La sombra de las ballenas

Conocí a Cynthia Matayoshi cuando hice un taller con ella, me apasionó el mundo que puso a mi disposición y comencé a leerla, pequeños artículos, un par de cuentos, hasta llegar a La Sombra de las Ballenas.

Esta escritora argentina, especialista en cultura y literatura japonesa, escribió su primer novela con la madurez despiadada de una mujer, con la magia del animé, la trascendencia de lo eterno y la búsqueda incesante de la humanidad.

Lo hace sin derrochar, su narración precisa no impide la alucinación o la distopía, pero tampoco la fuerza. Las oraciones breves en tercera persona, copulan con párrafos en primera, y muta a la poesía con la naturalidad con que sus personajes pasan de un reino a otro, de un mundo a otro, sin tapujos. A pesar de esa linealidad narrativa, las elipsis se agigantan-como ballenas tal vez- para que la historia se vuelva un infinito complejo, rico, atrapante. Los tentáculos babosos -parafraseando a la autora- de la historia construyen nuevas normas en este universo friccionado, lleno de simbolismos, que crea Matayoshi para permitirse lenguajes propios. Así, lo literal y lo fantástico, en estos mundos que se parecen subjetivamente al nuestro, en estos ambientes cargados de pasiones, amores, recelos, miedos y locura, se funden para que, como lectores, atravesemos membranas hasta comprender lo que sucede.


La historia se cuenta en dos planos. Uno es el mundo real, el barrio chino de Buenos Aires, donde el Deseo Puro es alimento, pero también es criatura, alimaña, procaz o naif, y es vendido por Fantasías que recorren el Barrio. Este deseo, corrupto al fin, es contagioso y peligroso para el orden. Uno de los personajes intenta salvar a su hermana, aislada por consumirlo. Otro plano, el fantástico, alberga dioses y máquinas y seres alucinados producto de la hibridación de reinos y categorías. Los personajes de la novela se nos presentan en un cosmos, pasan al otro, y vuelven al real, solamente para hacernos saber que todo puede retroalimentarse, que somos materia al fin, escualos y dioses, mujeres y máquinas, deseosos, obscenamente maleables y que todo, lo primario y lo complejo, puede suceder.

El universo que me abrió Cynthia en su taller, florece en La sombra de las Ballenas, con una narrativa tan original y poética que nos embriaga. Y sí, puede parecer demasiado, puede resultarnos abrumador, porque se atreve a traspasar muchas puertas blancas, con autoridad, y así atraviesa cultura, mito, creencias y se vuelva en cada oración un mundo desbordado, que se come a si mismo, lame al lector y vuela.

Esta novela oscura, plagada de sentido y sólida, nos obliga a enfrentarnos con la sordidez de los deseos que ocultamos, la categoría de lector va siendo captada, hasta zambullirnos en un Océano, donde Shiva escupirá nuestros huesos si no nos atrevemos a más, después de leerla.
Excelente obra, querida Cynthia Matayoshi, recomiendo tu libro y cierro con tu voz alucinada, en la que la imaginación se vuelve causa:

Marian escucha el canto de las ballenas, en la profundidad del tímpano oye los rugidos en una lengua indescifrable. Las ballenas no cantan palabras, cantan el silencio del mar. No les teme. Sentada en la cama, escuchando la vibración en las paredes del oído, no les teme. Tampoco las comprende. Aprendió a escuchar sin comprender, como los niños antes de hablar. 

Antes del lenguaje, rugidos. Antes del lenguaje, el sentido es la marca de un animal que se arrastra. Una hendidura en la superficie.  

Siempre es distinto. Los cantos de ballenas en las paredes de la boca, pegados a la lengua, tienen forma ovalada, como de luna invertida. Copulan con otras formas en el mar. Una vez, un sonido parecido a un pájaro, extirpado de raíz. Ballenas de pico alargado y ojos cubiertos de dientes, ojos blancos y dientes negros, alas inmaduras. Un pichón de ballena está muerto, eso imagina Marian, se cayó del nido del océano. Lo comerán otros animales o quizás lo devore la corriente. 

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