiándonos de su historia inmensa por ambigua, por posible, por feroz.


En CET, la segunda narrativa, una lluvia de meteoritos descarga huevos de los que nacen seres tubulares que sirven para hablar del amor y el desamor, la familia, las contradicciones de pareja entre Pedro y Lucas, que pueden ser otros o volverse ellos mismos CET, estos organismos que nunca son reconocidos por nadie, y sin embargo viven en medio de todos. Así como llegaron, de la nada, un día se van. Y no es extraño.
La paciencia nos viene a contar que a los muertos se los puede reanimar. Si tu hijo hubiese muerto, ¿ lo reanimarías? Ir contra las leyes naturales es un hecho posible en Downey, que nos lleva a pensar en “reanimados” sin temor, pero que sin embargo nos llena de preguntas a responder. La belleza del texto, construido con solidez es que es posible, es aterrador, perturba y cuestiona. Gran trabajo de narración, que me remitió a lo mejor de Samanta Schweblin.
Por último, Hombrecitos, nos pone a los humanos como mascotas, o juguetes, nos vuelve nimios, frágiles, dependientes, en una historia de pérdidas y otra vez la familia, la amistad, las relaciones primarias son ambientes propicios para la extraña creatividad de Tomás Downey, que nos vuelve muñecos de juego, o nos cuenta que lo somos ya.
Cada uno de los cuentos, nos indaga, nos convierte en títeres, su prosa humanista no le impide pasearse por mundos futuros, sueños impropios, y hasta delitos, si es necesario, para hablar de desencuentros, falta de comunicación, vida. Estas historias son novelas mínimas que con una verosimilitud asombrosa nos dejan entrar a ambientes únicos, reales, impropios, lacerantes, logrados por una observación exacerbada que Downey ejecuta además, con una narración impecable.
Flores que se abren de noche, es de lectura obligada, y tal vez con el tiempo, de culto