Dominó

“Así es la vejez, pensé con los ojos cerrados. Un tiempo en que las horas se suceden como si tuvieran cuerpo porque les vemos la forma y sentimos el peso, su densidad y autoridad”

Tomás Ruiz es un jubilado municipal de La Paternal, un tipo común, de costumbres concretas, algunas manías y varios amigos con los que vivió la vida y juega al dominó. Es viudo, de clase media tradicional, de barrio. Como casi todos los de esa época tiene valores que sostiene y alguna que otra picardía. Una tarde, así comienza la historia, uno de los amigos no viene a jugar, y es el más puntual. El mejor de todos, el tipo honesto, cabal que sostiene la vara para el resto. Lo van a buscar y está muerto. Asesinado. Ruiz encuentra un sobre que esconde en su bolsillo y a partir de allí, toda la trama se dispara enhebrando suspenso con costumbrismo por igual. Buenos Aires es el escenario propicio para mostrar la corrupción, la ineficiencia policial y judicial, la ineptitud y por qué no la frecuente doble moral argentina.

Ante la situación vivida y el apriete del hijo del muerto, Ruiz se escapa a uruguay, tenía dólares, y se los lleva. Allí visita a un compañero municipal oriundo de la otra orilla y le expone lo que sucedió. Decide, por consejo de su amigo, volver para no despertar sospechas, porque en su casa, encuentran una mujer asesinada. La empleada de Ruiz, supuestamente en ocasión de robo.

Salem va y viene orondo por los dos géneros, como si le resultaran propios, La novela es de una cuidada construcción en tres etapas, siendo la última la que devela un final inesperada, que se sostiene con pequeñas pistas que aparecen a lo largo de la trama. La vejez, que aparece en estos amigos mostrando los diferentes matices que puede tener, también es la que provee experiencia para que los personajes actúen. Es interesante cómo el autor crea tensiones entre el lector y la obra, lo incomoda y hasta lo enoja.

Una novela ágil, con recursos ingleses y con buena elaboración. Para leerla y releerla.

Donde la vida nos lleva

«Mi vida había adquirido otro sentido; mejor dicho, había encontrado un sentido»

José Salem nació en Buenos Aires en 1959, estudió lengua y civilización francesa en la Sorbona, e historia del arte en el Museo Nacional de Bellas Artes. Vive en Buenos Aires y en París, tal vez por eso la luz y el color forman parte de sus historias mínimas, esas que nos pasan, que pasan y a veces nos pasan y pasan de largo. Sus personajes pueden ser el vecino, un primo, nosotros o el tipo sentado en la mesa siguiente del bar.

Sus personajes tienen la mala pata de tener que enfrentarse a pasados indeseados, o a esas circunstancias que evitamos a diario. Ellos no pueden esconderse, a ellos Salem se las impone, con vuelcos repentinos, con preguntas que la psiquis indiscreta avala y el destino protagoniza, ahí donde es posible el pinchazo, el dolor, la pérdida, ahí es donde el autor elige mostrarnos su universo. El desamor tiene el mismo peso que ajustar una cuenta pasada, porque claro, así es la vida. Y así es donde la vida nos lleva.

Las historias son muchas y de tonos diversos: dos hermanos que se reencuentran, un hombre que vuelve al hogar paterno para descubrir lo peor, parejas, de hombres solitarios, mucha gente rota que José Salem nos convida con una prosa prolija, disciplinada, pero a sabiendas, como si lo que cuenta es tan doloroso que no puede agregar caos en la construcción. Es que la vida da miedo, y ahi es donde pujan las historias que nos trae este autor, que por momentos habla de la soledad como lo haría Kjell Askildsen, un tanto asceta en su hacer, y por otros desata los más íntimos pesares, esos que nos dan cuenta de que no es la vida sino lo que hacemos con ella. Nuestras pesadillas miran nuestra vida, con ese cristal vivimos y José Salem nos deja ver a través de esos ojos siniestros de sus personajes, las historias que cuenta.

Pero también hay lugar para la esperanza, y eso para los lectores, que normalmente viven en vidas similares a las que leen, en cuentos que no quieren narrar, que hay una oportunidad posible, solo una, hace estallar la luz en azules, rojos, ocres, tonos que Salem elige también con maestría.

Leer a Salem es leer literatura, tiene el peso de la palabra deseada, construye el universo propio de aquellos que han leido, me resultó particularmente atractivo el cuento El alma de las cosas, tal vez porque se explaya de una forma sencilla pero profunda en el momento de la muerte, que conlleva descubirmiento y liberación, y no siempre deja el pasado como lo conocíamos. Quiero destacar esta historia familiar que tiene la tragedia en sus genes, pero que no utiliza recursos vanales para narrarla. 

Hay humor también en sus realtos, ese que nos pertenece, rioplatense, irónico, sagaz, hay pertenencia en el autor, que resultó para mí, una linda sorpresa.

Pronto llega una novela de José Salem a la Argentina. Léanlo. Es de los autores que nos modifican.