«En todas las épocas hubo alguien que, mirando a Fedora tal como era, había imaginado el modo de convertirla en la ciudad ideal, pero mientras construía su modelo en miniatura, Fedora dejaba de ser la misma de antes»
¨Las ciudades invisibles¨Italo Calvino
Las ciudades y, del mismo modo, los países, las sociedades en general jamás se quedan paradas, sino que continúan evolucionando constantemente. Pero Argentina parece ser la excepción, y no precisamente por ser una utopía evolucionada. Nos encontramos dando vueltas en círculos desde hace por lo menos setenta años, eligiendo preconceptos obsoletos, creyendo en frases hechas, buceando en la oscuridad una y otra y otra vez. Sin hacernos cargo. Siempre estamos mitad y mitad, no somos una sociedad somos dos, como mínimo. Y así es difícil lograr una ola en movimiento que nos recicle o nos mueva. Pero no queremos oirnos, ayer miraba un programa donde la mitad de la mesa iba para un lado y desoía a la otra mitad, que iba para el otro, y viceversa. ¡Qué manía tenemos con ser dueños de una verdad irrefutable!.
Por otra parte tuve en el 9 de julio experiencias diversas, por la mañana ví la tumba de mi madre, a la que le habían robado el florero, cuando le pregunto a quien cuida el cementerio privado me dice que tengo que ir a las oficinas centricas a reclamar. Mi planteo fue porque no lo hace él, que camina el lugar y ve los floreros y placas robadas, sí, robadas, leés bien. Pero se encogió de hombros, para qué pensar. Por la tardé marché a pedir claridad, justicia y libertad dentro de mi auto, para que nadie me tema, pero sin tapabocas. Me asombré con las declaraciones de la clase gobernante que consideró la marcha «antidemocrática». Las contradicciones abruman. Las mismas personas que hicieron todas las marchas y cortes, las que apedrearon el congreso y destruyeron plazas y espacios públicos los últimos años, consideran la marcha calma con banderas argentinas «antidemocrática». Es decir, la democracia les pertenece. Tal vez eso explique porqué los que la llamaron marcha del odio, después se asustan si lo generan. En estas antípodas se halla la sociedad argentina actual. No veo cómo salir. No somos Fedora. Somos una construcción en decadencia que por suerte por la noche salvó la poesía. Formé parte de un recital poético que comenzó con el himno cantado por Coqui Sosa, y todas las provincias representadas en versos. Todas las ideologías confluyendo, la diversidad se abrió paso en un encuentro armónico que me devolvió la fe. Y pude soñar que nos movíamos, que creíamos, que la vida podía llevarnos a un sitio donde pensar diferente sea bien visto. Pero no un sitio utópico. Porque evoluciona. Las utopías, por el contrario, son perfectas solamente en su inmovilidad e intemporalidad. Es decir, que son perfectas porque no son reales, porque no se han llevado nunca a la práctica. Como de sobra aprendimos en el siglo XX, cuando alguien finalmente se atreve a aplicarlas, se convierten rápidamente en pesadilla. Aprendamos a construir realidades móviles, cambiantes, sinceras, para no morir quietos, dentro de un espiral ideológico que nos está matando.