Diario de Cuarentena: Buscando la Justicia

Hoy voy a manifestarme, a las 16, como vengo haciendo cada vez que el pueblo se planta ante la desidia de los tribunales, de la justicia y de una clase política ocupada en sostener su sustento eterno en lo público más que en proteger la república. La ciudadanía marca agenda y la justicia mira para otro lado.

La justicia (del latín iustitĭa, que, a su vez, viene de ius —derecho— y significa en su acepción propia «lo justo») tiene varias acepciones en el Diccionario de la lengua española. Es un valor determinado como bien común por la sociedad. Nació de la necesidad de mantener la armonía entre sus integrantes y se conformó como el conjunto de pautas y criterios que establecen el marco adecuado para las relaciones entre personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas en la interacción de estos. Estas reglas tienen un fundamento cultural -basado en un consenso amplio en los individuos de una sociedad sobre lo bueno y lo malo y aspectos prácticos de cómo deben organizarse las relaciones entre personas. Se supone que en toda sociedad humana, la mayoría de sus miembros tienen una concepción de lo justo y se considera una virtud social el actuar de acuerdo con esa concepción- y, en la mayoría de las sociedades modernas, un fundamento formal-el codificado en varias disposiciones escritas, que son aplicadas por jueces y personas especialmente designadas, que tratan de ser imparciales con respecto a los miembros e instituciones de la sociedad y los conflictos que aparezcan en sus relaciones-, que intervienen dentro del mismo concepto. En Argentina esto no se cumple y estaríamos buscando un corpus judicial que no se acomode a los políticos de turno. La ciudadanía en cambio, es juzgada con fiereza y terminan siendo castigados justos por pecadores.

¿Dónde está la Justicia? si nos ponemos a filosofar la justicia es una virtud y «lo propio de toda virtud y hábito es ser una disposición que inclina de un modo firme y permanente a sus actos».​ Y es una virtud cardinal, una virtud principal, ya que sobre ella gira la vida moral de la persona. La justicia, como virtud, reside en la voluntad, es decir, en el «apetito racional» según Santo Tomás de Aquino; no es justo quien «conoce» lo que es recto sino quien obra rectamente. Es justo quien ejerce su facultad apetitiva y al no poder radicar en el apetito sensible, reside en el apetito racional, es decir, en la voluntad.Es una virtud en la que, al inclinar a dar a cada uno lo suyo, predomina la objetividad. Bueno, nuestro aborrecible senado duerme el sueño de los justos pero obra con un apetito sensible a su presidenta y destroza cualquier objetividad posible. Golpea institucionalmente la república y se abraza al autoritarismo desconociendo para que fueron convocados por el pueblo. Los tribunales, casi siempre cerrados y con sus miembros sentados sobre sus opulentos sueldos están a disposición del poder y no de la verdad y la gente, como nosotros, como vos, como yo, tenemos que gritar más fuerte y arriesgarnos a más para evitar el descalabro de la república. No hay peste más peligrosa que una justicia dominada por el poder político de turno, ni más injusta. Albert Camus decía: Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo.

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