Diario de cuarentena: animaladas

Por suerte volvió el sol. Y como en las mañanas tengo mis mejores deseos, le deseo feliz día a la perra que cohabita mi hogar, con alimento de buena calidad. Y entonces pienso que el día del animal en mi vida es una fecha especial. Me doy cuenta que quiero mucho el mundo animal, y también a nosotros, los animales sociales. Pero hoy se los voy a dedicar a los otros, a aquellos que poblaron mi sencilla existencia de lamidas, ladridos, estiradas gatunas, trinos, mugidos, erguidas cabalgatas, corderos de dios y otras especies.

Desde pequeña rescaté cuanto bicho hallaba en condiciones de necesidad, perros y gatos tirados, palomas con perdigones en sus alas, hasta tengo lagartos que atraviesan mi mundo sigilosos bajo el sol. El patio de mi casa de infancia, era un cementerio de animales que hubiera asustado al mismísimo Stephen King. Me tomaba el trabajo de ponerle cruz, piedra y papelito con nombre a cada mascota que moría, no importaba si era ave, gato o renacuajo.

Con Cachilo, el cachorrito caniche de barrio de la infancia, conocí el aliento a leche cortada y el amor incondicional de las mascotas. Lloraba abrazada a él en la terraza por las injusticias de la vida. Y sucedieron otros, Chula, Chuli, Teo, Oso, Cocó, representando algunos del mundo gato, Lula, Wilson, Flor, Bonzo, Roco, Kispe, Kaira, Dago, Mississipi, Mila y Reina, como perrunas muestras, la vaca Domitila, Naranjo, el caballo del barrio, la yegua Margarita, y muchos más.

También es cierto, que una jauría atacó a mi amor una noche y que no todos los animales son maravilloso, pero ¿acaso nosotros somos todos iguales? Prefiero seguir llena de amor animal en mi vida a pesar de los riesgos. Y por si fuera poco, ¡me casé con un veterinario! ¿A vos que te pasa con los animales? ¿compartís tu vida? ¿les temés? Claro que me interesa, por eso el diario, para compartir. Pensamientos, experiencias, momentos, poemas y también cuestionarnos. Hoy te invito a contar tus propias animaladas, yo ya te mostré algunas de las mías. Las otras me las guardo.

Diario de cuarentena: Probabilidades

¿Te diste cuenta que ya comenzó el fresquito? y con la brisa y la humedad otoñal, los rulos se vuelven locos. Más que yo. Y entonces me empiezo a atar el pelo, después me lo corto, imaginate como quedó. Después me veo las raíces, me doy cuenta que mis canas van en aumento, me acuerdo que se viene el mes de mi cumple y me da acidez. Todo eso en la mañana.

Por la tarde, tras alimentar a la perra, me pongo a limpiar la casa, porqué nadie puede ayudarme en estos días de confinamiento. Y vivo con varones a los que la liberación femenina no volvió más higiénicos y pueden sobrevivir en el caos y el polvo con tranquilidad absoluta. La vida con bolas es evidentemente más sencilla y me vienen los recuerdos de cuando Nacha cantaba; qué lindo ser mujer. Y la punta del obelisco.

Una vez concluido el aseo del hogar, la perra entra corriendo y ladrando desde el patio y como llovió me mancha todo mi piso inmaculado (jamás creí oírme decir esa frase) y termino corriéndola con un trapo de piso en la mano. Abro la puerta de calle y el vecino me mira, con los rulos parados, a las puteadas y trapo en mano. abre los ojos y agacha la cabeza, como asintiendo que mi vida es una porquería.

A la tarde intento ser creativa y arreglar cosas rotas, cocino un par de tartas para tener, que sé que hoy se acabarán y me vuelvo maniquí de mis propios remiendos. Tras un largo suspiro, entro en la ducha y al correr el agua tibia sobre mi cuello me doy cuenta que no pude terminar de leer a Cheever. Me digo que me voy a tomar las próximas dos horas para hacerlo. Salgo de la sala de baño con menos peso y más segura de mis intereses y escucho a mi hijo decir: ¿ma, vos entendés algo de probabilidades? Me vuelve Nacha a la memoria y Eva, y Simone, y SIlvina Ocampo y las trabajadoras golpeadas, y Alicia Moreau de Justo y a grito pelado a lo Juana Azurduy respondo: Si, probablemente sepa todo.

Diario de cuarentena: Tejido

Me gusta mucho cuando llueve y tengo que escribir o leer casi obligada. Porque la lluvia nos deja sin excusas. ¿Te gusta la lluvia? conozco gente a la que la lluvia la deprime, y otra a la que las gotas la inspiran, a mi me obligan a. Entre esos a puedo citar: a escribir, a leer, a soñar, a pensar, a creer, a buscar, a ver cine, no series, cine; a releer, a estudiar, a dormir. Jamás a cocinar ni a limpiar, o a coser o a bordar. En cambio a tejer, puede ser, siempre me gustó el ruido de las agujas y ese cruce de límites que la lana juega con imaginación.

Tejer es una palabra excitante, tiene la libertad para ser corta y tener muchos usos. Tejer de tejido en lana, o tejer historias, o tejer políticas, o tejer maldades. El mundo de hoy está tejiendo el futuro. Y los ochos que se van viendo, son complicados. Las agujas se cruzan y espadean en el choque entre estatismo y libertad, en el medio de ese juego está la república. Los tejidos sociales, en situaciones acuciantes por la enfermedad y el hambre, se agujerean y dejan ver quienes somos.

¿Y vos quién sos? ¿aprovechás estas perforaciones para ver y para mirarte? No es nada fácil. Porque hay que jugársela y tomar partido, punto arroz o jersey, no hay muchas más opciones. La alpaca, el poncho y todo lo demás lo tiramos a la mierda en gobiernos absurdos, que nos llevan a tener que importar todo siendo un país lleno de materia prima y materia humana para exportar. Pero el falso progresismo que genera pobreza e ignorancia siempre teje hilados con linda apariencia y lana de baja calidad. Cada vez me siento más unida a las libertades, que ya no deberían discutirse, y a la república, que ya parece un mito.

En este nuevo hilado que intento tejer en mi historia, confinada entre la lluvia y el corona, busco encontrar el respeto por el punto arroz, que reconozco me cuesta mucho, y la distancia suficiente del jersey para no perder identidad. ¿Vos te pusiste a pensar quién nos teje ésta realidad distópica y para qué?

En un mundo que está promoviendo el estatismo me atrevo cruzar mis agujas y regalar una frase de Bastiat: El Estado es la ficción mediante la cual todos tratamos de vivir a expensas de los demás.

Diario de Cuarentena

Mañana cuestionadora la que tengo, llena de situaciones ambiguas, créditos imposibles y alimentos que cotizan en bolsa. ¿Cómo va la tuya? Ester día a día con el encierro no es moco de pavo, se hace cuesta arriba y uno se plantea si la vida es vida sin libertad.

Extraño mucho mis caminatas por el parque Borchex, bajo sus eucaliptos añejos, que me daban una perspectiva aromática y crujiente cada otoño. Extraño el abrazo sincero con amigos y los mates compartidos a pesar de estornudos y toses.

Pienso en que mundo volverá a regir. Si será uno donde la gente pida que le demos espacio y distancia para siempre, acostumbrados a la falta de caricias y a la hermética serenidad de ser sólo uno con uno.

Pero no tenemos respuestas, no tenemos ninguna posible fecha, no tenemos nada de qué aferrarnos para no caer. Entonces, no sé a vos, pero a mí el abismo se me vuelca encima, como una salsa espagueti, y me sangra con el mismo rojo. No me pertenece el abismo. Soy una persona de tierra, de piso firme, de contacto real, de palabra. De antes, tal vez.

Del mundo que vamos a dejar atrás y al que volveremos en la memoria una y otra vez, para recordar la antigua humanidad como un laberinto propio.

Diario de Cuarentena: no marques las horas

La perinola que es largo el día. Y eso que me levanto más tarde, porque me acuesto más tarde leyendo, viendo una película o jugando un burako con alguno de mis hombres. Pero me sobra tiempo. Escribo mi segunda novela, tomo un curso de cuento, tengo un taller de escritura que coordino online. Cocino, aunque ya saben que no es un placer para mí, limpio la casa con odio profundo, hago un poco de gimnasia a diario, riego mis plantas, juego con la perra y hasta me tiro a pensar al sol.

Qué ocurrió con el reloj, que las horas parecen eternas. Será que el tiempo que perdemos en los traslados es monumental, o que el tiempo interno se calma con la prohibición, o tal vez siempre estuvo el mismo tiempo a nuestra disposición y no lo vimos.

Eso no quita el embole cotidiano de que otro decida sobre mi libertad, a mi me afecta la tensión arterial escuchar tanto sometimiento miedoso en la ciudadanía ¿y a vos? ¿Te enerva la quietud de los pueblos? ¿o soy la libertaria que queda obligada a recordar que nacemos libres al mundo? Me río sola con éste ultimo pensamiento de súper heroina que tuve.

Ay, diario, diario, que diferente serían mis horas sin vos. Tengo ganas de comprender el tiempo y sus bemoles, me estoy dando cuenta que no es exacto, que atraviesa y que dura lo que quiere. Tal vez nosotros seamos las agujas del reloj del mundo y aún no nos dimos cuenta.

Diario de cuarentena

Hoy por mi ventana brilla el sol. En lo alto un jacarandá parece darme ánimo. Confieso que lo tengo. Pero no es siempre el mismo. El sol que se alza no siempre calienta. Tal vez seamos nosotros, que nos volvimos tibios y nos acostumbramos a la mediocridad. Nos conformamos con una tarde golosa a solas, y soportamos sin sentido, sin intentar descubrir nuevas posibilidades, que nos confinen a la quietud.

¿Te das cuenta que la vida es corta? o te hizo falta toda ésta movida para notarlo. Yo creo que estoy buscando un tiempo, algo que me emocione y me haga volar. El aroma a mandarina fresca de mi mano ayuda a esa intención y entre gajo y gajo planeo huir a mi interior.

Yo necesito hablar, por eso escribo, e intento comprometerte en la idea de repensar quiénes somos, que sociedad estamos construyendo, en una constante vorágine en la que creamos «no lugares» para escondernos en esperas inservibles.

Por eso hoy, me voy a levantar a ordenar, casa e ideas, voy a cocinar unas pastas, sencillas, con salsa rosa, y queso parmesano, buscaré un pan recién horneado que arome la mesa, y abriré el mejor vino que tenga, como un día de domingo.

Diario de Cuarentena: creer o reventar

Una nueva vida, un futuro que nos atropella y nos deja sentados mano a mano, bah computadora a computadora, iphone contra android en un mundo que parece de otros pero que es nuestro.

¿Vos también sentís que a pesar de todo sos la misma? Porque creo que las premoniciones sobre lo que vendrá son quimeras, como era esta realidad de hoy en noviembre de 2019. La única y terrible preocupación que tengo es la intolerancia. La imposibilidad de ver nuestras pajas, esas que nos hacen defender como verdad exclusiva, a la nuestra. Me incluyo en esta vorágine, donde algunos parecen gozar el dolor y otros obviarlo, y como siempre los que intentamos promediar quedamos aislados en un sendero infinito.

Hoy me escapé y tomé el sol en mis manos, lo abracé infinito y le hice ver que es necesario calentar los mares un poquito para que cuando vuelva en el verano 2021 pueda mecerme en él horas y horas. Oí frotar las ramas del álamo en el sauce, y conté muchos gritos de cotorras tardías. Hoy palpé el aire libre y me dí cuenta que no importa cuanta robótica nos rodee, somos aire, polvo, estrella. somos una sinfonía heterogénea de huesos escarpados que a veces, nos damos cuenta que la vida es simple.

Pero la vorágine de sueños prohibidos tuvo un fin, y las cifras espeluznantes me invadieron otra vez. Te propongo que mañana no nos dejemos coptar, y seamos luz, tierra, agua, porque, creer o reventar, somos naturaleza, al fin.

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Diario de cuarentena

Leo posteos que cuentan que lo cotidiano se vuelve mágico entre harinas integrales que vuelan como estrellas y cuerpos celestiales tallados por el gimnasio en casa. Y el sol por las ventanas los transforma a todos en seres zen.

No estaría pasando eso en casa. La convivencia ya se llevó puesto al padre de familia que se las tomó a la quinta para no matarnos, y con hijo de veinte pasamos del amor al odio en dos segundos y diez décimas. Limpiar la casa no sería una tarea gimnástica sino un embole cotidiano como siempre, al que le agregamos excesivo olor a lavandina y alcohol. Padre tecno de más de ochenta quiere que lo tecno sea manual y que venga escrito, lo que implica que no entienda las diez mil respuestas a veinte mil preguntas diarias.

Pero el amor es más fuerte, dicen, y yo sigo esperando entre tanta rutina espantosa que eso pase. Que el amor sea más fuerte, de lo contrario las familias van a volverse mafiosas y a suspender las cuestiones hogareñas para arañar paredes en pos de la paz.

La peste no es sencilla. Ni gratis. Nos vamos a fundir. Algunos morirán. Los grandes países seguirán grandes. Los tercermundistas, como nosotros, pasaremos a un cuarto mundo infradotado lleno de gente que creyó en frases como «al virus lo derrotamos juntos» o «nadie sale campeón solo».

Mientras, en el mundo real, la angustia cede paso a la bronca antes de llegar a una resignación frustrante. Pero no importa, total «lo mejor está por venir».

Porque si sos de los que necesitan la posibilidad de muerte para comprender que tu hijo es lo más valioso en tu vida, es que ya sos un muerto, y si necesitas el encierro para disfrutar de tu casa, sos una persona miserable. Ahora, si como yo, sabés que la vida va por un lado y la plata por otro, y hasta la salud por otro, porque hay placeres que matan,; convengamos que la cuarentena es la pérdida de las libertades bananeras que teníamos. Y en un país como el nuestro, siempre tardamos más de treinta años en recuperar libertades.

Así que no esperen recetas de cocina en mi diario, ni buenos o malos dichos populares. Intento pensar y que piensen. No importa si piensan opuesto. Pero piensen, no les regalemos nuestro único espacio sin control a nadie. No nos volvamos serviles a los poderes de turnos. Mucho menos a un diario de cuarentena que tiene una cyberpatrulla tras él. A domani.

Diario de cuarentena: Heal the world

Me propuse pensar en lo positivo de ésto. En el viaje interior posible.Corrí algunas incomodidades y comencé a caminar. Sigue allí la adolescente rebelde y libertaria. La miro y me doy cuenta que la puedo enriquecer con mis años. Darle aire, para que respire desde un lugar menos croto y se de la posibilidad del disenso. Claro que también está la niña temerosa y apocada, consciente de sus problemáticas y que es mucho más infeliz de lo que el mundo la ve. Esa niña tiembla ante la muerte de otros y la propia y se siente vulnerable a la voz ajena. La adolescente no.

La mujer madre me cuenta sus pasiones, y sus sensación de extrema soledad ante la maternidad. En la elección de un par para parir uno queda después librada al azar, porque sigue sola con intimidades raras como un ser dentro. Tanta oscuridad al respecto no puede iluminarse con ciencia. Son vivencias primigenias, esotéricas, alguien crece en vos. Alguien que no sos vos. Y entonces se entorpece cualquier pensamiento lógico y lo mágico te golpea la puerta para siempre.

La mujer productiva se agota en el ventrículo izquierdo y me cuenta que se le acumulan placas de esfuerzo mal pago en sus arterias y que no da más. La miro para decirle que exagera pero la veo agotada. Pobre mujer.

La mujer solidaria quiere cambiar el mundo, y se funde con la adolescente libertaria para ver si lo logra, claro que no usa los cánones clásicos, entonces es descartada. Como a un tenedor de plástico, útil y denigrante.

La mujer de fe, ora en un rincón por la unión de sus partes y por la salud de sus hijos. La mujer sexual está a la espera de que amor y sexo lleguen juntos alguna vez. Y la madura, que es la que se atrevió al viaje, se sonríe, mientras tararea: Heal the world
Make it a better place
For you and for me
And the entire human race
There are people dying
If you care enough for the living
Make it a better place
For you and for me

Diario de cuarentena

Cuando todo vuelve al relato es difícil la vida cotidiana. Hay que seguir pagando servicios altísimos que no te dan, impuestos altísimos que no sabés donde van, intereses altísimos en cada cosa que financiás, para vivir peor. Una ecuación muy compleja con la amenaza de que tu vida pende de un hilo, y tu economía del otro. Siempre pensé que la salud no tenía valor. Hasta que me hice adulta y tuve que pagar una prepaga, ahí comprendí lo que se llama discurso. La salud es cara, los medicamentos son carísimos, los médicos cobran diferencia, los sanatorios o clínicas ni te cuento y en una pandemia, nada cambió. Un alcohol en gel vale como un tanque de nafta para el auto, los barbijos son de diseño y parece que de oro, el alcohol común y la lavandina son lujos de pocos.

¿Y nos preguntamos por qué nos pasa esto? ¿Por qué no? si nos quedamos siempre en la palabra salvadora y no miramos al costado. El discurso es precioso, la realidad decadente. Pero debemos ser solidarios, ahora creo que ése es mi destino, siempre me tocó ganar poco, cobrar poco, el vos que sabés, haceme el dibujito del logo, escribime la tarjetita, armame el avisito. Todo mi trabajo siempre es diminutivo, ahora el del otro. Madre mía, vale oro.

Si ya sé que rezongo, pero no me van a decir que también tiene impuesto patria, porque me muero. Siento que me dejaron gratis la posibilidad de rezongar y respirar, la última si no me agarra el corona. La que los tiró, que bajo hemos caído que nos contenta que mueran más en países vecinos. Dónde habrán ido a parar el valor, el coraje y la prestancia. Bueno, parece que se viene un invierno de ojos, el resto de la cara tapada, miradas y miradas, hasta que nos quedemos ciegos.