Una plaza virtual, donde tal vez nos encontremos de una vez y para siempre los habitantes de este mundo, parece gestarse en esta suerte de paranoia amorosa y altruista que nos envuelve. Un virus corona, ha vuelto nuestros corazones empáticos, sin grietas y deseosos del bien del prójimo.
Esta distopía que vivimos como exótica, ya ha ocurrido, ya hemos tenido pestes, tragedias que nos aunaron y enfermedades sin distinción de clases. ¿Qué la hace diferente? Sin dudas la globalización informática. Entonces nuestros móviles reciben miles de consejos por día, la tv nos bombardea y nos aturde, los banners parecen puñaladas y la salud, que depende en gran parte de nuestra armonía y bienestar, se quiebra. Precisamente con los miedos propios, a veces se puede, pero afrontamos miedos globales. Miedos racionales y de los otros, entonces comenzamos a pensar: han parado el mundo, ¿nos cuentan todo? Y así en una ágora apocalíptica estamos metidos dentro de la misma cuestión existencial de siempre. ¿Qué es valioso en esta vida?
Entristece notar que nuestros pares no nos cuidan, pero no es una novedad. Tal vez es hora de reflexionar en serio, de pensar con criterio familiar la elección de los gobiernos y de entender que somos humanos. Falibles, endebles, que llegamos con una vida y su propia muerte a esta realidad, y que podemos mejorarla, transparentarla, emocionarla; para transformarnos a partir de esta crisis mundial en mejores habitantes. Ciudadanos con valores, que cuiden la naturaleza, que respeten la producción, que comprendan el trabajo de otros, que dejen las mezquindades en los bolsillos y los llenen de amor, para poder soportar los embates de un afuera aparente. Porque estas realidades paralelas que parecemos vivir, las creamos nosotros, con actos mezquinos, intereses burdos, voluntades quebradas por el dinero.
Entonces propongo dejar de lado frases hechas, palabras grandilocuentes, usos políticos baratos y comprender que desde la responsabilidad, la empatía y la idoneidad es posible el cambio. No importa el partido que lo que contenga, importa quién es, si sabe lo que hace, si aspira al bien común, si lo sostiene con sus actos.
Estamos repletos de lindos discursos, pero la plaza virtual que creamos ante el pánico a la enfermedad, nos demuestra que aún no somos humanos listos para salir a jugar. Ni en Argentina ni en el mundo. Y que los que están mejor son aquellos que no temen a las normas, que son capaces de comprender que no está todo bien y que los derechos conllevan obligaciones.
Cuidemos nuestra vida más allá de este virus, que si somos inteligentes puede servirnos para tomar conciencia de lo que significa el bien común. Y cuando las plazas vuelvan a ser seguras, las protejamos, no las destrocemos. Si las escuelas abren, no enviemos a nuestros hijos enfermos. Si un docente tiene fiebre, no importe el presentismo. Si no sos idóneo no aceptes el trabajo, si daña la tierra, no siembres lo mismo, si te duele el otro, si empezás a enterarte que todos somos el otro, este corona tendrá sentido.
Propongo convertir nuestra plaza virtual en música, libros, cuadros, cualquier manifestación de arte, porque ya existen números para las preguntas médicas. Cada uno a lo suyo, comprendiendo y respetando el espacio del otro, que podemos ser nosotros, si lo deseamos.