Salvador Allende resucita o algo así, en un Santiago de Chile que se alejó cuarenta años del golpe militar. Ahí nace esta ucronía de Omar Pérez Santiago, que ubica al ex presidente en una nueva realidad, y lo transforma en un hipster atractivo que puede enamorar jovencitas con sus lentes de marcos gruesos
El único recuerdo que acompaña al personaje cuando llega a este siglo es imagen del palacio de gobierno en medio de “humo, grietas y escombros», y ahí se produce un giro en la novela que va a cambiar la mirada del protagonista. Allende se entera por internet, que él murió esa mañana de septiembre de 1973, como víctima del golpe militar, ese golpe que lo transmutó y de su pasado, de su vida anterior, vuelven a él nombres de amigos, los tangos y el amor de su mascota.
En Santiago, Allende es creído imitador, casi una morisqueta del destino que les trae a Salvador en la imagen de este simpático viejo parecido el prócer. Para el protagonista, el mundo nuevo que lo rodea lo entristece, pero a pesar de no comprender que la gente no crea en él como tal, es práctivo y consigue sobrellevarlo. No busca a sus hijos, no pretende incorporarse a sus vidas, por el contrario comienza una nueva vida en este nuevo siglo. Vive como cualquier chileno, a pesar de su mente inquiriéndolo, no entra en política y si pretende una vida cotidiana. No hay motivo concreto para que el tiempo nos haya devuelto a Salvador Allende, aunque deja entrever una maléfica cuestion yanqui que puede haberlo suscitado. El autor nos regala un Allende inocente, lleno de vivencias raras, un tanto incongruente, que le aporta encanto, su novia embarazada de un varón, como si eso significara descendencia digna, puede ser cuestionada, pero es rico ver como va tomando cuerpo este viejo que transformó Chile y ahora lo hace en una empresa de soda, incluso con una onda que el propio Allende no tuvo.
En la novela, la ideología subyace siempre y hasta hay un intento de revalorizar su figura, buscando una especie de aggiornamiento, de mito a marca pop, Allende, el retorno es una parodia trágica, en tono liviano, que deja entrever la fuerte historia del ex presidente Salvador Allende en la pluma de Omar Pérez Santiago.
La trama, a mi juicio, podría haberse justificado con otra claridad, pero es atractivo pensar en estas posibilidades temporales, en la cabeza flexible de un hombre que trasciende épocas y en el reconocimiento que significa esta historia.
«Con su lazo y su red de cazar historias, va en busca de presas mayores: los amores brutales, las formas más retorcidas y penosas del deseo.»
Del Prólogo de Ana María Shua
El libro consta de seis cuentos inquietantes con una escritura precisa, pero que se nos vuelve tremenda. Los personajes y las historias de Amores brutales no pertenecen al cotidiano. Son excesivos, arbitrarios, incómodos, obscenos y trasgreden por definición, están, además, escritos con maestría. Los deseos que los llevan a actuar navengan en un borde donde lo perverso se impone, y las tramas nos dejan sin poder abrir juicio sobre estos seres peculiares. Carlos Chernov disecciona la conducta de los hombres y mujeres que después narra con una cuota también brutal de humor. No hay intención fantástica, lo monstuoso está en nosotros y el límite también. Este gran autor nos pone en la nariz escenas que por muy poco no nos parecen normales o aceptables y ahí reside lo inefable. Los cuentos son :
Eugenia convertida en obra de arte
Hasta que la muerte nos separe
La composición del relato
La enfermedad china
Plaisir d’amour
Wally, el asesino agrario
Carlos Chernov en Amores brutales tuerce un poquito apenas la realidad. El lenguaje es extraordinario y eso nos lleva a un mundo paralelo que reside cerca, muy pegado al nuestro.,y los personajes, bestiales, voluptuosos, pueden convivir con nosotros. El arte del cuento es una orfebrería, que se construye con precisión y con misterio . Wally, el asesino agrario o Eugenia convertida en obra de arte son muestras de lo mejor que he leido, y me remitieron a Felisberto Hernández.
Me gusta olerme después de amamantar, esnifarme con la cara pegada al pecho como una perra en celo. A veces, cuando la última gota está por caer la seco con la mano y lamo mi palma; otras, aspiro profundo para alcanzar el deseo que ser comida me provoca. Mi pecho seco huele a sexo, a leche cortada, a pezón muerto. Aunque de vez en cuando Elena lo muerde hasta herirlo, entonces la sangre une su aroma intermitente y se vuelve costra hedienta. Ahí se exhibe un otro, que soy yo, pero que disfruta de arrancarla, de volverla dolor esencial, fragancia primigenia. Sangre y leche.
No le cuento a Luis estas ansias, ni los vahos que consigo con la manta de la beba tapando mi pecho para olfatearme.
¿Está segura de que no se vuelve obsesivo?, pregunta mi terapeuta. Y sin tapujo le respondo que no y que no me importa. Entonces revuelve su cuerpo en el sillón, mientras aclara que el tema es no agregar sustancias y hedores a eso que llamo ritual propio. Me deja con ideas flamantes, esos anónimos olores posibles que pude perder. Yo no lo había pensado. Pero ahora que lo dijo, claro que sí, debo estar desperdiciando un montón de aromas. Entonces los enumero: mi piel transpirada, el perfume de la manta, el dejo de la beba en mi mama, el ambiente que huele a veces a sahumerio y otras a comida, el vómito de Elena cuando se adhiere a su ropa, la mezcla de mi piel con la suya, ese almizcle de sus jugos nuevos. ¿Cuántos olores caen sobre mí a diario? Sin embargo, a ella le respondo que no me obsesiono, así la dejo en calma.
Salgo, camino y me apabullo porque no huelo nada interesante, y eso que abundan sitios olientes y llenos de posibles aspiraciones. Sin embargo, mi olfato se desentiende de todo en las diez cuadras que separan la terapeuta de mi vida. Desde el ascensor escucho el llanto de Elena, me apuro agitada y la saco de los brazos de Luis de un tirón. Entro a su cuarto y cierro la puerta con doble llave. Él no cuestiona, apesta a miedo cuando se trata de nuestra hija.
Me siento en la cama, saco la teta y Elena se abalanza sobre ella para consumirme, huelo su saliva cortada, la audacia de sus dientes de cachorro voraz. Y me gusta, me gusta esta hija poderosa, capaz de lastimarme para saciarse. La cubro con la manta, me meto debajo hasta que mi pera toca mi pecho y quedamos así: cara, teta, leche, sangre, cara de hija. La aspiro completa y mía.
Puedo reconocer el aroma a grasa en su cuero cabelludo naciente, el pequeño hedor a sangre tibia de mi pezón agrietado la excita, hambre de mi hambre, hembra mía, y también me provoca. Olfateo entonces más cerca. Un dejo rancio en el aire amanece con su eructo. El provecho hiede mal, pienso. Ella muerde más fuerte y el chorro de leche se vuelca en su boca, lo husmeo, aunque mantengo mis ojos vedados. Me chupo yo también, incómoda y casi doblada en dos. La manta es el paraguas que nos deja vivir ese momento, sexo, voracidad impune y una maniquea forma de relacionarnos. Ella también me olfatea y brama. No le gusto, solo me usa. Lo sabemos.
Es una danza en la que nos besamos, nos lamemos, nos mordemos y nos volvemos una. Olemos a vida vertida. Y cada mamada, vamos más allá. Ella responde a todos mis estímulos y no puedo pararla. No quiero. Sé que un día nos iremos desarmando sudorosas y olientes. Inspiro, toso. Inspira, escupe. Trago su flema para volverme madre, mientras insisto en oler mi leche sanguinolenta hasta que la sacia.
Se calma y descansa, levanto la frazada. La acuesto, cubro mi mama herida. Abrocho mi blusa, me seco la frente y la boca, carraspeo, dejo el apetito a un costado, le sonrío, y cuando volvemos en nosotras, madre e hija satisfechas, recién ahí, me acerco a destrabar la puerta.
Autora: Soledad Vignolo
Escritora y Gestora cultural UNDMDP. Diplomada en Teoría y producción literaria, SADE y Posgrado
FLACSO en Comunicación y Gestión Cultural. Actualmente cursando máster en Gestión cultural en
Universidad de Córdoba.
Autora de Una más una, la novela Sandalias Santas, amor y cerezos; y Ángulos, publicada en antologías
españolas, argentinas y mexicanas.
Premio Ugarit de cultura. Presento libros en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2011/2015/2016/2017 y Feria Internacional del Libro de Miami 2018. Directora Feria del Libro de Junín, 2019. Miembro del Grupo Literario La Piara. Participó de talleres con Betina González, Luis Mey, Agustina Bazterrica, Anahí Flores, Agustina Caride, Cynthia Matayoshi y Giovanna Rivero. No me cuentes que sos feliz es una de las novelas inéditas surgidas en pandemia, y participó del Premio Clarín
de Novela 2021. Dicta talleres de poesía y escritura creativa en la Universidad del Noroeste de Buenos
Aires UNNOBA desde 2017. Forma parte de diversos grupos poéticos que practican el slam y el yak. Dicta capacitaciones y talleres en las ESB y es ponente en el programa ENCENDER del Ministerio de Educación. El mar y el campo son sus centros de gravedad y a pesar de ellos, la vida la sigue dando vuelta, por eso escribe, para poder estar de pie. Mención y publicación en antología 2021 IX Concurso Osvaldo Soriano con el relato Ritual Propio, Mención especial en el Concurso del Banco Superville 2022, finalista en concurso de cuentos con publicación en antología editorial Letra de Kmbio de París y ganadora de la Beca OEI (Organización de Estados Iberoamericanos) 2022 con su proyecto poético Poemiento, Argentina Portugal.
«El frío llegó tarde aquel otoño y a los pájaros cantores los cogió desprevenidos. Cuando la nieve y el viento empezaron a ser intensos, demasiados habían sido engañados para quedarse, y en vez de partir hacia el sur, en vez de haber volado ya hacia el sur, estaban acurrucados en los jardines de las casas, con las alas ahuecadas para conseguir un poco de calor. Yo estaba buscando trabajo. Era estudiante y necesitaba trabajo de canguro, de modo que pasé algún tiempo caminando por esos atractivos pero invernales vecindarios, de entrevista en entrevista, al tiempo que inquietantes multitudes de petirrojos picoteaban la tierra congelada, pardogrisáceos y desvalidos —aunque qué pájaro no parece, incluso en las mejores de las circunstancias, algo des
Moore, Académica de las Letras de América, intenta, en esta novela, mostrar el ser americano promedio en la vida de Tassie, una chica de pueblo del Medio Oeste que vive con sus padres y hermano; se marcha , a la universidad con sus valores a cuesta, quiere madurar y crecer. Allí conoce Sarah, que buscaadoptar a un hijo, la contrata como niñera hasta que el pasado lamentable de la mujer aflora y desestabiliza la adopción y el trabajo de Tassie. Los secretos de los personajes, su empleadora, su esposo, el chico con el que sale, dejan ver más que lo que la propia autora nos permite. Moore dejo claro que pretendía con esta novela “dar un pequeño golpe bajo a la vida estadounidense”. Y lo hace, es terriblemente crítica, con el humor interesante de la autora, tal vez repetitiva en sus descripciones contexturales, pero sin dudas hace pie con un criterio brillante y mordaz en el tema que aturde a la literatura norteamericana, que es el racismo. También utiliza el tema de la adopción y no escatima en dejar posición sobre el comercio subyecente.La peor hipocresía burguesa queda expuesta en la obra realista, descriptiva y concreta y en la magnífica prosa de la escritora que nos permite ver sin velos la miseria de la sociedad. Narra tan bien, utiliza el showing con maestría y así nos muestra escenas memorables.
Es una novela franca, y lastima, pero tiene un cariz humorístico que permite al lector no desfallecer ante la brutalidad de algunas conversaciones que acontecen. Las comparaciones son hitos en el texto y nos muestran como somos los humanos ante los otros de manera brillante. Es de lectura ágil, sin desperdicio, pero aún así siento que Lorrie Moore es mejor cuentista, las historias en sus relatos tienen un peso que no logra de la Sarah y Tassie, a pesar de los dimes y bemoles que las interpelan. Es una buena novela pero lo que muestra ya lo hizo Roth o Carver, la diferencia es su voz irónica, divertida que vuelve menos trágica la negativa realidad.
Un párrafo especial mereces las conversaciones del grupo de apoyo que están tan bien logradas que molestan, y nos interpelan como sociedad. La guerra, la muerte, el amor, la traición y la hipocresía. Tiene todo, Lorrie Moore no decepciona. Una buena lectura para iniciar el otoño.
Marina Perezagua nació en Sevilla (1978), donde se licenció en Historia del Arte por la universidad pública de su ciudad. Ha sido profesora de lengua y cultura españolas en Lyon y Nueva York. Actualmente se dedica a escribir, y desde hace quince años reside en Queens, New York. Y está trabajando en su doctorado por Stony Brook University. Su primera novela, Yoro (2015), ha obtenido el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, el principal galardón literario de literatura escrita por mujeres en lengua española. Ya ha sido publicada en traducción al portugués, y está en curso de traducción al inglés, alemán, italiano, polaco y húngaro. En septiembre de 2016 ha publicado una segunda novela, Don Quijote de Manhattan. Sus primeros libros fueron las colecciones de relatos Criaturas abisales y Leche. En Perú (Ediciones Peso Pluma) y Cuba (Ediciones de La Luz) se han publicado sendas antologías de esos dos volúmenes de cuentos. Y Leche ha sido traducido al japonés con el título de Little Boy. Toda su obra ha sido publicada originalmente por Lince, una editorial independiente de Barcelona.
Marina Perezagua obtuvo el Premio Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2016 con Yoro, su primera novela. Yoro nos zambulle desde su nombre, en lo ambiguo, en aquello que no tiene porque ser lo que creemos. Yoro es una reminiscencia de un nombre japonés, pero también nos remite al verbo llorar, desde su título la novela viaja entre las amplitudes oceánicas que propone la autora, y atrevesamos con ella hechos históricos, países, tiempos, nuevos géneros, identidades, mundos diversos e inexistentes que tal vez sí existan, que quizá no somos capaces de ver. Hay tal unicidad en su obra que llegamos a creer que podemos ser todo lo que deseemos, mezclándonos, fluyendo, primigenios y evolucionados llenos de coronas remanentes, capaces de cambiarnosla en la cabeza del animal que ese día a esa hora, deseamos ser.
La historia iniciad el día en que se lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima. El personaje principal pierde el sexo y a partir de alli su vida tiene una meta concreta: recuperarlo, por medio de operaciones, peregrinaciones, mutaciones, locura. Y a su propia búsqueda le suma otra, que no le pertenece, pero la adopta, tras una hija perdida que tal vez hubiera sido suya, o es ella misma niña, buscándose.
Los nueve capítulos, como la gestación, van desde 1942 hasta 2014. La historia de la humanidad nos violenta en cada uno de ellos, el ser individual pisado, la tortura, el horror contra el hombre y el horror del hombre, y violaciones de todo tipo, degeneraciones, abusos, descomunales trasgreciones hasta llegar a la propia Yoro expuesta en un zoológico, como ese otro raro al que observar. Yoro es un compendio de denuncias sociales, desde las minas de África a México, todas denuncias que arden como Hiroshima, pero escritas con tal talento literario que son homenajes en palabras a cada víctima. Desde el principio sabemos quién es, porque no hace falta principio ni fin, la obra es circular, la tensión de la trama y del texto nos vuela la cabeza para liberarnos, para reconocernos en lo andrógino, en lo hermafrodita, en la conciencia de cuan degradados nacemos y morimos, pero también cuan sagrados somos. La H de humanidad abruma y desconcierta, y nos trae a cuenta la pulsión erótica de la dupla vida y muerte, es difícil, distinta, única.
Es increíble la poesía de la autora para tan desgarrador texo, es un libro que late, está vivo, se atreve a todo, y de lectura obligada si te interesa la buena literatura.
Es imposible no volverse parte de esos mitos en cursiva que nos van llevando adentro de la tierra guaraní. La novela propone una doble lectura en muchos sentidos, habla de amor y desamor, de paternidad deseada y obligada, de violencia y protección, del dolor que nos envuelve evitando que veamos el de los otros. Y además nos introduce en la historia del Caudillo Andrés Guacurarí y Artigas, «Andresito» sin siquiera un respiro.
El fraseo pulido de la novela la vuelve ágil, liviana y eso es difícil si se tratan profundidades como las que el autor propone. La novela es terrenal pero también es mitológica y podría decir que cuenta con un erotismo rural pocas veces logrados. Y ahí hallo el punto de conexión entre el título que propone Sebas Grimberg y las pinturas de Paul Gauguin, El guardián del cerdo, Los cerdos, con toda la simbología que implica la comparación. Las nucas de Gauguin son los ojos como huevos de Grimberg, las espaldas desnudas también fluyen, la libertad es una búsqueda constante.
Uno va leyendo esta novela y se va llenando de exhuberancia, pero no es exagerada, al contrario, tiene el equilibrio justo para sorprender con lo sugerido, con lo mostrado. Los personajes, impecables en su construcción, desde Manuel al Taíta, pasando por Giselle, Carmen, cada uno de los que aparecen, con o sin nombre propio, podemos verlos, tocarlos, son alcanzables.
Recuerdo que en una lectura en Palermo que hicimos juntos Sebastián Grimberg leyó un capítulo y me quedé atrapada pidiendo más, así que apenas hubo pre venta me anoté para comprar la novela. ¡Qué suerte leerla! tiene todos los condimentos para que nos quedemos prendados: buena prosa, gran historia, capas y capas de vidas, la velocidad de la lectura corresponde al deseo, ese que Grimber imprime en su texto, interés constante, tensión necesaria, en fin, literatura.
Busquen El guardián de los cerdos. Debe ser leída.
You can be anything you want to be Just turn yourself into anything you think that you could ever be Be free with your tempo, be free, be free Surrender your ego, be free, be free to yourself
Innuendo, Brian May / Freddie Mercury / John Deacon / Roger Taylor
Hágase usted mismo (Tusquets Editores, 2018), es un novela que nos va llevando, con claridad, en forma sencilla por los vaivenes de la historia de un hombre que parece fóbico y descolorido y que se está escapando a la Patagonia, donde residía sus abuelos, buscando allí “el único lugar donde fue feliz”, y encontrando el silencio y el vacío total. Vamos y venimos con su mente hacia el pasado, musicalizado nada menos que con Queen, pero como si fuera una capa más violenta y perturbadora, este hombre y el autor nos llevan a presenciar un film que se gesta a medida que avanza la novela, uno que sueña, como cineasta neurótico, el protagonista exiliado en el sur.
Este hombre supo ser conferencista motivacional, pero desconcertado entre sus miedos y su supuesta enfermedad, corre tras la utopía del campo como espacio sanador. El pueblo de la familia es San Benito, para el protagonista es el lugar donde tal vez “pueda empezar de nuevo”.
Es muy interesante el juego constante entre el guión que escribe el protagonista y la historia de su vida, que nos pasea arbitrariamiente y con maestría por la evocación pretérita para despojarnos y dejarnos ahí, junto a la casa de los abuelos vacía, esperando que la retama no muera, que el manzano no se caiga, que lo onírico se vuelva cierto y se despunten las ideas que brillan en la mente densa y melancólica de este hombre, que nos deja atestiguar su destrucción.
Las supuestas anotaciones Maqueira las intercala con los capítulos, y estos fragmentos que nos quiebran la lectura se hilvanan sin embargo con algunos pasajes Fellinescos, y además nos pausan la lectura, nos obligan a volver, como el protagonista, al pasado cercano, a los recuerdos, a ese revivir lo infantil idealizado para no hacerse cargo, para no ser.
El personaje principal de Hágase usted mismo, escapa de la capital y de una novia sádica, pero resulta interesante ver que además busca un eureka, una reset a su vida que le permita equilibrarse, y como lectores, lo vemos desbarrancar, literalmente, ya que este hombre sin bordes, dominado y abrumado por la vida sube la pendiente más de una vez. Tiene muchas metáforas, incluso el disparador de una nueva historia es un disparo real, la letra de Innuendo marca el leiv motiv de la historia, una historia muy bien narrada, quer es capaz de unir lo santo y lo procaz sin descontrolarse.
«El hombre está perdido, no tiene a donde ir, no tiene casi ni mujer. Todo eso sabe ella con sólo mirarlo».
Una reina perfecta-Inés Garland
La literatura de Garland es irresistible. Este libro, publicado en el año 2005 y reeditado, las mujeresprotagonizan historias en todas las edades de la vida, y lo hacen desde un lugar que no intenta quedar bien con los cánones de moda. La autora fluye en sus historias como un cauce quer permite una lectura relajada, atenta, diría que trata al lector amorosamente. Narrar bien los simple es muy difícil, y hacerlo con registro poético sin caer en lo cursi, mucho más. Inés Garland resume la buena literatura clásica, prolija, bien narrada, con una cuota de novedad en el registro de hechos cotidianos.
Los trece relatos que integran Una reina perfecta tienen la sencillez de lo verdadero, y y Garland se las trae con todo tipo de situaciones que resuelve gentil y eficaz, atmósferas densas, complicadas historias de vida sin contar demás, sin descripciones tortuosas, con lo necesario y las herramientas justas para que la literatura sea.
Los problemas de estas niñas, o mujeres de Garland se nos meten en la piel, podemos sentir con las protagonistas los vaivenes de sus vidas. Y nos muestra lo rídiculo del ser, pero sin crítica, simplemente narrando, como si la vida perfecta fuera la que nos cuenta, la de las mujeres en busca del amor, la de las hijas deseando padres, la de los tiempos sin tiempo, las que pueden valerse de un gesto para construirse y cito: «Pero lo único que podía pensar, que se me repetía como un mantra, era ‘por fin’, ‘por fin’. A mi vida siempre le había faltado humor: el humor apasionado que promeían las comisuras de la boca de Adolfo».
Una reina perfecta ganó en 2005 el premio del Fondo Nacional de las artes y fue publicado por primera vez en 2008. Reeditado por ClubCinco editorial y se agradece,
La autora construye desde lo no dicho, o mejor aún, desde lo apenas sugerido, como si esa pequeña punta de iceberg que nos muestra sostuviera la vida misma. La vida de las mujeres, es más. Inés Garland escribe con la crueldad necesaria, la soledad equilibrada, la tristeza en proporción justa, con escenas contemporáneas pero a la vez universales. Se sale del corredor de la búsqueda de formas nuevas para poner el foco en la claridad y potencia de historias de vida que se vuelven piel, que nos anidan y en especial a las mujeres, nos interpela.
Los relatos son complejos y los recursos son mínimos, es estoica la escritura de Garland, que por momentos tiene vetas de Silvina Ocampo, en ese afán de no decir todo, de no cuestionar a los personajes, en la búsqueda de lo simple como sinónimo de calidad.
Les regalo un párrafo y recomiendo con fuerza esta colección de cuentos entrañables: “Mamá es una actriz atrapada en la vida de una esposa cualquiera y está convencida de que la miran permanentemente. Por eso está siempre impecable y no haría nunca nada que no pudiera ser tapa de revista.”
Una casa llena de gente es una historia en coro, que narra la historia de una relación madre hija Charo-Leila en la vida cotidiana que se desarrolla entre citas muy atractivas, muchos libros, un ambiente intelectual que choca con vecinos opulentos o perdidos, y entrelaza a Musil con Sting, a Vila-Matas con Perec y a una Granny intolerante que pretende de su hija lo que no es ni desea ser.
Charo, que es dramaturga en su adultez, recibe de su padre el legado de Leila, escritora frustrada, que usa su pasión literaria para escribir su voz en esta historia, una voz que acabó en el sótano hasta su muerte, empaquetada en cartón. Los diarios, cartas, fotografías y películas que deja su madre le abren la puerta al alma de esa mujer que la marcó pero que recién ahora podrá conocer.
Es interesante como Sández utiliza los testimonios alternado los personajes de la historia, como si nuestras vidas y las de los Almeida y su familia y vecinos fuese una crónica. Termina siendo una sutil metáfora de la casa, la vida, la muerte, el amor, la familia, las infidelidades, pero por sobre todo la novela honra a esa madre, y con ella a la literatura.
“Una casa llena de gente «crece y avanza, a veces silenciosamente en las voces de los personajes, en las cartas de Leila a Charo, que nos devuelve el pasado rompiendo el orden temporal; y cierto grado de tensión que trae a la novela algo más que cuestiones afectivas, para volverse, sobre el final, una historia que nos atrapa, con suspenso incluido en lo que de verdad pasa entre las paredes mal construidas de un edificio que por momentos se vuelve de papel.
La relación madre y su hija, primero con Leila y Charo, y luego con Leila y su propia madre “la Granny” se lleva la parte más interesante de la novela, pero también es clara la tensión entre las familias del llamado “sandcastle”, muy particularmente entre y los Vilendi, destaco la voz de Gloria, bien lograda y construida como personaje en todos los aspectos.
Mariana Sández (Buenos Aires, 1973) es también autora de Algunas familias normales, pero hoy recomiendo “Una casa llena de gente” (Impedimenta), que nos va a hacer presenciar cómo una hija adulta, pone a prueba su memoria perceptiva infantil para pararse sobre la herencia de una mujer, su madre, que fue más importante de lo que ella y su hija misma pensaban. De a poco, la novela, sin estridencia, nos va tomando como lectores para resolvernos las dudas en las treinta páginas finales, que hacen las veces de justificación y sostén de tantas voces, tantos recuerdos y de una historia mínima, que al fin de cuentas, es universal.
La presa, una de las mejores novelas de Kenzaburo Oé, logra amalgamar el realismo crudo y olorosos de los ambientes del autor, con lo simbólico y las capas poéticas de la historia, la humanidad expuesta que propone sin eufemismos, está tan bien plasmada que lo perverso, la edad de transición, donde perdemos la mirada inocente y la ridícula conducta adulta descuidando la infancia hacen daño. Porque Oé tiene una magnífica prosa que nos hace estrellarnos como ese avión en la guerra del Pacífico. Nos volvemos primates, niños, negros de su mano y nos suelta de golpe para que caigamos en cuenta. La adoración de los niños por el soldado negro, no exenta de crueldad, lo vuelve totem, ídolo, animal dios.
Esta obra de pocas páginas, habla de la Segunda Guerra Mundial, cuando un avión americano se estrella en un pueblo rural en Japón. Es una zona sin tiempo, aislada por las lluvias, y al soldado lo encierran en un sótano que pasa a ser sitio de juego, de miedos, y a la vez de aprendizaje. Kenzaburo Oé (Oshe, 1935) es una de las voces imperdibles de Japón y Premio Nobel de Literatura 1994, que se le otorgó con la siguiernte argumentación: «la fuerza poética con que ha creado un mundo imaginario, donde la vida y el mito se condensan en una imagen estremecedora de la situación del hombre en el mundo contemporáneo». Deberíamos leer toda su obra, para aprender de la belleza de sus textos, de la disciplina especial de sus construcciones y de la solvencia con la que escribe.
La presa es un claroscuro entre lo rural y lo urbano, en el que la naturaleza sobresale poéticamente y a la vida cotidiana de un pueblo que a pesar de su aislamiento cumple con honrar cada jornada. La distancia que crea entre los dos mundos, el adulto y el infantil, vuelve brusco el paso de uno de los niños de un mundo a otro, producto de la experiencia que vive con el soldado negro, simiente del cambio y de otros probables y no descriptos. La guerra envejece, sin dudas, y Oé lo describe en forma impecable.
El autor plantea un juego de emociones, la excitación, el miedo, el recelo y la confianza que mata la niñez. Todo contado en forma virtuosa, con imágenes sutiles, con la prosa justa, sin tomar posición ni reflexionar, narrando.
La presa es una novela corta, que cuenta una anécdota para hablar de la vida, de la muerte, de la discriminación y de los sueños, una gran obra, que espero lean muchos escritores, porque es modelo a seguir. Recomiendo la novela, y descarto el interminable y explicativo prólogo.