Llama la atención la desproporción que existe entre la literatura cristiana, la de los Padres, San Agustín o Santo Tomás, con la falta de noticias históricas, fehacientes, sobre la persona humana de Jesús. Los únicos testimonios que existen, los evangelios, apenas dan cuenta de dos o tres años de su vida. Se ha hallado la tumba de San Pedro. Se ha hallado una pared con el nombre de Poncio Pilato. Pero no hay un solo testimonio, fuera de los cuatro evangelios, que hable del paso de Jesús por la tierra. Abelardo Castillo
Leer a un maestro, requiere una ceremonia, pero releerlo se puede transformar en culto. Por eso cuando decidí tomar el antiguo ejemplar de El Evangelio de Abelardo Castillo, también cambié mi ritmo respiratorio, puse pausa a otras lecturas secundarias y me dediqué más de una semana a descubrir nuevamente la obra.
Es una historia que puede ser leída como una novela, pero Abelardo Castillo, en la voz de Van Hutten, va acumulando a lo largo de la misma, una teoría particular: para él, los evangelios tienen antecedentes que datan de tiempos muy anteriores a los que comúnmente estudiamos o conocemos y además, considera que han sido corregidos, modificados, hasta traicionarlos.
Usa Castillo los mismos evangelios canónicos para demostrar que Jesús y sus apóstoles tuvieron un origen esenio-sectario- y actuaban como tales: el bautismo, la cena sagrada de pan y vino, el rechazo a toda riqueza material, la humildad y la pobreza de espíritu, la venida del Hijo del Hombre, que expiaría por los pecados de los demás.
El tema fundamental es la falsa traición de Judas, cosa que Van Hutten y el autor intentan demostrar desde lo mismos evangelios por todos estudiados.
La novela narrada como solo Abelardo narra, consta de dos partes, y uno puede ir y venir por sus páginas y de ellas a la biblioteca, tomar los Evangelios, profetizar con Van Hutten. No falta nada, todo nos atrapa y nos lleva a repensar, a exculpar a Judas, a cuestionar la palabra, para poder creer en ella.
No es que el autor se haya vuelto místico, es un recurso más del gran escritor argentino que tuve oportunidad de conocer, un recurso histórico que se atreve a cuestionar, que nos invita a investigar. Nos volvemos sus discípulos, mientras los otros discípulos, desconocen el pacto entre Jesús y Judas. Nos permite dudar, nos habla de pastores armados que hablan de Jesús, ¿son esenios?.
La parábola de Abelardo Castillo resulta más interesante que la de Pedro Simón y la búsqueda de una verdad recorre toda la novela. Vida, arqueología, historia, cuestión de fe. Tal vez el suspenso que delata El Evangelio según Van Hutten demuestre que ha sido escrito para ser hallado.
Abelardo Castillo decía estar «fascinado” por Borges, pero tanto como por «ciertos cristales parecidos a flores. Como la profundidad fastuosa e hipnótica de un acuario o el sueño de un teósofo. Como ciertos teoremas o ciertos pájaros… Pienso, también, en catedrales de estalactitas, en bosques petrificados. En la frialdad.” Sin embargo, en ésta novela se le parece, en ella mantiene cierta distancia, cierta frialdad, tal vez hoy la discutan en otro tiempo , el de los grandes, porque qué es una ¿reseña para pretender ser verdad?
Es más, ¿Hay una verdad posible?
PD: el encuentro entre el narrador y Van Hutten se da en La Cumbrecita, y no puedo dejar pasar la mirada del autor para narrar cada detalle del lugar, hasta transformarlo en un Edén.