No haré un profundo análisis sobre aquello en lo que el populismo consiste. Entre otras cosas, porque no llegaré a nada mejor que lo que otros han hecho. El populismo es uno de aquellos conceptos que todos tienen claro y que nadie podría definir. Tiene mil cabezas, es una Hidra mitológica que reproduce dos por cada una que le corten. Puede moverse entre sentimientos de nacionalismo,en cuestiones raciales, o religiosos, como entre pasiones socializantes. Y por eso hay populismos a la derecha o a la izquierda de dondequiera que basemos nuestro eje sobre la realidad social.
En Latinoamérica hubo populismos variados, el de Juan Domingo Perón, o el de Salvador Allende, o esa extraña amalgama del PRI mexicano, o buena parte del caudillismo venezolano, o el del inefable
Velasco Ibarra en el Ecuador. Y que después de algún esfuerzo respetable y sincero por superar esta perversión de la democracia, volvimos a caer en lo mismo. Muchas veces, por no querer resolver cuestiones de fondo, como si no quisiéramos ver la verdad.
A nombre del populismo democrático se instaló Fidel Castro en el poder, antes de que se descubrieran sus intenciones y se sufrieran sus ejecutorias. Latinoamérica ha sido tierra fecunda para el populismo. Porque nos faltó y falta democracia seria, con una política social y económica consistente. Hemos ido por el reino de los populismos, y en política el populismo es el caos. Sin que importe mucho saber la causa, aventurando que hubiera sido una la poca importancia que en los Estados Unidos se le hubiera concedido a las amistades afincadas en el anticomunismo del gobierno, del panorama latinoamericano desaparecieron un buen día las dictaduras militares, de izquierda o de derecha. Apenas ha sobrevivido la de Castro, para recordar que estos regímenes fueron posibles, y que si despierta el de Cuba tan vivas simpatías en amplios sectores retardatarios del Continente, es porque pueden regresar. Pero lo peor es que ahora se trata de sofocar cualquiera tentativa de pensamiento libre. Ya sabemos no siempre censuran las democracias a los tiranos, y que no vivimos un momento donde la vida política desborde ideología.
No me puse a escribir resúmenes históricos casualmente, sino para recordarnos que todo puede ser peor, si no defendemos nuestros derechos, el populismo arrecia, mucho más fuerte de lo que notamos, sumidos en el miedo y la enfermedad, en Latinoamérica, en Argentina y en el mundo. Y el populismo siempre es mala comida.