Un dulce olor a muerte

Voy a comenzar esta reseña hablando de su autor, el novelista mexicano Guillermo Arriaga,un autor polifacético, con aspecto recio, que fue boxeador, futbolista, basquetbolistas y que él mismo se define como un tipo con calle, que no se define como escritor sino como un «cazador que escribe», al que le molestan las etiquetas,  reniega de ser guionista aunque hya ganado la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2005 y ha sigo nominado para Globos de Oro o a los Óscar con películas comoAmores perrosBabel, 21 gramos, o Los tres entierros de Melquíades Estrada lo prueban.

Me atrevo a pensar que Arriaga escribe siempre novelas, historias a las que le dedica tiempo y corrección no importan cual sea su destino final, si un libro o un guión cinematográfico.

Un dulce olor a muerte, que tuvo también su versión cinematográfica, es la narración de los acontecimientos que acontecen indefectiblemente, casi como una premonición inevitable en un lejano y en apariencia tranquilo pueblo mexicano, Loma Grande, cuando una mañana aparece muerta de un cuchillazo un a joven desnuda en medio del cañaveral. Se trata de Adela. Es maravilloso como el autor logra que sus personajes, tras hallar el cuerpo, y con pureza perversa, van generando equívocos, falsos supuestos que el boca a boca transfroma en verdad absoluta, hasta para los propios involucrados que comienzan a dudar de sus propios actos y sentimientos.Todo esto va creando un rara clima donde la venganza adquiere peso. En este juego de falacias todos le otorgan al adolescente Ramón Castaños la calidad de novio de la chica y al Gitano la culpabilidad del hecho. La construcción colectiva de un relato hace relativa a la verdad, y una posverdad profética se eleva como gigante en el pueblo.

No es una novela larga, en especial porque cada personaje es verosímil, y vivo. El autor narra sin dejar la intención a la vista,creyendo en el lector. Toda la acción sucede en un corto período de tiempo donde los personajes se trasladan fluidos de escena en escena, creando el ambiente de una vida pueblerina. El narrador explica poco y solo cuando es necesario para lograr el ambiente.

El clima que logra en el comienzo de la novela le da a Guillermo Arriaga el territorio perfecto para su narración con profundas raices en la vida misma, en las cuestiones lugareñas. Toda su obra mama el paisaje agreste, el habla llena de mexicanismos que aprovecha para contar como Rulfo, la realidad y la otra verdad de esos parajes que no parecen pisados por dios alguno. Toda la novela es la historia de rumores de pueblo, escritos en maravillosa narrativa, cada capitulo nos deja cuenta que la verdad no importa que si o sí tal afrenta y tal culpa, ambas inexistentes, debe vengarse, porque es un “crimen equivocado” (p.105) que llevará a una verdadera locura. El “juicio inobjetable” (p.98) de todo un pueblo, Loma Grande, nos viene a contar como podemos construir una conciencia social ( toda una sociedad creyéndola) basada en una gran mentira, y entonces esa comunidad sospecha, juzga y “da caza” al Gitano, autor de muchas travesuras pero no del crimen.

Tal vez Guillermo Arriaga juegue con la idea de cazadores en sus obras, en esta misma, pero lo cierto es que la ficción que nos cuenta no dista de la lamentable realidad que muchas veces padecemos los latinoamericanos, en hechos más pudientes que la muerte de una Adela en un pueblo perdido.

Gran autor. Para no perderse nada de lo que escriba.

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