Diario de Cuarentena: A viva voz

Nico estudia física, con la paciencia joven que ya no tengo. Marcelo compra medicamentos para los mayores de la familia y atiende animales en emergencia. Animales diferentes a nosotros. Mientras leo los diarios que repiten una y otra vez lo mismo, unos con la voz virada hacia una mano, otros hacia la otra, la mayoría aplaudiendo al gobierno de turno porque les paga la pauta. Termino de comprender que los medios ya no tienen en cuenta al público, no comprendieron el cambio del contenido, que ahora es producido por la gente. Y que a la gente le gusta más leer a la gente. Deberían aggiornarse, pienso mordiendo mi tostada integral comprada a cocineros obligados por la crisis. Y enseguida pienso en una imagen de Tania Bruguera, la activista y artista cubana, tantas veces denigrada y presa por pretender expresarse. Y me enojo con la posibilidad de extremo estatismo que late en mi patria. Y me expreso.

Los que tienen la suerte de poder trabajar, o de cobrar sin hacerlo, han quedado, por lo general, impávidos. Y no sé si llegan a comprender al resto, voy a dar el beneficio de la duda, por supuesto. ¿Por qué lo digo? Porque un gobierno decidió por ejemplo qué comercios son esenciales o no, qué actividades son esenciales o no, quienes pueden salir y quienes no. ¿Esenciales para quién? Lo arbitrario lleva siempre a excesos y estamos ante uno. Casi noventa días de cuarentena, que veo además, que cumplo más que la mayoría. Porque creo en la norma. Pero me siento a punto de estallar. Porque además parece que está prohibido hablar, cuestionar, preguntar. Y está permitido denunciar al prójimo, maltratar, mirar para otro lado si se llevan puestos los derechos.

Te juro que cada mañana me propongo hablarte de una receta, de un cuento lindo de una liviana vida que no tengo. Y cada vez lo logro menos. Porque siento que me quieren cortar la lengua, mucha gente se prostituye con el poder. Se ciega. Me hace acordar al régimen castrista, por eso ilustro con Tania, cuando decían: «dentro de la Revolución todo, fuera de la la Revolución, nada». Puede parecer exagerado, pero cuando si tenés pensamiento crítico en una ciudad mediana como la nuestra, debés restringir el acceso a tus redes por las atrocidades que te escriben o dicen, por el maltrato que te propinan, o las censuras comienzan, lo sentís cerca. Pero no lo van a lograr.

Mientras Nico estudia física y Marcelo hace mandados, me expreso. Aunque muchos quisieran que me corte la lengua. Que triunfe la Libertad.

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