«Yo era un hombre que me alimentaba de soledad; sin ella era como cualquier otro hombre privado de agua y comida. Cada día sin soledad me debilitaba. No me enorgullecía de mi soledad, pero dependía de ella.»
Charles Bukowski
No es novedad que Bukowski es una especie de padre del realismo sucio, por lo que en una de las obras que lo consagran, encontrar un rejunte de palabras de gran porte que nos asquean es esperable. Factotum es más: esta novela protagonizada por su álter ego Henry Chinaski, describe un mundo, una época, una manera de ver la vida. Chinasky va de un trabajo a otro como el texto, saltando, picoteando de historias al lector. Es un sexópata y alcohólico empedernido y por supuesto quiere consagrarse como escritor.
Bukowski es directo. No pretende gustar ni adular al que lee, sino que narra la acción cruda.
La repetición de situaciones lejos de incomodar, nos va colocando en tema, nos sumerge en la vida de este personaje díscolo y desesperado, tremenda vida en la que se sostiene porque toma un trago, o porque se masturba sin respiro.Él lo dice: No tengo más remedio que ser un matón hijo de puta. El mundo pertenece a los fuertes.
Bukowski es la voz autoral que visibiliza a los desahuciados, las putas y los borrachos, pero hay una debilidad inherente que se ve tras la desgracia y la decadencia mostrada en los capítulos del libro. Es bastante común que se tilde de vulgar a este autor, tal vez con la pretensión humana de un refinamiento que no poseemos. ¿Acaso hay algo más burdo que acto de parirnos? ¿Algo más ordinario que la biología de nuestro cuerpo? ¿Más primario que las necesidades a saciar?
Bukowski es. Factotum es Bukowski.