Cuando brindamos por un año mejor para dar comienzo al 2020 ya había un virus instalado entre nosotros, pero no lo sabíamos. Probablemente muchos estuvieron de vacaciones en sitios donde el virus era comunitario, pero no lo sabíamos. Tuvimos unos meses de ignorancia que fueron los que aquellos que sabían, los líderes de las organizaciones de salud más importantes del mundo, los líderes de China, los mandatarios de algunos estamentos internacionales e incluso todo el universo mass media sabía, pero eligió el silencio.
Luego estalló la instalación mediática de la muerte en cuenta gotas, y así estamos hace casi cien días. Una recorrida por el mundo nos hace ver que la cuarentena que vivimos en nuestro país es excesiva. Y las consecuencias serán tremendas. Pero quedarse en la queja es un sin sentido. Por eso hay que salir del silencio.
Porque mientras el miedo instalado nos va mostrando quienes somos, la salud se resiente. Y la salud según la OMS, la misma que algunos idolatran y otros cuestionan, es «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». La cuarentena, en medicina, es un término para describir el aislamiento de personas o animales durante un período de tiempo no específico como método para evitar o limitar el riesgo de que se extienda una enfermedad o una plaga. Por lo general se aplica a personas que son mayores de edad o que tienen síntomas, y consiste no solamente el aislamiento de los enfermos en centros específicos, sino también la aplicación de medidas de prevención como el saneamiento de lugares y objetos o el tratamiento adecuado de los cadáveres. Es una medida complementaria. Para que sea efectiva hay que tener datos certeros, que se obtienen con los testeos y con una evaluación muy específica de la situación.
En nuestro país, el confinamiento se extiende indefinidamente, no da los resultados esperados, no contamos con el volumen de test necesarios para un análisis eficiente y tampoco con las condiciones económicas para que esto perdure. En el medio de decisiones muy serias que afectan nuestras vidas, entre la OMS, las luchas de poder y la manipulación de la información estamos nosotros. Con la salud en crisis. Pero no solo por el coronavirus.
La incertidumbre, el encierro, la perdida del trabajo, de los sueños, de los comercios, del bienestar, nos enferma. Y además no nos están cuidando. Los anuncios no alcanzan. Aunque prohíban el despido las empresas o comercios fundidos van a despedir. Aunque pongan doble indemnización la gente no va a recibirla. Aunque nos quedemos en casa, el virus, como vemos en la realidad, circula igual. Estamos en democracia, pero no funcionan los poderes.
Y lo más grave de todo es el silencio. Las mujeres siguen siendo violadas o golpeadas. No es agenda. Los ancianos tienen jubilaciones que perdieron la movilidad y los sumen en la miseria. No son agenda. La corrupción se lava las manos en la justicia. No hay reclamos. Los niños en el encierro se siguen maltratando. Silencio. La gente se está enfermando psíquicamente. No se habla. Los sueldos, cuando hay suerte y no se perdió el empleo, bajan o se pagan en cuotas. No hay ninguna movilización al respecto. Los colectivos que tan bien nos defendían en cada aspecto de nuestra vida están en silencio. Que el miedo no nos tape la boca. La pandemia pasará. Los virus siempre existieron y van a existir. La vida sigue. No podemos sentirnos inocentes si nos callamos. Defendamos la salud en su concepción completa. Y la dignidad, que nos otra cosa que la cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden.
Estamos en un proceso terrible de degradación social, moral y económica que ninguna cuarentena podrá prevenir. No cambiemos silencio por palabras, pongamos en agenda los temas sociales, las realidades, las cuestiones de salud que nos importan, las libertades que no queremos perder, dejemos de lado la quietud para no ser ruines, porque de lo contrario será verdad lo que describe magistralmente Saramago en Ensayo sobre la ceguera: “De esa manera estamos hechos, mitad indiferencia mitad ruindad.”