Hoy voy a usar mi diario para lo que se usan los íntimos. Lo voy a usar como a los quince, para exponerme. Para mostrarme quien soy, de donde puedo sacar agallas ante lo inexplicable y desde qué lugar provengo.
La vida no es simple, no es lineal, por eso no lo somos nosotros, aquellos que la vivimos. Y vivir es una conjunción de errores, algunos aciertos, y si tenés suerte, muchos aprendizajes que te van llevando, como si el cauce ya viniera marcado, por los espacios que se te abren para ser. Siempre tuve timidez en lo cotidiano, nunca la ejercí. Y con esto quiero mostrar que lo que parecemos no refleja exactamente quien somos. Me viene todo este proceso foucaultiano a cuentas de que cada vez conozco menos a quienes conozco desde siempre. Y no lo vivo con tristeza pero si con cierta suspicacia. ¿Será que soy naif y poco afecta a descifrar al otro? ¿o será que las personas cada vez son menos fieles a sí mismas?
Es un ida y vuelta entreverado el que tengo en las tripas. Me apabulla la ignorancia mía respecto a los que quiero, a los que conviven mi día, a los que piensan junto a mí. Argumento a mi mente que la gente cambia, que los sueños cambian, que la vida esto o lo otro. Pero no me lo creo. Y siento que al fin de cuentas tiene que ver con que ya la engorrosa trama del todo vale ha atrapado a tantos, que voy quedando sola. O con recuerdos maleducados. Termino siendo una pieza de museo con principios que aburren a casi todos y enojan al resto.
Entonces miro el cielo y a mi teclado, en ese orden y pienso que si puedo escribir, todo está bien.