Diario de cuarentena

Y se abrirán las aguas. Qué profecía, Corre el día nueve y ya no pensamos todos igual en casa. La necesidad tiene cara de hereje, reza un dicho popular. Y parece que mi amor tiene más necesidades externas. que tengo una urgencia, que soy sanitarista.

Y mi egoísmo empieza a aflorar. No me quiero enfermar. No quiero que mis hijos se enfermen. No quiero que pase nada. Lo odio cuando resuelve salir a cubrir urgencias veterinarias y ponernos en riesgo. Y lo amo por lo mismo.

Cuánto del ego para trabajar en estos días de encierro. El de él, por creerse todopoderoso y salvador de los caniches del mundo. Y el mío y el de todos nosotros, por suponer que estar adentro nos va a salvar de algo. La razón me indica que debo seguir las normas sanitarias. Y la misma razón me dice que si seguimos encerrados y sin trabajar nos vamos a morir, pero de hambre, de miedo y de ineptitud. ¿Cuál será el justo medio ? Dónde estará la verdad, si es que hay una.

El problema más serio es la credibilidad de uno con el otro. La credibilidad entre nosotros, los que habitamos esta pequeña muestra social, ya está en ciernes. Y ni hablar la credibilidad hacia los gobiernos y la OMS. Es que los humanos nos traicionamos tanto que ya no sabemos quiénes somos.

Cuestión a resolver. Si se dividen las aguas, ¿ en que costa te quedás? ¿Cruzás o no?