OPINIÓN
Dictadura sanitaria
Ahora, si hubiera sido tan claro que cuarentenas totales eran lo correcto, países como Uruguay y Suecia no habrían optado por esquemas más respetuosos de la libertad individual sin sufrir una gran tragedia.

Publicado el 14 noviembre, 2020
PorGrupo La Verdad
- Por Soledad Vignolo (*)
A fines del 2019 los seres humanos no sabíamos a lo que nos enfrentábamos. Pero a esta altura ya hay una corriente política de dictadura sanitaria que muchos parecen aceptar, una en la que los que deben cuidarnos cuidan más sus bancas y sus comodidades que a la salud real, y parece que el encierro será lo que optarán en la segunda ola también. Ahora, si hubiera sido tan claro que cuarentenas totales eran lo correcto, países como Uruguay y Suecia no habrían optado por esquemas más respetuosos de la libertad individual sin sufrir una gran tragedia.
Resulta más siniestro aun lo que aconteció y continúa sucediendo con los mayores, sometidos a la humillación y discriminación sanitaria y económica, y aislándolos de los afectos. Hemos visto envejecer a quienes son la memoria viva de nuestro pueblo. Ni hablar del análisis sobre el costo alternativo de las cuarentenas tanto en términos económicos como de vidas humanas, los que probablemente sean más altos que la cantidad de muertos que produjo el virus.
Las restricciones a la libertad pueden aceptarse cuando la carga de la prueba por parte de quienes las pretenden es coherente. No fue el caso de esta crisis, en la que se encerró a millones de personas en el mundo, que no corrían ningún riesgo vital, por su juventud y estado de salud, y que con una cuarentena más flexible hubieran tenido una exposición similar al virus. Ni hablar de los males educativos y sociológicos que ya estamos comenzando a ver y a padecer. Ahora bien, si creemos en la libertad, por qué aceptamos que el Estado tome las decisiones sobre nuestra vida, como si no pudiéramos asumir riesgos personales, como el de contagiarnos o no. Y aquí quiero refutar el argumento de que también ponemos en riesgo a, porque cualquiera que prefiera no exponerse puede hacerlo quedándose en su casa o evitando todo contacto con terceros.
Me pareció raro que tantos colectivos que defienden causas no hayan dicho una sola palabra sobre las inequidades con adultos mayores, los abusos económicos a jubilados, la destrucción de la clase media a la que casi todos pertenecíamos, el derecho al trabajo, al libre tránsito, a la vida, a la autonomía. La cuarentena no sirvió. El sistema de salud tampoco. Otro tema que no debe soslayarse es el de la persecución policial de personas tratadas como criminales por ejercer su derecho a movilizarse caminando por las calles sin permiso especial, para salir del deprimente y absurdo encierro al que el gobierno nos sometió. También ahí casi nadie alzó la voz. Nadie se molestó por tanta regla, tanta destrucción de libertades. Me asusta la falta de voces cuidando derechos, en todos los espacios políticos.
No estoy promoviendo que se hubiera dejado todo al libre albedrío, es lógico que el estado tome cartas en una pandemia, pero debemos defender la libertad frente a políticas represivas, irracionales y contraproducentes que nos quitaron meses de vida y de tranquilidad cuando más se necesitaba.
Espero que, para la segunda ola de contagios u otro evento similar, más voces libres aparezcan cuidando la racionalidad de un clima político atraído por el pánico y en el que si callamos, si hay ausencia de voces, corremos riesgos innecesarios.
Ser libres y ser tolerantes y respetuosos de los otros no es un discurso abstracto, es un ejercicio cotidiano.
(*) Escritora
Miembro de AAGECU