La vida social y comunitaria, al menos por un tiempo se verá transformada. Las ciudades pospandemia parecen ser una sombra de lo que fueron. El miedo a las multitudes, la distancia social, el teletrabajo, la prohibición de alejarse a más de un kilómetro de la vivienda en algunas urbes lo muestran. La pandemia del coronavirus y el confinamiento han cambiado nuestra forma de relacionarnos con la ciudad y también su diseño. No siempre los cambios son buenos. Pero son. Las primeras modificaciones han sido vertiginosas y eventuales como las restricciones de paso, las mamparas en los supermercados, las marcas en el suelo o los balcones reconvertidos en centros de la actividad social. Pero muchos de estos cambios, que van desde los materiales constructivos hasta la circulación urbana, están cimentando las bases posibles de las ciudades post-coronavirus.
Las ciudades frente a la epidemia.
La arquitectura moderna tiene más que ver con la defensa de la salud que con cualquier otra cosa, suelen decirnos los arquitectos actuales. Y es muy posible que así sea. Las enfermedades y los cambios hacia adelante en el diseño de las ciudades han ido históricamente de la mano. A inicios del siglo XX, los arquitectos tomaron más ideas de médicos y enfermeras que de la teoría de la arquitectura. La tuberculosis provocó cambios en la forma de edificar y habitar con espacios más higiénicos, que evitaran la concentración de polvo y paredes blancas. La enfermedad es lo que modernizó la arquitectura, no sólo los nuevos materiales y tecnologías. Una de cada siete personas moría de tuberculosis en el mundo, pero en una gran metrópoli, era más bien una de cada tres. Los arquitectos tenían una muy buena razón para querer limpiar, no sólo en lo estético. Esta época no será excepción a la regla, y modificará la arquitectura futura y el comportamiento urbanístico de las ciudades. En especial de las megalópolis.
Siguiendo un hilo histórico, las primeras leyes urbanísticas nacieron en el siglo XIX durante la Revolución Industrial para controlar las enfermedades infecciosas. Se implantaron para aumentar el tamaño de las viviendas, como que hubiera ventilación o que llegara la luz del sol. Al respecto el sociólogo estadounidense Richard Sennet escribió que este poder transformador reside en que las epidemias afligen tanto a ricos como a pobres en las ciudades. Sennet dijo que teme que la ciudad sana que demanda la pandemia de coronavirus sea incompatible con la ciudad verde, que se basa en la concentración y densificación de los transportes colectivos. «La ciudad sana requiere que el sector del transporte garantice de alguna forma una distancia segura entre los viajeros, algo incompatible con la forma en la que los transportes públicos funcionan». Estos planteos fueron analizados en el “Repensando el Mañana” realizado en Madrid. Según el sociólogo, la solución para esto sería el concepto de “la ciudad de 15 minutos” en la cual es posible ir a pie o en bicicleta a los nodos de trabajo o compras. En Europa, Paris está probando este método. Pero Latinoamérica no está muy cerca de estas opciones. Tal situación está fuera del alcance de la mayoría de las ciudades pobres, donde los lugares de trabajo o los colegios se encuentran muy alejados de los barrios u otras formas de asentamiento irregular. No podemos pedirle a alguien que pase tres horas pedaleando al trabajo y luego tres horas para volver. «La cuestión y la gestión de la densidad es clave para entender lo que significa esta pandemia para las ciudades», concluye Sennet.
El problema radica en que la densidad es la forma más verosímil de habitar, ya que la concentración de los servicios permite su acceso a una mayor población. Es raro pensar en una solución basada en un mundo disperso, si la sociedad es cada vez más aglutinada y populosa.
Es muy probable que las ciudades post pandemia vuelvan a abrazar al vehículo privado. Una de las principales intervenciones higiénicas a corto plazo a raíz del coronavirus será el auge del transporte privado ante el miedo a los transportes públicos, pero no necesariamente debería ser auto. Hay otros medios sustentables como la bicicleta y las motos eléctricas que pueden efectivizarse sin cambiar la morfología urbana.
La pandemia no va a modificar los espacios “limpios” en las ciudades chicas o mediana, tal vez los consolide, pero los vehículos privados ocupan un espacio que se va a necesitar para ampliar las aceras del centro de las grandes capitales. En medio de la pandemia, es difícil imaginar la masificación a la que estaban habituados lugares como la Avenida 9 de Julio o la del Libertador, Corrientes y Córdoba en CABA. Pero con el tiempo esa masa de gente volverá. Y en ciudades en que la bicicleta es medio de transporte como la capital, habrá que aumentar las sendas para hacerlo. Claro que nuestra inmensidad dificulta el uso masivo, que probablemente sea posible en las capitales europeas.
La arquitectura y el urbanismo de la ciudad post-coronavirus
A corto plazo veremos cómo los municipios experimentan con la instalación de elementos de segregación social en lugares públicos, tales como mamparas. También habrá un cambio de materiales. Se buscarán materiales que transmitan menos los virus, éste o cualquier otro del futuro.
Por otra parte, el impacto del coronavirus en el turismo se verá rápidamente reflejado en aquellas ciudades más dependientes del mismo. Ya está ocurriendo. Esto va a llevar a la reconversión de ciertos tipos de turismo de manera acelerada. Los hoteles van a tener que buscar soluciones temporales a su uso por la falta de demanda, y también todo el tejido de vivienda turística que ha producido procesos de gentrificación muy interesantes se verá afectado. Esto puede suponer el fin del predominio de los departamentos destinados a alquileres turísticos en los centros de las grandes ciudades a favor de su regreso al alquiler convencional, para dar un ejemplo concreto y de mediano plazo.
Con el paso del tiempo veremos que muchos de los cambios van a estar impulsados por el teletrabajo y el redescubrimiento del entorno más cercano a la vivienda. El hecho de que más personas trabajen desde casa va a impulsar cambios en las oficinas al tener que albergar menos puestos de trabajo y en el tejido urbano de restaurantes y cafeterías que se sustentaba en esos trabajadores que ahora se quedarán en sus barrios. Los barrios se comercializarán y se generarán nuevas centralidades. Los bienes cambiaran su valor y el centro original perderá preponderancia. Esto trae también un nuevo comportamiento social, y nuevas expresiones culturales descentralizadas.
La vivienda también va a cambiar a medio plazo hacia entornos más cómodos que demandarán un espacio para el teletrabajo y verde. Se modificará el urbanismo y la regulación debe estar acorde a estos nuevos parámetros de convivencia. Las ciudades post-coronavirus imagino que serán más verticales, con más árboles y mejores parques y más lugares para hacer actividad física en los barrios. Pero esta pandemia nos puede traer otra, que puede causar aun más muertes. Porque los cambios que deja apuntan al sedentarismo. Una conducta social quieta, en las cercanías. En un mundo en el que se van a reducir los desplazamientos al trabajo, esto será un reto aún mayor. Pero las ciudades saldrán reforzadas de la pandemia. Siempre lo hacen, se reconstruyen tras guerras o debacles climatológicas. Se sostienen en los cimientos de su historia y el poderío de sus habitantes.
Las epidemias son un big bang y sirven en muchos casos para que las ciudades se adapten con el fin de mejorar la vida de las personas. Que así sea. Este análisis pretende concientizar sobre cambios que vendrán, en los que todos debemos involucrarnos. Como dice el filósofo mediterráneo Nuccio Ordine: “El coronavirus nos muestra que las personas no son islas”.
Soledad Vignolo
Escritora/Gestora Cultural
Miembro de AAGECU