Los 21 relatos que conforman El árbol de botellas de whisky, de Katharina Bendixen, brotan página a página para llenarnos de espinas. La economía de sus textos, que no miden a la hora de narrar, se componen de la más vieja de las instituciones: la familia.
Katharina Bendixen nació en Leipzig, Alemania, en 1981. Luego de pasar su infancia en Laos y de finalizar sus estudios secundarios en el colegio Humboldt de Leipzig, Bendixen estudió bibliología y filología hispánica en Alicante y Leipzig. Publicó en revistas literarias y antologías. Actualmente vive en Leipzig y trabaja como autora, traductora de inglés de literatura infantil y juvenil y periodista. Sus dos libros de relatos (Der Whiskyflaschenbaum y Gern, wenn du willst) fueron editados por la editorial Poetenladen en 2009 y 2012 respectivamente. Ha recibido hasta el momento numerosas distinciones y subsidios en Alemania.
En su libro, madres, padres, hijos, hermanos, abuelas, personas sin nombres, son la casta universal que Bendixen nos va mostrando, austera, humana y limítrofe. Pero eso no significa que el contenido se pierda, al contrario, se hace raíz en la voz del lector. Duelen, muestran, nos asfixian, tanto el apilamiento de un joven que engendra hijos sin parar, la incomunicación de El perro come carne fría, la siniestra simpleza de lo inefable en el bebé de El asunto con la Alfombra, la muerte accidental de un hijo en manos del tractor que maneja su padre en La Gramínea, como el miedo a la partida de los hijos y a no tener qué decir en Historia de ciudad…. o en África postal, en las que el silencio se elige para no saber, para no morir, o matar.
Esta autora de breves relatos tiene mucho simbolismos sin metáforas. Es tan cruel su manera de ponernos la historia frente a nuestros ojos que no podemos dejar de hacernos cargo. Ni podemos evitar ver que hay padres que desean que sus hijos vuelen, bebés que nacen para tomar propiedades, mujeres prisioneras de otros y de sí mismas, esposos que elijen su perro aún ante una esposa moribunda. El cuento que le da nombre al libro habla de la familia y sus roles, los que aceptamos y los que disimulamos. Hay mucho femenino en sus cuentos, pero pulula César Aira en los desvaríos de sus personajes, en el desconcierto, la culpa, ese dolor escondido tras la ironía. Sus personajes pasan a la acción y lo hacen de un modo inesperado. Y digo Aira, porque sé que la autora lo ha leído.
Aún en los cuentos más desconcertantes siempre aparece, sin embargo, un mínimo de humanidad, un sentir, algo prohibido pero sensible que nos cala para siempre. Los ambientes que crea, tienen que ver con un halo primigenio que Bendixen implanta en sus historias. Lo objetivo se lo deja a sus seres reales que en cocinas, patios, fábricas o calles de pueblo, accionan siempre.
Lo exterior es normal, lo privado abruma, perturba, incomoda.
Se agradece la buena traducción, que no nos impide la distancia que la autora impone a sus relatos, raros, fríos, únicos.