Las aventuras son posibles cuando el conocimiento empieza a temblar.
Diego Singer
Cuando compré el libro que reseño, tardé en leerlo, tal vez porque María me dijo: no sé si acordarás con sus posturas. Esta semana decidí probar con unas páginas y lo terminé rapidísimo. Claro que ella me conoce y es cierto, hay mucho que discutiría con el autor sobre algunos discursos que tienen que ver con la historia de nuestro pueblo, con la memoria que se va generando selectivamente, con lo que se olvida. Pero sin embargo, agradezco su recomendación y agradezco a Singer su libro, que llena de preguntas, que invita a la reflexión y que propone como línea de acción a la palabra. Nada más interesante.
También es cierto que, en algunos puntos, lo que este autor atribuye al neoliberalismo yo lo atribuiría al populismo, con sus mismos argumentos, y eso me lleva a pensar que al final, tenemos fines similares y terminamos discutiendo qué. Por qué nos atenemos a creencias o relatos preconcebidos por otros, en vez de animarnos a repensar, a resignificar la historia desde los propios saberes. Dice Singer:
“No existe comunidad que pueda vivir en la simple igualación de todo, necesitamos orientación y formas de valorar: mejor o peor, justo o injusto. Y efectivamente, esas jerarquías se han articulado de forma terrible, pero no sabemos cómo articular otras”
¿Quién podría estar en desacuerdo? me parece magnífica su introducción, la posibilidad que evidentemente brinda a los jóvenes de cuestionar en libertad, la búsqueda fresca que recobra la potencia de la palabra como territorio. Sus intervenciones atraen a pensar. Y qué importa si uno piensa distinto, ahí está la palabra para expresarlo, para poder desconocer y conocer, para atravesar destinos y comprender que un pueblo es pueblo si es diverso, y en esa diversidad está puesta también la ideología.
Los párrafos en los que cita la voz de sus alumnos, deslumbran, cuestionan, interpelan. Muy buen primer libro. Interesante, disparador. Este filósofo y docente autor de Políticas del discurso, Intervenciones filosóficas en la escuela es además realizador del ciclo Filosofía a la gorra, que circula por espacios culturales hace aproximadamente diez años y que hoy continúa virtualmente, se pregunta en su libro:
¿Qué potencia tiene la palabra para ir más allá de la experiencia propia del aula escolar y abrir otro tipo de escucha? ¿Qué capacidad tiene la filosofía para dislocar el sentido común que articula el orden del discurso? Hay un entramado que enlaza lo que sucede entre filosofía y educación: el uso de la palabra como práctica de transformación subjetiva.
Singer, se vale de discursos escolares, cartas y otras formas de la escritura que pretenden revitalizar la dimensión material de la palabra y se transforman en un campo donde lo emocional es posible. Pone en cuestión lo que se supone debemos decir y callar, e invitan a revisar conceptos centrales de nuestra cultura, me interesa el especial hincapié en el 24 de marzo, y revalué, tras la lectura, muchas de las cuestiones respecto a la sociedad civil y su papel en los golpes de estado. Claro que siento que no se pone ningún interés en cuestiones anteriores que derivaron en esa actuación social lamentable, y que también fueron fracciones de esa misma civilidad las que la originaron. Me atrevo a disentir porque creo que sería irrespetuoso con el autor no hacerlo. En su obra la honestidad intelectual es una bandera a enarbolar, la historia hegemónica que hoy también estamos viviendo en otras facetas, y que se cuenta siempre sin pensar en la verdad, ni en la justicia, debe cuestionarse, y no lo estamos haciendo, tal vez por esa pérdida del valor de la palabra que viene sucediendo en la trama social.
Cierro con su propia voz, y recomiendo, es un autor para leer, porque convida al crecimiento, y en un tiempo líquido y decadente como el nuestro, es mucho.
«El discurso puede aparecer como una de las formas más autoritarias de la enseñanza, como uno de los residuos que todavía sobreviven de la escuela decimonónica, disciplinaria y homogeneizante. Obligaría a los alumnos a permanecer en silencio, como pasivos receptores de una palabra a la que no se puede cuestionar, ni criticar. Pero es verdad también que permite dar nuevamente un valor a la palabra, allí donde circulan y nos atraviesan infinitos datos, informaciones y otros modos de la banalidad discursiva.
Ese valor es posible de instaurar si somos capaces de hacer que el discurso abra una escucha generosa, se dirija a sus interlocutores sin subestimarlos, se comprometa con la propia subjetividad exigiendo una franqueza que implica un riesgo, dispute los sentidos de lo que se dice y lo que se silencia, enlace sus interrogantes con una memoria viva, e interpele a toda una comunidad de enseñanza incluyendo la institución en la que esa comunidad se encuentra. Entonces el discurso podrá erigirse en una forma de enseñanza especialmente antiautoritaria, desarticulando la política del discurso unívoca y totalizante que caracteriza a todo autoritarismo.»
Pd: Lo pueden encontrar en la Editorial Nido de Vacas o en #188 ruta editorial.