Vete de mí

“Ubi amor ibi miseria”

Carmina Burana

Alejandra Laurencich nació en Buenos Aires, en 1963. Es narradora y editora. Egresada de Bellas Artes, estudió cinematografía. Fue guionista. Publicó las novelas Las olas del mundo y Vete de mí, los libros de cuentos Lo que dicen cuando callan, Historias de mujeres oscuras (2° Premio de la Ciudad de Buenos Aires), Coronadas de Gloria (3° premio del Fondo Nacional de las Artes) y el libro El taller, Nociones sobre el oficio de escribir . Parte de su obra se tradujo al inglés, alemán, hebreo, esloveno y portugués. Dicta talleres y seminarios de escritura y hace supervisión de obra para narradores. Fundó y dirige la revista La Balandra.

Vete de mí es una novela amasada con el tiempo, se nota en el maravilloso mundo de personajes apasionados y torturados por Luis o “Louis”, el aristocrático y flemático protagonista. Este típico chico de clase alta, corrompe y es deseado, ha sido malquerido, huérfano de madre suicida, con un padre despectivo y una madrastra sin escrúpulos, trató también de atentar con su vida y fue internado.

Luis fue novio de Mariana , ella se está casando con otro, queriéndolo a Luis. Mariana, Black y Pachu, forman un grupo joven y descontrolado que abusó de todo y se atrevió a lo perverso. Pero en un “hoy” sin tiempo, Luis comparte sus días con Ray, un respetado y simbólico doctor amigo de su padre. Y luego, marcado por nuevos abusos de éste hombre, Luis va al casamiento de Mariana, recompone la relación perdida con Black y se esconde en su casa, obligando a su amigo y a Pachu a un aislamiento entre amoroso y siniestro.

El texto va y viene, el narrador también, vemos la historia desde distintos personajes, sabemos poco, lo que ellos nos quieren contar y la única cuestión que hilvana la historia es la certeza de que algo malo va a ocurrir. Narrada alternativamente en primera y en tercera persona, con la visión subjetiva de cada narrador, Laurencich nos muestra la historia de este grupo entrelazado de amigos, amantes y desconocidos, y lo hace con hondura, como quien escarba el dolor de los otros para saber de sí, como quien también goza con ello.

Este Dionisio moderno que construye la autora en Luis, con su aire despreocupado y andrógino es motivo de adoración, todos los protagonistas terminan atraídos por este Dios bilingüe y subdesarrollado que marea y encanta por igual.


El relato verosímil y la trama densa nos ahoga, es una especie tortura creíble donde todo que puede ser: el maltrato, lo ambiguo, las vejaciones, pero lo increíble de este grupo aislado y enfermos es que son creíbles, en la vorágine loca y atrofiada del mundo que se crean, y eso hace que la novela nos atrape y nos haga desear, tanto como a los protagonistas, saber de Louis, de sus modos y de su estela maravillada. Claro que con buena prosa y excelente calidad. A lo Laurencich.

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Enero

“Hablan de la cosecha y no saben que para entonces ya  no habrá remedio- piensa  Nefer-, todos los que están aquí, y muchos más, van a saberlo, y nadie dejará de hablar.”

Escritora  y  periodista, Sara Gallardo (Buenos Aires, 1931- 1988), publicó 1950  y  1960 cuando en la Argentina se amplió la aparición de nuevas voces femeninas en las letras. Fue injustamente olvidada, una voz que habla de campo, del paisaje, de los silencios de la tierra, hoy es reivindicada por escritores como Ricardo Piglia  y Samanta Schweblin. Lo adictivo de Gallardoreside en la universalidad temporal de sus textos que incluso denuncian cuestiones de género con exquisita sutileza, como Quiroga, logra plasmar con detalles atentos los rasgos de algunos sectores sociales, que marcan las relaciones entre clases, las costumbres, los modos, así como la hipocresía reinante, tal vez escapando de la debilidad real que existía en algunas grandes estancias argentinas.

Enero es su primera novela y Sara Gallardo nos muestra la tensión campo ciudad en relaciones humanas, pero por sobre todo descubrimos la llanura, la pampa, el campo con su geopoética. Nos interpela, porque la quietud no es precisamente propia de ese campo que nos muestra. Pero además habla de amor, un amor no correspondido, adolescente, doloroso, en la voz de la agónica Nefer, hija de un puestero de estancia en la provincia de Buenos Aires. Fea y corta respecto a sus hermanas, Nefer se ensimisma y ve correr la vida a un costado de su propia existencia. Su secreto es haberse enamorado, y a sus 16 años es secreto y convicción. Pero además es violentada y  “un hongo negro se hincha en su interior» La naturaleza calma el miedo y el dolor, ella puede ser quien es entre pájaros, su perro Capitán, las vacas, las crines de sus caballos, el campo y el sol.

Acotada en su íntimo pesar, la angustia se vuelve campo. La conciencia es protagonista, sus devaneos entre el deber y el hacer, la imposibilidad de actuar con libertad, la necesidad de que ese otro dentro se esfume. La culpa , producto del prejuicio, se enjaula en su alma niña, es poco lo que Nefer sabe, es mucho lo que siente.

Gallardo juega la carta del monólogo interior y el libre decir para confundirnos, para quitar certeza, y lo hace con maestría, entonces logra esa adolescencia consciente en la voz privada de Nefer, que busca escapar a un conflicto que no sabe definir. Y nos volvemos Nefer cuando piensa, recuerda, establece comparaciones y usa el paisaje como referente, ella es paisaje, ella también, como la naturaleza, esta desamparada.

“Las ricas son otra cosa. Piensa en Luisa que a esta hora se sentaría  en el comedor de la estancia. Su madre había dicho: éstas son todas iguales, se  revuelcan con cualquiera pero nadie se entera, se las saben arreglar”.

El Negro, de quien está enamorada sin decirlo, termina siendo en su fiebre joven el responsable de su desgracia. Sin él no habría deseado, sin el no se hubiera dejado, sin él…

Enero  es una novela de registro y lectura obligada, la primera novela argentina de amor adolescente que da voz al aborto en primera persona femenina. Pero es más, es el amor hecho pedazos, la decencia y el miedo, la irremediable fuerza de la vida en un cuerpo casi niño que no puede más que rebalsar.

Va para Enero una fuerte recomendación.

Degenerado

Ariana Harwicz encarna a la escritura despojada, no enjuicia a sus personajes, los narra brutales, monstruosos, poéticos, malditos, y nos deja en guardia, con los puños apretados. Así escribe.

 

 Degenerado es la historia de un acusado, un “perverso”. Y este hombre es un hombre con el cuerpo en juego. La autora argentina, que resiente las normas de la literatura hecha para vender, para encajar, nos convida con emociones desbocadas, nos vuelve metáfora, nos deja sin tiempos. Y lo que propone no es temerario, sino que atraviesa los miedos morales para encender la llama del deseo per se.

En Matate AmorPrecoz o La débil mental, nos dio una punta para comenzar a descifrarla, y en ésta novela, en la que aparece el hombre real, no elige cualquier hombre. Es uno que viola y mata, pero que fue vulnerado. Podemos sentir todo: amor, odio, bronca, lo aciago y lo real, y los sentimientos son tan descontrolados como las vidas de los vecinos tras los muros. Y eso es lo que da el alerta al lector. La culpabilidad deja de ser relevante cuando se cuestiona lo moral. La sociedad hipócrita encarnada en la justicia se nos viene encima y nos obliga a pensar en el actuar del hombre frente a tanta mujer expuesta. ¿Qué desea? ¿Qué hace?

Ariana Harwicz construye a su protagonista en un entorno donde el castigo social es ley, tal vez porque la normalidad es una cuestión difícil de llevar. En un entorno pacífico, que parece de cuento, es el escenario para la explicitación de toda nuestra humanidad y de sus voluptuosidades paganas. Lo pacato se vuelve irresistible para fiscales, jueces, vecinos y el hombre condenado, termina siendo la víctima de un status quo social que trasciende fronteras.

En Degenerado, el peso está puesto en la libertad con que está escrito. Sin culpar ni exonerar, sin preconcebir. Nos cuestiona nuestros gustos privados, nos invita a tocarnos de verdad, para saber también, quienes seríamos de no censurar nuestros deseos con lo político. Este hombre tuvo un padre que lo violentó desde pequeño, ¿eso lo convierte en lo que es o lo vuelve un farsante? Es excusa o prueba, él mismo aparece mintiéndose un cómo y cuestiona su verdad creándose otra, que es historia narrada. En un lenguaje nuevo, quebrado y sustancioso que se aleja de tradiciones literarias, Harwicz fluye, no escribe para norma.

Y acierta en todo, esta historia debía ser escrita así, sin tibiezas: es la historia de un pedófilo que le escupe su asco a la sociedad, para reivindicar el deseo. Ni más ni menos.

El fin del amor. Querer y Coger

…le dije
que lo que yo quería era “tener lo mejor de los dos mundos”.

Tamara Tenenbaum

En el ensayo «El fin del amor. Querer y coger», la filósofa y escritora Tamara Tenenbaum profundiza sin reparos, en el mundo afectivo, para ofrecer una estudio minucioso la subjetividad a la hora de relacionarnos. La autora sostiene que nos hallamos en el final de un paradigma: «la pareja era la única forma de entender el amor y en el cual las mujeres tenían que pasar la vida buscando una pareja y ese tenía que ser el objetivo vital«. Pero también filosofa sobre muchas cuestiones inherentes al poder del dinero y la libertad económica con que cuentan las mujeres a la hora de decidir sobre el amor.

Tenenbaum nació en una comunidad judía ortodoxa en el Once, barrio típico de Buenos Aires, y pudo eludir muchas de las normas que atraviesan otras chicas de la misma comunidad, por eso en este ensayo  cuestiona las dinámicas del amor desde un lugar específico y demarcado: como parte de una generación con curiosidad y deseos de ponerse a cambiar paradigmas y modelos de relación, fuera de los que están establecidos como típicos para las parejas y la monogamia heterosexual. Esta generación, a su vez, no puede con la retórica del amor  y supone que los ideales morales fueron cambiados por los de consumo en la vida en de relación. Así, visto, tener pareja es ser exitosa y ser soltera es un fracaso. La pregunta sería: ¿esto no es igual a dos siglos atrás?

Hablar sobre religión, exponer la sexualidad en su esplendor y las relaciones abiertas es sencillo ahora, en la época en que Tenenbaum escribe, por lo que el mayor mérito se lo doy a como lo narra. Nos mete en su mundo, en sus lecturas y cita y conversa con nosotros sobre lo que va exponiendo, a veces concordamos, y a veces no.
El fin del amor es un libro cuestionador, que nos llama a reflexionar, pero donde la autora deja un convite lleno de convicciones propias. Nos habla de un cambio inevitable, tal vez por cuestiones generacionales, mantengo cierto respeto hacia las tradiciones y no estoy tan segura de lo inexorable, pero rescato de este libro (que considero un ensayo, aunque algunos lo llamen novela contemporánea), la claridad del texto, la inevitable relación que establece con nuestra subjetividad y la necesidad de establecer voces respecto a muchas cuestiones abusivas que antes se normalizaban. No alcanza. Pero es un paso. Y merece la lectura. Cierro esta reseña con la voz de Tamara:

Es un privilegio también animarse a soñar con hacer
política, pintar cuadros, construir edificios, escribir novelas, viajar por el
mundo con una mochila y acumular aventuras sexuales o amores increíbles, y
soñar también aventuras colectivas, construcciones comunitarias, felicidades
que no pasen solo por vos misma. De esto hay que llenar el mundo: de
historias de mujeres que no amen ni odien sus cuerpos, y que los acepten como
son en cualquier formato; de mujeres que tengan la libertad, la libertad
verdadera, de hablar de otra cos
a.

Las Primas

…porque nunca falta lo feo en ningún paisaje por más bello que sea…

Aurora Venturini (1921-2015) psicolóloga y escritora argentina, que supo ser amiga de Eva Perón, y tuvo que exiliarse en París, publicó con la misma voracidad con la que escribió, más de cuarenta libros, entre ellos  Las primas, libro ganador del Premio Nueva Novela, Las amigas, El marido de mi madrastra; Nosotros, los Caserta; Los rieles; Eva, Alfa y Omega. Su prolífera obra es interesante para analizar, porque mantiene un hilo rojo que une cada historia, y que la hace única, dentro del mismo espacio ficcional..

Las primas es un vómito de genialidad sin puntos ni comas.. La autora toma la palabra para delirarla en un universo que nos muestra Yuna, la protagonista, que no es más que una artista ensimismada en su inefable realidad. La circunda, la rodea, hace de ella su vehículo para que el arte aparezca sin salvarla, pero mostrando en más de una ocasión lo deforme, retrasado, discriminado y prostituido que puede ser su mundo. Y el nuestro….

La docencia deja de ser para Yuna un remanso, y se vuelve madre, pedófilo, entonces este personaje desinstitucionaliza lo normado, lo vuelve lábil, para reflejarlo en cuadros alucinados de verdad. La hermana deforme con cola almada, la prima muerta tras abortar, la enana sin tapujos oralizando en sexo su desgracia, la tía censora, los ignorantes, la puta sociedad, es una cachetada que Aurora Venturine escribe con 80 como si tuviese 20 años. Y nos deja frente al espejo:

“En un espejo que nos enfrenta en la pared observé qué poca cosa éramos tanto tía Nené, con el traje que le ajustaba porque estaba gorda y los zapatos tortos y las uñas pintadas y la cara que se parecía a las caras que ella pintaba de vaca (no me vas a comer). Pero ahora una vocecita preguntaba porque me vas a matar, pero yo solo la oía de otra manera…”

Es un mundo de mujeres solas, abandonadas, como si no bastase con lo narrado, un hombre se traga su sexo asesino. Y todo esto que puede parecer terrible Venturini lo escribe con un candor que se vuelve insoportable, con el miedo al pecado, la tragedia descontrolada de los sueños imposibles y la exquisita bestialidad de su pluma.

Nos deja como lectores desnudos junto a sus terribles personajes que primero nos dan asco, luego verguenza, pasamos por la lastimería para terminar cómplices de tanta ignominia, de tanto no dicho, cuando parece haber dicho todo. Las Primas nos van envolviendo, y culminan siendo nuestras, para volvernos procaces, idiotas y miserables como ellas.

Aurora Venturini tenía 85 años cuando logró el Premio Nueva Novela organizado por el diario Página/12. Debimos leerla antes, es, porque su obra permanece, una gran escritora que se atrevió a romper todo aquellos que nos obligan a construir en un texto, Y en esta historia familiar atípica narró lo indecible, realizó lo improbable y paseó por especímenes de género femenino que se alejan de los estereotipos, para volverse hembras, asesinas, muertas, ajusticiadas o suspiros. Uno lee y siente que está leyendo algo primigenio, algo que no puede clasificarse, un texto que no teme hablar de minusválidas o taradas, que llama a las cosas por el nombre que Yuna Riglos quiere. Porque ella es quien tiene la palabra.

“… si la palabra escrita es tan fatigantemente bobalicona como la hablada por mí hacia adentro, quien termine esta melopea absurda me maldecirá por el tiempo que le hice perder sin poder negar que no pudo dejarme a un lado porque encontró en mis estúpidas amarguras de amor y de muerte, muchas de las vividas por sí mismo…”