«Europa me parecía aburrida y vieja y sola. Tantos europeos juntos, viajando, comprando, diciéndonos qué hacer y cómo hacerlo y todos viejos del alma y el cuerpo, y solos, bien solos»
Ceniza en la boca de Brenda Navarro comienza con el suicidio del hermano de la protagonista y sigue con ese suicidio en los hombros mientras cuenta sus vidas. Una vida de familia inmigrante, padeciente, que consiste en madre, hermanos, abuelos que se quedan, latinoamerica que duele, la pobreza y la resignificación del origen, entre otras cosas. Escrita en primera persona Navarro atraviesa en una sola familia todo el desarraigo y la violencia de las dos orillas del océano. Consta de cuatro partes, pero no tiene una cronología precisa. Transita Madrid, México y Barcelona, con todo el smog y la liquidez de las grandes ciudades lloviendo sobre pequeñas vidas. La soledad cambia de nombre y de país de origen, pero es la misma repetida en muchas mujeres, que limpian la basura ajena para comer. No hay horizonte ni destino donde huir, siempre el mañana es mas complejo que el ayer y la existencia es una sucesión de infortunios que las palabras que la autora le otorga a la protagonista fluyen entre el romance y la crueldad. No se puede duelar lo que no fue.
“No lo vi yo, pero como si lo hubiera visto, porque lo tengo taladrándome la cabeza y no me deja dormir”, dice Navarro y nos deja el trabajo de reconstruir la escena suicida, de taladrarnos con ese instante íntimo y final. «Diego cayendo y el ruido de su cuerpo al impactar contra el suelo”. Así nos pega en el lomo del libro y en la misma carilla que leemos una y otra vez. Las palabras se encadenan a imágenes y sonidos, y no hay lugar para evasiones. Se tiró, se reventó contra el piso, es un hermano, es joven, es un cuerpo que fue atajado por las marcas de las pisadas europeas que lo ignoraron. “Pum. No, así: pooom. No, así: crag. No, así: crag. No, así: drag, dragut. No, así: paaaam, clap. crash, bruuum, brooom, gruuum, grrr, grroooo…”
Aprovecha Brenda Navarro para contar un México donde lo no dicho mata tanto como lo escupido. El narcotráfico y el poder hasta en la médula misma de la sociedad mexicana, estafando, disolviendo, desentrañando lo amoroso y transformando todo en muerte y destierro. Nada queda en el origen y en España la muerte se llevó el sueño. No hay medias tintas, aunque se mienta, aunque se cree una vida, la irónica verdad esta en su piel, pegada con el moco de su hermano en el mar, con la sangre de su hermano en el piso.
No se pertenece. Y punto. No te dejan olvidarlo, Por eso las cenizas de su hermano terminan en su estómago, a ver si asi puede, al menos un día en la vida, respirar.

