Diario de Cuarentena:Dejando que el futuro se nos pierda

Lo que ocurrió ayer, esa mezcla de dolor con fantochada, la trastienda burda de la politiquería, la vergüenza del desgobierno y tanta gente de mierda jugando el juego ante un muerto, que no fue un santo, pero sí leyenda, una que se trasgredió como todo lo válido en este último destiempo, y entonces se pasaron por el trasero las recomendaciones sanitarias y llamaron a millones a nuestra casa de gobierno, mientras los individuos no pueden llorar sus deudos. Entonces me acordé que Rubén Blades había contado con claridad la hipocresía:

La sociedad se desintegra. Cada familia en pie de guerra.
La corrupción y el desgobierno hacen de la ciudad un
infierno. Gritos y acusaciones, mentiras y traiciones,
hacen que la razón desaparezca. Nace la indiferencia,
se anula la conciencia, y no hay ideal que no se desvanezca.
Y todo el mundo jura que no entiende por que sus sueños
hoy se vuelven mierda. Y me hablan del pasado en el
presente, culpando a los demás por el problema
de nuestra común hipocresía.

El corazón se hace trinchera.Su lema es sálvese quien pueda
Y así, la cara del amigo se funde en la del enemigo.
Los medios de información aumentan la confusión, y la
verdad es mentira y viceversa. Nuestra desilusión crea
desesperación, y el ciclo se repite con más fuerza.
Y perdida entre la cacofonía se ahoga la voluntad de un
pueblo entero. Y entre el insulto y el Ave María, no distingo
entre preso y carcelero, adentro de la hipocresía!

Ya no hay Izquierdas ni Derechas: sólo hay excusas y
pretextos. Una retórica maltrecha, para un planeta de
ambidiestros. No hay unión familiar, ni justicia social,
ni solidaridad con el vecino. De allí es que surge el mal,
y el abuso oficial termina por cerrarnos el camino.
Y todo el mundo insiste que no entiende por que los sueños
de hoy se vuelven mierda. Y hablamos del pasado en el
presente, dejando que el futuro se nos pierda,
viviendo entre la hipocresía.

Diario de Cuarentena: La enfermedad y sus metáforas

Tendríamos que aceptar que el comportamiento del ser humano es mucho más complejo que cualquier virus.
Jonathan Mann

En un momento donde abundan las metáforas y faltan los hechos y en el día que la justicia brillará por su ausencia, que los políticos creen ser eternos y el pueblo con sus luces encendidas dejó de temer, me parece interesante reflexionar sobre las metáforas de esta pandemia, y en especial de la cuarentena sin fin a la que nos someten, para ello, voy a recordar a una escritora que poco fue leída porque la metáfora de su propia fama silenció su obra.

Susan Sontag escritora e intelectual americana escribió La enfermedad y sus metáforas, una obra que se centra en el tratamiento tan diverso que han tenido, a nivel social, las grandes pandemias. Sontag analizó sobre cómo diferentes sociedades o históricos distintos generan discursos completamente diferentes a la hora de explicar las enfermedades. Las metáforas con que nos referimos a las enfermedades, debido a que estas son siempre traumáticas para la vida de las personas, y más si son mortales, son construcciones lingüísticas que a menudo son sólo un subterfugio para no mirar nuestros miedos de cara.

Sontag fue una de las primeras críticas modernas en señalar de manera convincente que la enfermedad adquiere significado mediante el uso de la metáfora. Sontag señala que las fantasías inspiradas por la tuberculosis en el siglo XIX -la “buena reputación” de la tuberculosis provenía de los artistas que la habían sufrido como Chéjov, Chopin, Modigliani, Poe, Balzac, Novalis, Schiller, o Whitman- y por el cáncer en el siglo XX son reacciones ante enfermedades consideradas intratables y caprichosas (que la ciencia no comprende), en una época en que medicina supone que todas las enfermedades pueden curarse. Lo mismo ocurre hoy con la COVID 19. Las enfermedades de este tipo son misteriosas. “Aunque la mixtificación de una enfermedad siempre tiene lugar en un marco de esperanzas renovadas, la enfermedad en sí (ayer la tuberculosis, hoy el cáncer) infunde un terror totalmente pasado de moda. Basta ver una enfermedad cualquiera como un misterio, y temerla intensamente, para que se vuelva moralmente, si no literalmente, contagiosa”.

Bastaría oír el vocabulario de guerra utilizado para hablar de un virus, que es similar al usado en su momento para el cáncer: “el coronavirus invade”, “coloniza nuestros órganos”, “las defensas del organismo”, y en este léxico bélico también tenemos nuestra guerra química: que tal droga, que el plasma, la ivermectina, ibuprofeno líquido, dexametasona, etc. Según la autora, y adhiero, todo esto hace que se estigmatice ciertas enfermedades y, por extensión, a quien está enfermo. La pandemia actual del Covid-19 ha puesto de manifiesto todas estas contradicciones a la hora de tratar una enfermedad que no podemos controlar y que nos paraliza social y económicamente. Ojalá recordar a Sontag nos devuelva algo de pensamiento crítico, porque como bien decía, la metáfora de la enfermedad no era sólo una figura retórica, sino también, y sobre todo, un mecanismo epistemológico totalitario del lenguaje cotidiano.

Diario de Cuarentena: La Argentina en Pedazos.

Cuando Sasturain, Piglia, de Sanctis y otros plasmaban la historia argentina en historieta en la revista Fierro, buscaban comprender el imaginario social. ¿Cuál es el nuestro hoy?¿qué contradicciones nos atribulan?

La serie “La Argentina en pedazos” presentó una reelaboración visual de textos del canon literario nacional.
Analizaban las construcciones discursivas de identidad/alteridad en el contexto de retorno de la democracia y es posible dar cuenta cómo los episodios, se proponen narrar “Una historia de la violencia
argentina a través de la ficción», en palabras de los autores. Las transposiciones a la historieta resultaban una manera de narrar la nación, de releer el pasado y de juntar los fragmentos para que los sobrevivientes lectores pudieran darle un sentido al presente.

La Argentina en pedazos efectivamente intenta refundar un canon con algunas características: En primer lugar equipara discursos disímiles, algunos de autores fundacionales como Esteban Echeverría, otros consagrados como Borges, Bioy Casares o Cortázar, abarcados como cronistas malditos de una Buenos Aires cruzada de acentos texturados como los de Arlt y Armando Discépolo, comprometidos con su presente ideológicamente como David Viñas o Rodolfo Walsh. Pero construir un canon siempre deja afuera las voces de otros sujetos, no por ello menores. En este caso el relato sobre la identidad nacional no tiene en cuenta el relato de otros sujetos que conforman la nación aunque si los representa, en general, como metáfora de otra cosa. Creo que eso nos pasa hoy, actualmente, es como si la lectura de la realidad fuera sólo la del poder de turno, y la de los ciudadanos, más del 50 por ciento que no lo avalan, no existiera.
La construcción de un canon, a pesar que el propuesto por Fierro es integrador de diferencias prncipalmente de clase, etnia y status, siempre excluye a determinados sujetos. En Fierro hay un explícito interés en igualar expresiones populares como el tango con la alta cultura de cuentistas como Cortázar o Borges.

Siento que hoy sí podemos hablar de una Argentina en pedazos, pero no por recomponer en fragmentos su literatura de excelencia, aún con las críticas posibles a Fierro sobre excluir lo que quisieron en especial las autoras femeninas. Está en pedazos porque nos desconocen como sociedad, porque hay una necedad manifiesta en el poder y un alejamiento de la argentina real. El trabajo original pretendía indagar en el desplazamiento, ruptura o continuidades en las construcciones identitarias con respecto al género en el imaginario sociosexual entre dos épocas: posdictadura y posneoliberalismo. Esta segunda época no fue
abordada pero se puede decir que se percibe un retorno al significante “Patria”. Podemos decir con Raymond Williams que éste se mantuvo por décadas de forma residual en los discursos sobre la nación y las formas de “argentinidad” que se plasman y que se ha reactualizado en el actual momento político. La
opresión, la falta de verdad y de justicia se vive hoy como resultante del populismo a ultranza, modificando lo que Fierro suponía al analizar la posdictadura, no se fue el mal llamado neoliberalismo el que despedazó la argentina sino la inconsistencia pragmática de un modelo obsoleto mundialmente que insistimos en perseguir. Las representaciones socioculturales del populismo atrasan, empobrecen y nos dejan esta Argentina en pedazos que supimos conseguir.
Que la crisis actual, que abarca todos los ámbitos nos provea de sabiduría para la elección de nuevos líderes, el reconocimiento de nuestros potenciales agroexportadores, el renacimiento de una nueva cultura de verdad inclusiva sin clichés y sin privilegios en la que los argentinos todos podamos crecer.

Diario de Cuarentena: La débil mental

A casi 180 días de esta cuarentena que nos impide circular con libertad, y que está siendo utilizada con fines políticos y desprecio por nuestra salud, me siento con la mente obnubilada por el deseo diezmado y la alienación a la que me veo sometida. Y nadie como Ariana Harwicz para representar esa situación de locura y de arrebato en la que la vida nos somete. Aquí va mi libro recomendado este domingo: La débil mental.

Esta novela de la autora de Mátate amor, es un viaje a las entrañas profundas de los vínculos familiares, en especial a la aciaga relación entre madre e hija. Ariana Harwicz es profundamente perturbadora, leerla se transforma en una experiencia con intensidad extrema. En La débil mental , Harwicz nos arrastra a las entrañas más radicales de los vínculos de familia, a una relación casi animal entre madre e hija.

Escrita como un flujo de consciencia que recuerda la mejor tradición de la literatura moderna -Virgina Woolf, Nathalie Sarraute- se entremezcla con una violencia que se desata inevitable y que no vemos en la narrativa argentina. La débil mental es el relato de una continua pulsión sexual , del desamparo de una infancia llenas de preguntas irresolutas, de la historia contada de un cuerpo donde todo recuerdo se entierra.

La débil mental también inscribe el lugar de la escritura en ese lugar de la debilidad mental, de la carencia de suficiencia como el lugar propio de escritura. Hay en la obra una necesidad de elaborar otras representaciones, otras ficciones y otros imaginarios que permitan un despliegue como sujeto en
diferentes relaciones y fuerzas de la dependencia.

Narrada a través de desgarradoras escenas breves : madre con hija en clubes, con hombres, con whisky pero también madre e hija jugando , divirtiéndose, amándose; la novela a pesar de lo contado se aleja magistralmente de la sordidez, en cambio a pesar de la temática se acerca a lo poético y nos interpela respecto a la condición humana, a nuestro propio deseo, y la vida supeditada a los incumplibles mandatos familiares. No se la pierdan. La autora y la obra merecen lectura.