El Lector

A veces un final doloroso hace que el recuerdo traicione la felicidad pasada. A lo mejor es que la única felicidad verdadera es la que dura siempre. Porque solo puede tener un final doloroso lo que ya era doloroso de por sí, aunque no fuéramos conscientes de ello, aunque lo ignorásemos. Pero un dolor inconsciente e ignorado, ¿es dolor?

En los barrios de Berlín, la guerra ha finalizado, el pasado muta en nuevas construcciones que pisan los restos, y esos barrios atestiguan. Es en este contexto que Bernhard Schlink narra una historia fascinante que une amor, nazismo con todo el horror que significa, todo el miedo y toda la culpa sobre una herencia que no puede evitarse, y que solo puede remediarse sino a través de las generaciones del futuro.

La historia comienza cuando Michael Berg (quien narra en primera persona), un chico quinceañeros, conoce por desmayarse a la salida del colegio, a Hanna, una mujer mayor con la que comienza una relación amorosa secreta, y tal vez sumisa, en el departamento de ella. El amor es rutina, parece decirnos el autor: primero se bañan, luego hacen el amor y tras el sexo, Michael lee a Hanna clásicos de la literatura, el ritual continua hasta que Hanna, desaparece con la misma intrepidez con la que comenzó a ser parte de su vida. Cuando Michael estudia Derecho, comienza un juicio contra mujeres acusadas de matar a cientos de prisioneras durante su época de guardianas de la SS en campos de concentración. Hanna está entre las acusadas. El juicio lo pone frente al dolor del abandono, de cara a un pasado en llaga, y comprende que amó a una desconocida.

La novela está narrada en tres tiempos coincidentes con los momentos de la vida del Michael, cuando conoce a Hanna, casi niño, como universitario en el juicio, y cuando ya cincuentón, vuelve a contactarla y mirando atrás nos narra toda la historia.. Los meses del amor adolescente, son tan pasionales que piensa que nadie será como ella, cuando Hanna está en el juicio, él comprende que no vio lo obvio, que todas las pistas eran claras y que El lector las intuye, y siente que su extrema juventud, lo impidió y su inocencia quedo en las paredes de aquel departamento.

Al principio conocemos una Hanna treintañera, sexual y que vibra con la lectura, con los clásicos, con la cultura. La mujer que se reencuentra con Michael es una que está desarraigada, avergonzada, que nota sus faltas pero no puede reconocerlas, La complejidad de Hanna atraviesa a la tibia mirada de Michael Y El lector va comprendiendo, aunque no pueda perdonar, los vaivenes y las carencias de la vida de una mujer que tiene la piel llena de restos, de fisuras, por las que la ignorancia, el horror y la muerte gotean entre ellas.

Es una obra maestra que nos cuenta la posguerra, que nos hace responsables, al leerla, de esa sociedad que llegó hasta tal límite, a ese nivel de degradación. En mi caso ante la decadencia actual, me llevó a pensar el qué bordes elegimos limitar como sociedad.. En cuánta ignominia nos rodea e ignoramos, o dejamos en el costado oscuro del olvido. A pesar de su rigurosa historicidad, es una historia de amor, de horror y de piedad, entre Michael y Hanna, juntos, en y sus vidas por separado. Una historia de amor desgarrado, prohibido, que el autor exhibe sin prejuicios y con destreza narrativa. Nos lleva a soñar, nos vuelve inocentes, hasta que comenzamos a cuestionarnos, nos molesta, odiamos los abusos y sin embargo festejamos el amor, las aciagas decisiones y torturas. Pero además, es una historia llena de libros, y son amados, producen cambios, enriquecen, acompañan, incomodan. Como si no fuera ficción. El lector de Bernard Schlink. Un libro necesario.

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