“Mas yo no compadezco al que no protesta, un temblor de ramas no es rebeldía que me inspire afecto. ¿Por qué no ruge toda la selva y nos aplasta como a reptiles para castigar la explotación vil? ¡Aquí no siento tristeza sino desesperación! ¡Quisiera tener con quién conspirar! ¡Quisiera librar la batalla de las especies, morir en los cataclismos, ver invertidas las fuerzas cósmicas! ¡Si Satán dirigiera esta rebelión!”
José Eustasio Rivera. La Vorágine, 1924
Es difícil sostener la vida en cuarentena, cuando comienza a superar los cuatro meses. Llenos de faltas de respeto, de odio, de privaciones a la libertad y a los derechos, de ignorancia en el poder y de resentimientos. Cuatro meses perdidos. Por todos. Los ciudadanos perdimos tiempo, dinero, paciencia, salud, afectos, inicios, familiares, abrazos, ilusiones y hasta coherencia. Los gobernantes perdieron la vergüenza.
¿Con qué derecho vienen cuatro meses después del encierro a decirnos que el sistema puede colapsar? Supuestamente nos encerraron fuera de tiempo para que no pase. ¿Cómo pueden ser que abramos en el pico? Sólo si son ineficaces, y es mentira que nos cuidan, que les importamos, que hacen todo por nosotros. El ministro de economía, un tipo de voz suave y cerebro achatado por la repetición de slogans baratos, dice que ahora lo importante es el día a día, ¿ para qué le pagamos muchos sueldos de personas que ganan miserias con lo aportado por años a estos tipos? Mientras en el gobierno se tiran con munición pesada, la Argentina se funde. Supuestamente cuidan a los mayores. Mentira. Los hechos demuestran que están peor. Son nuestra memoria, y los estamos pisando. No solo no son cuidados sino que los dejamos solos, sin la familia, alienados en el mejor de los casos en sus casas. Ven y atienden al delivery pero no a sus hijos.
Por favor, pensemos. Usemos la lógica. Todo lo acontecido y lo que pasa hoy está fuera de la sensatez. No podemos reunirnos (totalitarismo puro) pero sí podemos hacer colas como vacas o tomar distancia entre miles. No podemos permitir que la pandemia sea la excusa para tanta ignominia. Me duele el cuerpo de la bronca que me da. Estamos todos fascinados con Luis Lacalle, que es nada más que sensato. ¿Por qué votamos tan mal? Y cuanto más vuelta le doy más caigo en la misma palabra: Valores. Nos faltan valores.
Si nos da lo mismo la corrupción, y decimos que es mentira la verdad, que no roban los que roban, que es bueno quien es siniestro, solamente para sostener relatos de dudosa ideología, si nos empachamos de pueblo de la boca para afuera pero después los explotamos, los silenciamos, les aseguramos la inmovilidad y la ignorancia, si a los que progresan los odiamos, les quemamos los silos, les secuestramos los hijos; si a un asesinato claramente relacionado con la política y la corrupción, lo dejamos disfrazar de cuestiones amorosas, si desaparecen nuestros hijos y nos callamos, si alienan el cerebro de los jóvenes con drogas y alcohol y miramos de costado, nunca vamos a cambiar.
Los mismos periodistas que hoy se quejan de aprietes, ayudaron a que este gobierno, basado en una gran mentira, acceda al poder. Los mismos que hoy hablan de libertad de prensa, operaron. Y así con cada rubro, los empresarios coimeros, los funcionarios corruptos, los ciudadanos indiferentes. A todos nos faltan valores. No es lo mismo. No da igual. Nuestros compatriotas no pueden ser nuestros enemigos. Hay que consensuar. Los gobernantes y políticos no están a la altura. El pueblo debe hacerlo. Pero con ética, principios, sentido común, empatía, claridad. Con una vorágine de valores.Hay que volver a creer para poder crear.