Diario de cuarentena: Probabilidades

¿Te diste cuenta que ya comenzó el fresquito? y con la brisa y la humedad otoñal, los rulos se vuelven locos. Más que yo. Y entonces me empiezo a atar el pelo, después me lo corto, imaginate como quedó. Después me veo las raíces, me doy cuenta que mis canas van en aumento, me acuerdo que se viene el mes de mi cumple y me da acidez. Todo eso en la mañana.

Por la tarde, tras alimentar a la perra, me pongo a limpiar la casa, porqué nadie puede ayudarme en estos días de confinamiento. Y vivo con varones a los que la liberación femenina no volvió más higiénicos y pueden sobrevivir en el caos y el polvo con tranquilidad absoluta. La vida con bolas es evidentemente más sencilla y me vienen los recuerdos de cuando Nacha cantaba; qué lindo ser mujer. Y la punta del obelisco.

Una vez concluido el aseo del hogar, la perra entra corriendo y ladrando desde el patio y como llovió me mancha todo mi piso inmaculado (jamás creí oírme decir esa frase) y termino corriéndola con un trapo de piso en la mano. Abro la puerta de calle y el vecino me mira, con los rulos parados, a las puteadas y trapo en mano. abre los ojos y agacha la cabeza, como asintiendo que mi vida es una porquería.

A la tarde intento ser creativa y arreglar cosas rotas, cocino un par de tartas para tener, que sé que hoy se acabarán y me vuelvo maniquí de mis propios remiendos. Tras un largo suspiro, entro en la ducha y al correr el agua tibia sobre mi cuello me doy cuenta que no pude terminar de leer a Cheever. Me digo que me voy a tomar las próximas dos horas para hacerlo. Salgo de la sala de baño con menos peso y más segura de mis intereses y escucho a mi hijo decir: ¿ma, vos entendés algo de probabilidades? Me vuelve Nacha a la memoria y Eva, y Simone, y SIlvina Ocampo y las trabajadoras golpeadas, y Alicia Moreau de Justo y a grito pelado a lo Juana Azurduy respondo: Si, probablemente sepa todo.

Diario de cuarentena

Paso de reir a llorar. Qué mundo hipócrita en el que vivimos. Donde lo fútil supera a diario lo verdadero. ¿Es así desde Cambalache y nos gusta como sociedad quejarnos y no cambiar? O en esta vorágine en la que nos metemos para invadirnos quedamos atrapados, moscas al fin, sin poder aletear.

La verdad es que hoy en particular, tengo un dia de m. Mayúscula. Porque cuando pienso, sin aturdirme con The Cure, o volverme sabia con Aznar, o estallar en el piano de Guerschberg, cada día de esta fucking cuarentena, se transforma en m. M de mamá muerta, M de mi hija no está en casa. M de mascotas insoportables. M de mi marido me vuelve loca. M de me quiero ir a pasar la cuarentena a Grecia. En fin, puedo seguir con las eme hasta la noche, pero los aburriría. Y si algo nos sobra es aburrimiento.

Los síntomas bien, ya no sé si son reales o importados de neurolandia, y varían sin causa aparente. La casa cada vez más difícil de dominar, y eso que limpiar no es un problema para mí. SIempre admiré el orden y la limpieza. Pero la cocina…

A ver, ¿estamos locas? Todo el día hablando de liberación femenina y ahora posteamos tortas, exquisiteces para la familia, manjares en casa. La felicidad de cocinar de la mayoría me parece otra M, y lo voy a dejar claro en este diario. No me gusta cocinar. Soy rubia y rulienta, pero no soy Maru Botana. Tenía una M al fin de cuentas. Hice un pastel de carne, sí, Lo disfruté: No.

Es lo peor de la cuarentena, porque además de tener olores indeseables en las manos, después tenés que lavar los utensillos y cacerolas. Y pasar agua con lavandina a la mesada, a la pileta, al cucharón y a todo lo que se te ocurra. ¿Y si nos bañamos con lavandina rebajada? En una de esas, usamos las cacerolas para algo más que hacer ruido y nos damos cuenta que la vida es algo más que ésto. Con M de Marilyn.