Diario de cuarentena: Todo queda en Casa

«Creo que escribo naturalmente de una manera fácil, sin pensar en que eso tenga que ser fácil» Alice Munro

Como cada domingo dedico el diario a recomendar autores que he leído y que representan lo que considero interesante en la literatura, sin dudas una de mis autoras preferidas es Alice Munro, que se consagrara como una escritora universal gracias al premio Nobel, y en Todo queda en casa la propia narradora canadiense selecciona los que considera sus mejores cuentos. Siendo una gran maestra del género, a quien la crítica señala como una «Chéjov contemporánea», y desde esa mirada, ha elegido los 24 cuentos que configuran ‘Todo queda en casa’ (Lumen), un millar de páginas que invitan a disfrutar del universo de una escritora que ha hecho de las emociones de las vidas sencillas la temática de su obra,maravillosa en las historias cotidianas que nos acercan a sus cuentos, porque nos reflejan.

Es también el resumen de una vida dedicada a la literatura y una suerte de despedida de la gran dama de las letras canadienses, que, con 89 años, cree cerrado su círculo como narradora. La edición incluye, a modo de prólogo, ‘Alice Munro en sus propias palabras’, la entrevista que sirvió de discurso de agradecimiento de la autora a la Academia sueca tras la concesión del Nobel y en la que se presenta como «un ama de casa que aprendió a escribir en los ratos libres». Maravillosa descripción de una escritora increíble que comprende el valor de la vida real a la hora de contar historias. La selección toma el título de un cuento que apareció en ‘Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio’ y abarca toda su carrera con cuentos que se publicaron originalmente en sus libros más celebrados: ‘Mi vida querida’, ‘Demasiada felicidad’, ‘La vida desde Castle Rock’, ‘Escapada’ y ‘El amor de una mujer’.

Munro, como Chéjov jamás dejan ver la estructura que sostienen sus cuentos, con una sencillez solo aparente sostenida en frases precisas y un sentido crítico sin juicios morales. Se centran siempre en las relaciones humanas sobre las que Munro enfoca su lente de la vida cotidiana, un registro en el que la propia escritora se declara deudora de antecesoras como Flannery O’Connor, Katherine Anne Porter, Eudora Welty o Carson McCullers.

«Quiero que mis cuentos conmuevan a las personas; no me importa si son hombres, mujeres o niños… Quisiera que el lector, al terminar un cuento, sintiera que es una persona distinta», asegura la autora, que admite no conocía la palabra ‘feminismo’, mientras sin dudas, lo ejercía. Sus relatos los protagonizan gentes sencillas, anónimas y con problemas reconocibles. A menudo madres e hijas, mujeres valientes, y decididas habitantes de pequeñas ciudades. En esos ámbitos despliega un mundo emocional en el que el placer y el dolor se agazapan a menudo bajo el hule de una mesa de cocina. Esas emociones y sentimientos de personajes comunes en parajes lejanos son el alma de unos cuentos que encierran lo mejor y lo peor de nosotros. Lugares como Clinton, en Ontario, y Comox, en la Columbia británica, entre las que hoy reparte su tiempo Alice Munro, voluntariamente alejada de las grandes metrópolis y de los cenáculos literarios. «Pienso que cualquier vida, cualquier entorno, puede ser interesante», afirma Munro, que jamás pensó «en la escritura como un don» y que acaso «no hubiera sido tan osada si hubiera vivido en una ciudad, compitiendo con personas».

Alice Munro nació en 1931 en Wingham (Canadá). Hija de una profesora y un granjero de religión presbiteriana, cursó periodismo y filología inglesa en la universidad de Ontario, aunque abandonó los estudios al casarse en 1951. Madre de tres hijas, abrió junto a su marido una librería en Victoria y escribía en secreto mientras cuidaba de su casa y su familia. Divorciada en 1972 del padre de sus hijas, se casó cuatro años después con Gerald Fremlin. Es autora de de doce volúmenes de relatos, una novela y tres antologías a lo largo de medio siglo, sus relatos se han traducido a una veintena idiomas. Todos caracterizados por su «sutil narración caracterizada por la claridad y el realismo psicológico» a los que la Academia sueca aludió para justificar el premio.

Para mí, como lectora, Alice es una de nosotras, sufre las mismas frustraciones y los mismos sueños, pero elige contar su historia a través de la historia de otros, que se nos parecen, tanto que al leer sus relatos, tomamos conciencia de que Todo queda en casa.