Panza de Burro

 Panza de burro tiene la frescura de su título, promete y cumple con una voz joven, nueva, llena de frescura que construye un texto a partir de la prosa sin miedo de la autora. Un aplauso a Andrea Abreu por permitirse creer en su texto y a la editorial por la apuesta. Es una novela breve, alegre, oral y sin encasillamientos. No puede definirse entre los cánones tradicionales y eso la transforma en asombrosa.

La mirada concreta de la autora sobre lo local, vuelve a esta novela un proyecto interesante, ese modo de decir como en el barrio, el aroma a resto que crea, los modos, el ambiente, nos lleva a sentirnos partes de esas pre adolescencias complicadas y sin respiro. Panza de burro es la primera novela de Abreu, y vuelve a esta autora una promesa, el riesgo es claro, veremos si la novela es tan única por ser primera o si nos trae aparejadas más novelas como ésta.

Estas chicas canarias nos hablan directo, y ese es el mayor logro de la obra, la oralidad local con la que construye a los personaje, una apuesta al lenguaje como viene, sin puntuaciones ni ortografía, sin temor. Las jovencitas viven soñando la playa, dentro de una isla, eso ya ambienta un mundo de inequidades, que las envuelve a diario con injusticias y malos olores. El mar, con toda su simbología es la zanahoria de estas vidas, que transcurren entre pares y perros sarnosos.

Andrea Abreu pega dos veces, con la brevedad y la claridad de su novela. Con el lenguaje infantil de Isora y la protagonista, con las abuelas abusivas y los juegos sexuales de niñas que se vuelven sueños entre dedos y pepes.

Les queda la vida por aprender, pero nos enseñan en cada página, una el deseo de la otra, los fisquitos, los besos y los desprecios en la búsqueda de conocimiento, nos van atando a estas chicas, hasta no querer dejarlas ir.

Los padres están pero no, hablan pero no, porque no las crían, ni las reprenden, no se hacen cargo, existen en su invisibilidad.

Panza de burro, es una historia sencilla y profunda que además tiene una forma 2.0, que rompe las reglas de la gramática para brillar. Es una novela hermosa, que nos lleva de la nariz y nos hace pensar que se puede escribir diferente, sin prejuicios para contar lo cotidiano.

Les dejo un párrafo para que se mareen y no puedan dejar de comprarla.

suspiró de nuevo y se sacó las bragas (…) Y se dio media vuelta y se fue caminando por la calle pabajo. Y yo la observé descender en sisá, con esa especie de cojera que le daba rascarse el culo cada tres pasos. Ya a la altura del cruce se dio la vuelta, despacio, se dio la vuelta despacio como un hombre viejo con bastón y gorra de la ferrería Los Dos Caminos. Shit, acompáñame hasta cas Melva, por fa, que yo siempre te acompaño”, hasta el fondo de sus formas de ser, “alimentarse de una misma hasta darse la vuelta como un calcetín hasta desaparecerse hasta que los dientes de una misma se comiesen a una misma empezando desde dentro después botar los intestinos pa fuera pol culo como una cabra con la matriz desprendida y hacerse un collar de burgados con los intestinos y pensar en regalarle el collar a isora pensar en regalarle el juguito de las jieles a isora que es lo último que le queda a una cuando ya no le queda nada”.

Vete de mí

“Ubi amor ibi miseria”

Carmina Burana

Alejandra Laurencich nació en Buenos Aires, en 1963. Es narradora y editora. Egresada de Bellas Artes, estudió cinematografía. Fue guionista. Publicó las novelas Las olas del mundo y Vete de mí, los libros de cuentos Lo que dicen cuando callan, Historias de mujeres oscuras (2° Premio de la Ciudad de Buenos Aires), Coronadas de Gloria (3° premio del Fondo Nacional de las Artes) y el libro El taller, Nociones sobre el oficio de escribir . Parte de su obra se tradujo al inglés, alemán, hebreo, esloveno y portugués. Dicta talleres y seminarios de escritura y hace supervisión de obra para narradores. Fundó y dirige la revista La Balandra.

Vete de mí es una novela amasada con el tiempo, se nota en el maravilloso mundo de personajes apasionados y torturados por Luis o “Louis”, el aristocrático y flemático protagonista. Este típico chico de clase alta, corrompe y es deseado, ha sido malquerido, huérfano de madre suicida, con un padre despectivo y una madrastra sin escrúpulos, trató también de atentar con su vida y fue internado.

Luis fue novio de Mariana , ella se está casando con otro, queriéndolo a Luis. Mariana, Black y Pachu, forman un grupo joven y descontrolado que abusó de todo y se atrevió a lo perverso. Pero en un “hoy” sin tiempo, Luis comparte sus días con Ray, un respetado y simbólico doctor amigo de su padre. Y luego, marcado por nuevos abusos de éste hombre, Luis va al casamiento de Mariana, recompone la relación perdida con Black y se esconde en su casa, obligando a su amigo y a Pachu a un aislamiento entre amoroso y siniestro.

El texto va y viene, el narrador también, vemos la historia desde distintos personajes, sabemos poco, lo que ellos nos quieren contar y la única cuestión que hilvana la historia es la certeza de que algo malo va a ocurrir. Narrada alternativamente en primera y en tercera persona, con la visión subjetiva de cada narrador, Laurencich nos muestra la historia de este grupo entrelazado de amigos, amantes y desconocidos, y lo hace con hondura, como quien escarba el dolor de los otros para saber de sí, como quien también goza con ello.

Este Dionisio moderno que construye la autora en Luis, con su aire despreocupado y andrógino es motivo de adoración, todos los protagonistas terminan atraídos por este Dios bilingüe y subdesarrollado que marea y encanta por igual.


El relato verosímil y la trama densa nos ahoga, es una especie tortura creíble donde todo que puede ser: el maltrato, lo ambiguo, las vejaciones, pero lo increíble de este grupo aislado y enfermos es que son creíbles, en la vorágine loca y atrofiada del mundo que se crean, y eso hace que la novela nos atrape y nos haga desear, tanto como a los protagonistas, saber de Louis, de sus modos y de su estela maravillada. Claro que con buena prosa y excelente calidad. A lo Laurencich.

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Brujas de Carupá

Releer Brujas de Carupá, la gran novela de mi maestro y mi amigo Luis Mey, es aprendizaje y sorpresa, es volver a concebir estos mundos desgarrados y sobrenaturales que imaginó para desacomodarnos, obliga a ir y venir descontrolados en su febril escritura para volvernos perceptivos. Mey abruma, enloquece, entretiene y enseña a cualquier escritor que lo lea. Y sus lectores no pueden evitar la sonrisa, el miedo, la esperanza a pesar del terror. La novela nos muestra mundos, hay uno externo que Arnaldo, un personaje entrañable con evidentes problemas cognitivos, intenta comprender, y lo hace desde una mirada única. Vive en un barrio pobre y como a todos, le tocó ese lugar en el mundo, lleno de situaciones grotescas, asistentes sociales, vecinos infames, un mundo complicado y disfuncional. Pero la verdad es su mundo interior, uno lleno de ciénagas y secreto no develados que nos hace bordear la fantasía y el terror durante toda la novela.

 Brujas de Carupá es voz de la entereza de la la infancia tanto como de su vulnerabilidad, con esa necesidad extrema que los niños representan, intentando escapar del mundo hostil que construimos los adultos. La eficacia y la maestría de Luis Mey en esta novela reside en no saber nunca en que realidad o en qué plano de la misma nos encontramos como lectores.

Con un narrador en primera persona, Arnaldo, Brujas nos propone poderes sobrenaturales como su título promete, hechizos y lo siniestro de la mano de una paródica mirada infantil, que va a contar lo pavoroso de un universo de adultos en problemas, y que nos hace transitar de la risa al miedo, de la paz al sobresalto.

Luis Mey se lanza a un suspenso en una doble existencia , que nos hace dudar sobre el pensamiento del niño, lo que cuenta, respecto a lo que le ocurre aunque no lo desee, en forma sobrenatural. Ahora, ¿esto es fantástico, o realmente su familia consta de una abuela bruja y una madre heredera de poderes que desprecia?

Si como lector, deseás conocer a un gran autor, es una obligación leer Brujas de Carupá, que vale la pena por muchos motivos, pero el ambiente que Mey crea es mérito suficiente. Les dejo una muestra de la voz que el autor impone en toda la historia. Y espero comentarios cuando la lean. Una gran novela. Un gran escritor.

“Mami puede decirme estúpido porque ella es la que dice que los demás no pueden. Eso ya me lo explicó hace un montón y yo le digo que sí y me dice entendiste y yo digo sí, sí, sí porque ella es la que dice lo que se hace mal, que es lo que le pone la cara cuando decimos Carupá o abuelo”

El animal sobre la piedra

Tarazona es narradora y ensayista. Estudió la licenciatura en Literatura latinoamericana en la Universidad Iberoamericana y su trabajo de titulación fue sobre la novela La hora de la estrella de Clarice Lispector. Realizó cursos de posgrado en Vanguardia y postvanguardia en la literatura española e hispanoamericana en la Universidad de Salamanca. Fue jefa de redacción del suplemento Hoja por hoja del periódico Reforma y ha sido colaboradora de las revistas Luvina, Letras Libres, Crítica y Renacimiento (Sevilla, España) y de los suplementos Laberinto del periódico Milenio Diario y El Ángel del periódico Reforma. En el periodo 1999-2001 fue becaria de la AECID y en el periodo 2006-2007 fue beneficiaria del programa Jóvenes Creadores del FONCA en la categoría novela.2​

Es autora de dos novelas: El animal sobre la piedra, publicada en México por la editorial Almadía (2008) y en Argentina por la editorial Entropía (2011), y El beso de la liebre, publicada por Alfaguara, la cual resultó finalista del premio Las Américas (Puerto Rico) en 2013. En 2009, Nostra Ediciones publicó su ensayo titulado Clarice Lispector, bajo la Colección Para Entender.

Durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en 2011, fue reconocida como uno de los 25 secretos literarios de América Latina. En el periodo 2011-2013 fue parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte en México.

Pero hablemos de la reseña que nos ocupa, El animal sobre la piedra: Irma, cuando muere su madre comienza un viaje, en el que los cambios de su cuerpo son notorios, extraños, sin explicación, paralelos al dolor tal vez. d

Su piel es diferente, su color, su textura, sus sentidos se vuelven agudos, desarrollados, incluso los jugos cambian, sus extremidades, le crecen cuernos, le asoman bultos, se mueve de otra forma. Ella se extraña hasta que comienza a reconocer el animal en el que se está convirtiendo. La autora nos hace vivir el proceso que va de la extrañeza a la aceptación de una metamorfosis mutante que la transforma a la protagonista en otro animal.

El historia está narrada en primera persona pero además es un diario personal, capitulado, cada capítulo tiene además sus propios intersticios, la protagonista se mueve en el tiempo y espacio entre una y otra página y requiere de los lectores una atención extrema. Hasta que también mutan con ella, se adhieren a sus nuevas formas y la lectura fluye.

En la playa conoce a un hombre que pasa a ser su compañero sin explicaciones y que tiene por mascota un oso hormiguero (también sin más) se hospeda con ellos. La relación con él no es lógica, ni explicable, es.

Un detalle maravilloso son las pequeñas ilustraciones cuando hace mención a algún cambio en su cuerpo, como si nos hicieran falta para entender. Irma es un personaje particular y bien trabajado con una pluma eficaz, las relaciones con su familia están muy logradas, el afrontar la muerte, los pesares y los pensares de la protagonista, el futuro como incógnita, en fin, la vida.

Lo siniestro es el cambio en sí. La profundidad del dolor, la vivencia en lo físico, y deja de importar si es un delirio o es verdad, porque nos invade lo incierto, que también es posible.

Es una obra interesante, fuerte, descriptiva, que no minimiza lo metamórfico ni lo ensalza. Para pensarnos en otra piel, para sentirnos parte de, para ser otros.

Enero

“Hablan de la cosecha y no saben que para entonces ya  no habrá remedio- piensa  Nefer-, todos los que están aquí, y muchos más, van a saberlo, y nadie dejará de hablar.”

Escritora  y  periodista, Sara Gallardo (Buenos Aires, 1931- 1988), publicó 1950  y  1960 cuando en la Argentina se amplió la aparición de nuevas voces femeninas en las letras. Fue injustamente olvidada, una voz que habla de campo, del paisaje, de los silencios de la tierra, hoy es reivindicada por escritores como Ricardo Piglia  y Samanta Schweblin. Lo adictivo de Gallardoreside en la universalidad temporal de sus textos que incluso denuncian cuestiones de género con exquisita sutileza, como Quiroga, logra plasmar con detalles atentos los rasgos de algunos sectores sociales, que marcan las relaciones entre clases, las costumbres, los modos, así como la hipocresía reinante, tal vez escapando de la debilidad real que existía en algunas grandes estancias argentinas.

Enero es su primera novela y Sara Gallardo nos muestra la tensión campo ciudad en relaciones humanas, pero por sobre todo descubrimos la llanura, la pampa, el campo con su geopoética. Nos interpela, porque la quietud no es precisamente propia de ese campo que nos muestra. Pero además habla de amor, un amor no correspondido, adolescente, doloroso, en la voz de la agónica Nefer, hija de un puestero de estancia en la provincia de Buenos Aires. Fea y corta respecto a sus hermanas, Nefer se ensimisma y ve correr la vida a un costado de su propia existencia. Su secreto es haberse enamorado, y a sus 16 años es secreto y convicción. Pero además es violentada y  “un hongo negro se hincha en su interior» La naturaleza calma el miedo y el dolor, ella puede ser quien es entre pájaros, su perro Capitán, las vacas, las crines de sus caballos, el campo y el sol.

Acotada en su íntimo pesar, la angustia se vuelve campo. La conciencia es protagonista, sus devaneos entre el deber y el hacer, la imposibilidad de actuar con libertad, la necesidad de que ese otro dentro se esfume. La culpa , producto del prejuicio, se enjaula en su alma niña, es poco lo que Nefer sabe, es mucho lo que siente.

Gallardo juega la carta del monólogo interior y el libre decir para confundirnos, para quitar certeza, y lo hace con maestría, entonces logra esa adolescencia consciente en la voz privada de Nefer, que busca escapar a un conflicto que no sabe definir. Y nos volvemos Nefer cuando piensa, recuerda, establece comparaciones y usa el paisaje como referente, ella es paisaje, ella también, como la naturaleza, esta desamparada.

“Las ricas son otra cosa. Piensa en Luisa que a esta hora se sentaría  en el comedor de la estancia. Su madre había dicho: éstas son todas iguales, se  revuelcan con cualquiera pero nadie se entera, se las saben arreglar”.

El Negro, de quien está enamorada sin decirlo, termina siendo en su fiebre joven el responsable de su desgracia. Sin él no habría deseado, sin el no se hubiera dejado, sin él…

Enero  es una novela de registro y lectura obligada, la primera novela argentina de amor adolescente que da voz al aborto en primera persona femenina. Pero es más, es el amor hecho pedazos, la decencia y el miedo, la irremediable fuerza de la vida en un cuerpo casi niño que no puede más que rebalsar.

Va para Enero una fuerte recomendación.

MAGGIE, UNA CHICA DE LA CALLE

 

   

Durante mucho tiempo la ocupación de Jimmie consistió en apostarse en las esquinas y observar cómo el mundo desfilaba ante él, soñando sueños viriles al paso de bonitas mujeres. Amenazaba a la humanidad desde los cruces de las calles. En las esquinas estaba inmerso en la vida y era parte de la vida. El mundo seguía su marcha y él estaba allí para percibirlo.

Stephen Crane, Maggie

 

Stephen Crane es un autor del realismo social del siglo XIX, que se vuelve carne a medida que vamos transitando sus páginas, plagadas de personas que viven en la mísera realidad de una época en que la decadencia, una a la que estamos volviendo, no permite cambios. Nacer, reproducirse y morir en la mugre y la degradación total.

Maggie, la protagonista, ilumina la historia de esta novela descarnada. Pero su bondad no pertenece al mundo donde nació y por supuesto, eso la vuelve un ser sin rumbo, es una desclasada en su propio entorno sin escrúpulos, y la pisan todo el tiempo como si su ignotez fuese destino. Maggie no es una heroína es una mujer nacida víctima.

El autor no toma partido ni opina, describe los hechos, intercalando algunos diálogos. Es una novela social, pero a diferencia de Dostoievski, en el que hay ideas de porvenir, de profundas convicciones, Crane muestra personajes que no puede volar, que solo se tienen entre ellos, y sus tremendas limitaciones. Tal vez el autor comprenda de ese sentido mínimo del mundo por sus propias vicisitudes, murio de tuberculosis a los 28 años y esta novela, que es verdad que podría ser pulida, fue escrita a los 22 y autopublicada.

Maggie como novela y como personaje merece ser leída en contexto. La prosa del autor tiene la distancia necesaria para conmovernos, ambienta tan bien el entorno de esta chica que podemos sentirnos parte. Es un texto difícil, doloroso, sucio. Maggie y su inocencia son castigadas por no entender la dureza de la vida y la necesidad de desconfiar. Crane describe si pasarse de raya, los detalles son los justos, y logra ahogarnos en esta historia en la que sabemos desde el principio que la chica no tiene porvenir.

Maggie: una chica de campo o una chica de la calle es un libro de aprendizaje para lectores y escritores. Me lo recomendó el gran Luis Mey y lo agradezco. La historia me dejó la desesperanza como recurso, la que encontré en el paralelismo de esa marginalidad de otro siglo con la de nuestra sociedad actual.

La chica de papel

«A veces el ser humano se equivoca. Otras se confunde y, como sea, pierde el rumbo. Ese día, en el trabajo, Ichi iba a escuchar una frase. Una entre tantas, y sin embargo ella va a elegirla, atesorarla y adorarla como se adora a un falso dios. De tantas cosas que le han dicho y que le dirán en la vida, ella va a quedarse con una. Y entonces va a perder el rumbo».

La chica de papel, Agustina Caride

«La chica de papel es una historia basada en hechos reales. Siempre me intrigó, cuando voy al cine, cuánto de verdad hay en el cartel que dice que la película está “basada en hechos reales”. Porque nunca una historia es 100% verdadera. Lo sé bien, me dedico a inventar historias y si no puedo inventarlas me las apropio. Podría decir que La chica de papel es casi un 100% verdadera. Porque la verdad, en este caso, está en lo que para mí es importante. Es verdad que tenía 20 años, que trabajaba en una tienda (pero de ropa, no de cosméticos), es verdad que su talle era 38, el más alto de la tienda y que la encargada la llamaba “gorda”. Es verdad que una cosa lleva a la otra y que a ella la llevó a ser Ichi, una chica frágil, dominante y dominada, vulnerable en una sociedad exigente y frívola. Es verdad que un día se metió los dedos en la boca y vomitó sin parar hasta vomitar incluso el nombre de Dios. También es cierto que, sin darse cuenta, fue lastimándose por dentro, como si lo que vomitara fuera vidrio que iba cortando y generando heridas en la garganta, por no decir el alma. También es cierto que su nuevo altar fueron las pastillas y el alcohol. Y así, lentamente, Ichi fue perdiendo el rumbo. Quise contar la vulnerabilidad. Porque es verdad que caer, en algún momento caemos todos. Lo difícil es poner el límite y mucho más ponerse de pie. La chica de papel es la historia de una fragilidad, y una reconciliación. Es la historia de un amor invisible pero latente, poderoso, tan poderoso como la voluntad de Dios» Así describe la autora, Agustina Caride, a esta novela que tiene el halo de Ichi en su recorrido literario.

La chica de papel, además, es una historia de vida donde la fe tiene un rol protagónico, una receta que pocos prescriben hoy en día y muchos menos adoptan, la de creer, la de sentir que lo divino nos protege. Caride logra conmover, meternos en la piel de Ichi e interpelarnos en nuestros propios veintes, esos donde la vulnerabilidad era comida diaria. Ichi padece la mirada del otro, su cuerpo interno va engordando con los dichos, los talles, la mala praxis, mientras el real, ese cuerpo físico que expulsa a diario comienza a gustar. Ichi se salva, pero no sin padecerse, incluso abusar de sí y permitir que otros lo hagan, en ese devaneo la autora nos narra la situación ambivalente de la joven, de sus afectos y de sus pares con clara convicción.

La novela a pesar de la profunda y dolorosa historia, resulta amena, está construida con prolijidad, la que Agustina Caride profesa, con calidez y sutilezas aún en los hechos terribles. La historia habla de Dios, pero no de uno, de esos propios que pueden marcarnos y hacernos creer, habla de tocar fondo y volvernos frágiles, y en ese quebrado instante apelar a un amor que no sea terrenal, a uno que nos salve. Me parece reveladora la presencia de hermanas ausentes, de padres reales, de esos que hacen lo que pueden con las herramientas que tienen y resulta atractiva y acertada la vivencia santa en Medjugorje, sin preámbulos ni edulcorantes, como debe mostrarse la Fe.

Tengo la suerte de conocer a la autora, de disfrutar charlas con ella, y creo que La chica de papel refleja su empatía, la que sostiene como escritora, como maestra, como colega. Agustina narra la vida, ni más ni menos, y lo hace con conciencia, sabe de nosotros, los lectores, porque lo es, sabe del dolor y del amor, y de la pena puesta en alguna mirada ajena. Sin ninguna duda es una autora interesante, real, que nos envuelve en historias que tenemos al lado, ahí, cerca de nuestro corazón, para volvernos más humanos en esto de reconocernos en la otredad.

Que la Gospa la acompañe siempre, Agus. Y a nuestro espíritu.

Nuestro mundo muerto

Liliana Colanzi (Santa Cruz, 1981) en Nuestro mundo muerto escribe una serie de historias que inquietan, pero todo lo hace con simpleza, los personajes atraviesan mágicos misiones, miedos, universos, convirtiéndose en sus propios espejos, y en los nuestros, adentrándose cada uno en la tan consabida fantasía latinoamericana que es capaz de unir mercurio con la sabiduría ancestral de un pueblo originario. La autora tiene además un buen oído, que se evidencia en los diálogos de sus personajes. Los sujetos conversan, y nos van mostrando el vocabulario lugareño, con diálogos que aportan ambientes y nos trasladan con ellos desde el trópica a la distopía postapocalíptica más despiadada.

Colanzi nos describe en estos ocho relatos, mundos que pueden enlazar selva y tecnología, desierto y nuevos planetas, pero sus personajes quebrados, marginados, siguen padeciendo los vaivenes de la humanidad, los de siempre. Buscan soluciones a lo que nos aqueja como hombres sin que lo científico resuelva, esas cuestiones ancestrales, que los llevan a lo mágico y al rito, tanto como les es posible acercarse.

Colanzi parece comprender que somos paisaje, que no estamos disgregados de lo natural y lo muestra con voces sencillas en historias complejas y costumbristas, como una abuela que come los piojos que saca, o la posibilidad de comprender y establecer nexos con seres supremos, hasta volverse vigía eterno por comer una planta cactácea. Los indígenas collas o cambas terminan resolviendo lo que la modernidad desconoce. Porque se atreven, porque pueden, porque son. Lo colonial aparece en cuentos como “Chaco” y “Meteorito”, donde está presente el racismo, y la opresión sobre los originarios que se valen de lo esotérico para hacerse presentes. Los espíritus, las almas, tal como el cuento “Alfredito”, pueden ser ciertas o pueden ser nuestros, producto de lo no dicho, nuestros temores, nuestras propias oscuridades, como en “La Ola”; o terrores que no podemos despegarnos aunque cambiemos de galaxia o de piel.

Formamos parte de una trama universal que nos hace saltar de un tiempo a otro, de un mundo a otro, vivos o no, descompuestos o transformados en robots que responden sin cuestionar. Nuestro mundo muerto interpela porque nadie muere realmente o todos lo hacemos, al final de cuentas somos seres transmutando, en busca de alguna de paz.

En verdad quiero verte pero pasará mucho tiempo

“En verdad quiero verte pero llevará mucho tiempo” es una novela sobre las instituciones a las que asiste un niño de niño y el por qué no asiste otras mejores. Ese niño es Maxi, el de siempre, el de la trilogía, ese niño desgarrado y único que Mey nos caló en la piel, y en ésta novela Maxi está en una búsqueda, sabe que le va a costar ver qué y hacia dónde, pero está al acecho y cuando la vida le ofrezca una mínima oportunidad, en la novela es el ajedrez, los torneos a los que por una casualidad accede, él pisa el acelerador a fondo. Maxi sabe que no tiene muchas oportunidades, por eso las aprovecha, increíble la fuerza del progreso en el cuerpo de un niño. Luis Mey procede con magia y con verdad en esta crítica a lo establecido, a lo que nos toca, a la media intolerante institucional a la que un niño se ve sometido. Maxi está entrando en la adolescencia. Va a la escuela, a catequesis y a los boy scouts. Los días de semana cruza a la plaza para enfrentarse con sus enemigos de toda la vida -Maxi siente una larga vida en su espalda- en partidos de fútbol que le confirman la categoría de perdedor. Sabe que juega para perder. Insiste en eso. Él puede sobrevivir, como lo hace en su familia disfuncional y violenta que se desvive por acceder a la clase media del suburbio empobrecido y noventoso en el que viven. Maxi es un chico lúcido y descubre un juego que le permite brillar, así se refugia en el ajedrez, donde evalúa la capacidad de otros miembros de su familia y crea su cosmovisión. En esta novela, Luis Mey nos habilita a pensarnos como sociedad, y en cada página la sociedad cruda y expuesta muestra sus valores, o la falta de, la amistad, la educación y por su puesto el orden institucional que todo el tiempo atraviesan la historia de Maxi y van construyendo, a veces distorsionando su mirada del mundo. Quién no formó parte de un equipo de fútbol muy malo, pero que se elige igual porque es el de nuestros amigos Esta cuestión de perder por goleada, y todas sus significaciones, está presente hasta el final. La esperanza está en la alegría de hacer ese único gol, uno que les permite enfocarse y vivir. Maxi aprende a perder. Y cuando con el ajedrez gana, no se lo cree, se descoloca. El ajedrez le mostró que hay otra vida, otra escuela, otros valores, todo eso lo modifica, a él y a sus amigos, tal es así que sobre el final logran empatar a quienes les ganaron siempre. En fútbol, claro, el juego que representa la vida mediocre, la de patadas y árbitros, la de faltas y atajadas, la de un córner de vez en cuando. Terminan 15 a 15 y para ellos, para el equipo de Maxi fue un triunfo. Un empate después de novecientas derrotas por goleada los hizo sentir victoriosos. Porque no es tan importante lo que en realidad acontece sino cómo lo sentimos. Todo puede ser victoria, o cualquier cosa puede ser la mayor derrota, por eso En verdad quiero verte pero pasará mucho tiempo es una novela de esperanza sobre lo normal. Lo común puede ser maravilloso, si sabemos mirar. Como siempre leer a Luis Mey es un aprendizaje, de la vida, de la escritura, de la mentira, de los sueños. Es literatura. Una novela que hace honor a la trilogía y que me hizo falta. Mucha. Ahora ya es mía.

Hay que llegar a las casas

Leer este libro es entrar en un ritmo, en una cadencia que trasciende la historia oscura,intrínseca, una historia donde lo gótico va interviniendo la lectura para caer poético, simple, sin estridencias y así invitarnos a acompañar lo narrado.

Cuatro hombres que se multiplican en muertos, muertos vivos, vueltos a morir o a ser muertos, así de complejo, así de simple. Todos ellos pobladores a la vera de un río custodiado por vaya a saber que barco o que bandera ancestral. Y la vida cotidiana entre medio, la historia profunda de padres e hijos, la amistad, la miseria, la enfermedad, como dolores mucho más fuertes que la muerte. Porque en Hay que llegar a las casas la muerte no marca el final. Es aliento, es recurrencia, es una generación perdida, es tanto o más de lo que se dice. Ezequiel Pérez logra ser un poco Bioy, un poco Borges, algo de Rulfo, y Stephen King.

Es emocionante encontrar autores así, que pueden transitar el suspenso y el terror con hidalguía, que logran una lírica justa, que vuelven fondo al mismo pueblo. El único joven de los cuatro hombres, el que regresa por la muerte de su hermano, es al fin de cuentas, el más viejo. Hastiado, consumido por el recuerdo y sin embargo, se amalgama rápido en esa historia callada, entre mates y borracheras, que proponen su padre y dos amigos.

Pérez logra que que lo terrible parezca natural y un hermano en descomposición en elcuarto del fondo puede llamarse amor, paciencia, abrazo pegajoso como la vida que tuvieron. El detalle, los restos, esos residuos que algunos juntan y otros aquerencian en recuerdos son el fondo de cocción de la historia, y resultan importantes, como la vecina vieja o la hija de la dueña de la mercería. Nada es azaroso, porque hay literatura en cada hoja de esta novela.

Un libro que no podés perderte, un autor que merece más libros, una historia de río, vera, camino, zombies y silencios que gritan. Gran novela, quiero volver a leer a Ezequiel Pérez rápido. Me urge.

Salí a comprarlo.