Diario de Cuarentena: Vacunados

Tanto ajetreo con las vacunas, si son rusas, yankis o chinas, si las francesas o las de Oxford, pero la realidad es que los argentinos ya hemos estado casi todos en contacto con el coronavirus, y con otros peores durante todo este año. Hemos sido vacunados por la desidia de quienes debieron cuidarnos, indignante situación donde un estado inmenso, lleno de sueldos y de supuestos ministerios científicos sólo ha servido para que nos muramos como perros, nos enfermemos a borbotones y nos fundamos en la pobreza y la ignorancia.

Pero lo que más aterra, a mí al menos, es la indolencia ciudadana. Parece que la inflación no existiera, que los docentes ganaran fortunas, que los obreros nadaran en oro y que el pueblo rebosara riqueza. Entonces, cuando el silencio de las masas subordinadas aturde, es que verdaderamente estamos en riesgo de cubanización. Ya faltan productos en todas las góndolas, ya se cae internet y hay cortes de luz.

Tengo una duda ¿el pueblo es ciego, sordo, mudo? ¿o el pueblo es cómplice?

Cambiemos la cultura ya, seamos ciudadanos y no mediocres habitantes, luchemos por los derechos. ¿Nadie nota la falta de lógica de las medidas sanitarias, antes y ahora? ¿Nadie se da cuenta que no tienen idea de lo que hacen? ¿Nadie ve comercios amigos cerrar? ¿Nadie perdió a un familiar sin despedirlo pero miró azorado miles de personas abrazadas al presidente para usar a un ídolo?

A veces, el silencio es la peor mentira. Miguel de Unamuno

Diario de Cuarentena: A viva voz

Nico estudia física, con la paciencia joven que ya no tengo. Marcelo compra medicamentos para los mayores de la familia y atiende animales en emergencia. Animales diferentes a nosotros. Mientras leo los diarios que repiten una y otra vez lo mismo, unos con la voz virada hacia una mano, otros hacia la otra, la mayoría aplaudiendo al gobierno de turno porque les paga la pauta. Termino de comprender que los medios ya no tienen en cuenta al público, no comprendieron el cambio del contenido, que ahora es producido por la gente. Y que a la gente le gusta más leer a la gente. Deberían aggiornarse, pienso mordiendo mi tostada integral comprada a cocineros obligados por la crisis. Y enseguida pienso en una imagen de Tania Bruguera, la activista y artista cubana, tantas veces denigrada y presa por pretender expresarse. Y me enojo con la posibilidad de extremo estatismo que late en mi patria. Y me expreso.

Los que tienen la suerte de poder trabajar, o de cobrar sin hacerlo, han quedado, por lo general, impávidos. Y no sé si llegan a comprender al resto, voy a dar el beneficio de la duda, por supuesto. ¿Por qué lo digo? Porque un gobierno decidió por ejemplo qué comercios son esenciales o no, qué actividades son esenciales o no, quienes pueden salir y quienes no. ¿Esenciales para quién? Lo arbitrario lleva siempre a excesos y estamos ante uno. Casi noventa días de cuarentena, que veo además, que cumplo más que la mayoría. Porque creo en la norma. Pero me siento a punto de estallar. Porque además parece que está prohibido hablar, cuestionar, preguntar. Y está permitido denunciar al prójimo, maltratar, mirar para otro lado si se llevan puestos los derechos.

Te juro que cada mañana me propongo hablarte de una receta, de un cuento lindo de una liviana vida que no tengo. Y cada vez lo logro menos. Porque siento que me quieren cortar la lengua, mucha gente se prostituye con el poder. Se ciega. Me hace acordar al régimen castrista, por eso ilustro con Tania, cuando decían: «dentro de la Revolución todo, fuera de la la Revolución, nada». Puede parecer exagerado, pero cuando si tenés pensamiento crítico en una ciudad mediana como la nuestra, debés restringir el acceso a tus redes por las atrocidades que te escriben o dicen, por el maltrato que te propinan, o las censuras comienzan, lo sentís cerca. Pero no lo van a lograr.

Mientras Nico estudia física y Marcelo hace mandados, me expreso. Aunque muchos quisieran que me corte la lengua. Que triunfe la Libertad.

Diario de Cuarentena: como en el 83

Vino el frío, como siempre. Pero éste año tiene aditivos, estamos confinados. Porque hay un virus que circula en el mundo. Y porque en nuestro país parece que nos quieren confinar para siempre. De paso la clase política se apropia de todo, se clava en el poder como si fueran cristo pero sin salvarnos.

Frases como «no existe más la normalidad» «el que sale es un asesino» salen de la boca de gobernantes y científicos con una liviandad que asombra, por ejemplo un ministro de salud aseguró que una ciudad capital «irradia» virus. Circula una pos verdad como mínimo dudosa, mientras la humanidad sigue con sus vidas y sus muertes, como siempre, porque no dejaron de existir otras enfermedades a pesar del coronavirus.

Eso no importa, lo único relevante es quedarte en casa. No jodas, digamos, que tenemos que salvar a procesados, estimular la ignorancia y volvernos todopoderosos. A mi, no me preocupa que estos políticos se enamoren de la autocracia que el miedo del otorga. Me asusta nuestro silencio.

¿Vos vas a ser cómplice por miedo? ¿O te vas a animar a resignificar los logros democráticos del 83? Nos dicen que estamos en peligro como especie, pero no tienen idea de como salvarnos. Nos dicen que nos van a cuidar, pero solo entienden el encierro y el silencio como cuidado. Es hora de ser ciudadanos de pie. Y eso no significa arriesgar la salud. Pero sin libertad ni república, ¿de que salud hablamos?

Me resisto a contar muertos y mirar para otro lado. Cuando otros países tenían 600 contagios estaban colapsando, parece que el nuestro no. Los medios pautan la información con el bolsillo y los oyentes quedamos expuestos a falsas premisas. Los que nos gobiernan se cuidan para seguir viviendo de la política mientras los trabajadores que pueden se arriesgan y los que no mueren de hambre. La igualdad no es lo que nos quieren hacer creer. Igualdad es educación y cultura, es libertad de expresión y oportunidad abiertas para todos, pero no quiere decir que a vos te vaya igual que a mi. Podemos tener deseos y capacidades diferentes, podemos esforzarnos más o menos, y no tenemos porqué tener los mismos resultados. Como sociedad nos aferramos a mentiras dichas por personas que hablan de patria enfundadas en trajes importados, pusilánimes.

Es hora de alzar la voz y no bajar los brazos. La comunidad científica no nos da respuestas. La política menos. La economía se destroza. No perdamos los valores, por favor.

Diario de Cuarentena: Silencio

¿Cómo va la vida virtual? ¿ ya te acostumbraste a las personas en cuadraditos, a los espacios mínimos o a los recorridos movidos por casas ajenas que proponen los medios? Lo bueno es que los museos nos abren las puertas y las bibliotecas del mundo nos invitan a pasar. Entre otras cuestiones. Y que seguimos teniendo al sol de nuestro lado, atrasando el invierno y la tristeza.

Pero, no hay con qué darle, a mi me gusta la gente real, tocar la carne, abrazar, oler, oír la respiración entrecortada del que miente, bucear en la mirada, cosas que la virtualidad no permite. En este mundo en caja podemos ser lo que no somos, podemos vivir en un basurero y aparecer limpios, llevar días sin bañarnos y que no se note, entre otras cosas, las virtualidad nos impide sentidos, y los sentidos en conjunto son la verdad.

Pero bueno, somos animales de costumbre al fin y al cabo, y terminamos aferrados a lo poco que tenemos para no morir. Entonces escuchar los gritos de la vecina a su marido, los chicos llorando del otro lado, el ruido del portón del garaje de enfrente o la moto del delivery que llegó a la esquina, pasan a ser importantes. Así de jodidos estamos.

Siempre pensé que iba a disfrutar el silencio y vos? Ahora que hay mucho, me hace ruido. Me astilla los oídos tanto espacio hueco de sonido. Me perfora el aliento y me lo vuelve fétido. Porque claro, la vida suena, la vida ensucia, la vida estalla. Por eso cuidémonos como sociedad, a ver si los gobiernos se acostumbran a ser los únicos que hablan y nos cortan la lengua.

Hoy te regalo un poema de Benedetti sobre el silencio:

Qué espléndida laguna es el silencio

allá en la orilla una campana espera

pero nadie se anima a hundir un remo

en el espejo de las aguas quietas

Diario de cuarentena

Llevo cuatro horas buscando un otorrino/a para que resuelva un tema auditivo. Pero parece que en confinamiento, solo podés agarrarte covid-19, si te pasa cualquier otra cuestión de salud, aunque mínima, jodete. Los profesionales de la salud están en sus cuchas y nosotros a merced de la suerte. Entre tanta búsqueda descubrí unas cuantas cosas distópicas, que ni Huxley se hubiera animado a soñar.

Las clínicas están abiertas pero no te atienden por teléfono, los profesionales solo con turnos, que no tenés donde sacar y que son a partir de fines de mayo. La única solución es ir a una guardia que es donde dicen que no vayas porque hay un virus terrible, y además no podés cruzar sin permiso. La puta madre, estamos en el mundo del revés. Mientras nadie oye mis reclamos, no sé si todos con están con auriculares selectivos y sólo escuchan lo que quieren, o el mundo a decidido ser sordo para mi persona; comienzo la odisea de recetas caseras. Agua oxigenada al 10 con agua tibia, gotas de grandes farmacéuticas que no sirven para nada, soplar fuerte tapándote la nariz y otras yerbas.

Pero la pregunta final sería ¿que queremos oír? Tal vez uno se termine auto creando tapones para no absorber más cuestiones que las propias. Y entonces, alejarse de la ironía de lo cotidiano en un vuelo personal y privado donde la música interna nos indique el camino a seguir. O quizá comprendamos lo de la oreja de Van Gogh en su locura magnética y creativa y comencemos a vivir sin prestar nuestra oreja a todos, para no llegar a cortárnosla como él.

En fin, la búsqueda sigue, parece que la ciencia también anda buscando y los pobres oídos de los conejos humanos seguiremos oyendo nimiedades sin verdad, hasta que nos volvamos sordos. Amén.