Diario de Cuarentena: Sensación

Iré, cuando la tarde cante, azul, en verano, herido por el trigo, a pisar la pradera;
soñador, sentiré su frescor en mis plantas y dejaré que el viento me bañe la cabeza Sin hablar, sin pensar, iré por los senderos: pero el amor sin límites me crecerá en el alma.

Arthut Rimbaud

No sé ya qué pensar ni qué decir, tantos meses de cuarentena para nada, para tener una situación tan o más crítica que si no la hacíamos, pero con infinitos derechos perdidos, como el de libre circulación. Mi ciudad aún tiene montículos de tierra en algunos accesos. Argentinos temiendo a argentinos, argentinos denunciando a argentinos, argentinos odiando a argentinos. Hay una guerra de egos desatada que impide ver lo real, como si esos senderos surrealistas crecieran para el desamor, como si el viento en la cabeza nos quitara las ideas, entonces la sensación es la de no estar en casa. Ya no estamos en casa. Nos perdimos y volvemos una y otra vez a soñar el mismo sueño, que nos lleva una y otra vez al fracaso. La furia desatada entre la gente tiene que ver con la irracionalidad del gobierno, que sostiene el avasallamiento a la propiedad, es más la propicia, con una Ministra de seguridad cargada de teorizaciones y sin experiencia que siente que puede filosofar mientras a una familia le arrebatan lo logrado en su vida. Todos parecen delirar en un momento donde la norma y la gestión se hace necesaria para garantizarnos derechos a la salud, a la vida, a la propiedad, a la circulación, al trabajo, a la libertad. No están en una ronda filo poética con Rimbaud, es hora de dejar de jugar y de gobernar, porque se nos despega la fachada y estamos heridos de muerte.


Diario de cuarentena

¿Dónde empieza y donde termina un día? Casi siempre el mío, en cuarentena, empieza con la notebook en mi cuarto escribiendo algo. Este diario, un poema, mi novela, un artículo para el diario o simplemente alguna reflexión sobre mi trabajo, ya sea literario o de gestión de cultura. Pero claro, las mujeres, normalmente no nos definimos por ser sencillas. Entonces en mi mente, aparte de lo que escribo, reflexiono o gesto, está el pedido de supermercado para la quincena, si me hace falta fruta, que cagada como tengo las uñas, dónde andarán mis hijos que ya son grandes y viven su propia cuarentena y cómo voy a hacer para no engordar en este encierro. Ahora la entiendo a Eva.

Así y todo, tras un día de limpieza, textos, cocina necesaria, frutas y algún desborde helado, llega la noche y un número tal de muertos e infectados me deja pensando hasta la madrugada. Y eso que la mayor parte del día pongo música, tomo tecitos blends, hago pesas, yoga, trato y trato de entrar en la meditación, pero la infodemia me aplasta.

Y no es que de madrugada me vuelvo Alice Munro, me desvelo y punto. Por eso este diario de hoy lo dedico a dar tips para no cometer los siguientes actos indeseables por la madrugada:

  • atacar la alacena de galletitas dulces
  • tomarse un par de tragos sola que serán dolor de cabeza al día siguiente
  • comerse las uñas con esmalte semipermanente incluído
  • cortarse el pelo y quedar como Maradona a los veinte (si tienen rulos como yo)
  • volverse Marie Kondo y despertar a su pareja, hijos, vecinos, etc.
  • terminar las galletitas y avanzar sobre la heladera con restos de la cena.
  • ver películas deplorables en Netflix
  • volver a encender los notidemias.

Si pueden aflojarle a cinco de éstos, van bien, si no es así, acepten urgente la terapia online estatal o la que les propuso el psicólogo para poder comer. Así dividen los kilos de más.