Buendía, Aureliano, era un liberal que intentaba cambiar el mundo. Creo que nos hallamos viviendo en un Macondo en el que nos pretenden estatizar. Porque tomando las palabras del gran Alejo Carpentier estamos en un proceso donde lo real imaginario se parece: «(…) al estado bruto, latente, omnipresente en todo lo latinoamericano. Aquí lo insólito es cotidiano, siempre fue cotidiano.»
Como si debiéramos dejar de lado nuestra etapa de Macondo bananero en el que mágicamente se nos permitió desear el progreso y eso fuera un pecado que no somos capaces de sostener. Porque el deseo de crecer es mal visto, la generación de riqueza nos exacerba y en un proyecto sin sentido al que llaman unidad nacional dejan afuera a todos los que pueden engrandecer, producir, creer en la movilidad de clases, como si fuera una quimera maniática.
Jugando con la historia del García Márquez podemos decir que la ilusión de prosperidad del pueblo existe, pero una huelga de trabajadores hará que todo esto acabe en una auténtica masacre. Los inversionistas, se retiran con su dinero y Macondo vuelve a la pobreza.Pasan los años y poco a poco el pueblo se va vaciando. Otro Aureliano, que se caracterizaba por ser sabio, pasa la vida descifrando los pergaminos que había escrito Melquíades-nuestra historia es un continuo descifrar-, nos haría falta un sabio para contrarrestar tanta ignorancia.
Pero, como estoy en una etapa donde elijo el positivismo, aunque cien días después suene quimérico, creo que podemos evitar que nazca un niño con cola de cerdo, un niño en un chiquero que no pudimos limpiar por no desterrar a una estirpe fracasada de políticos sin visión de estado-con su permiso, don Gabo- «porque las estirpes condenadas a cien días de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra».