Una amiga me puso en el camino la idea de que la gente afín a este gobierno totalitario y caótico defiende un dogma a rajatabla. Y entonces, como siempre que hablo con gente interesante, no pude parar de pensar y repensar esto, dado que si hay algo que me horroriza es la falta de tensión en sus dichos y en sus seguidores.
Hay creencias que como tales no pueden discutirse.
Para personas que liberales, interesadas en cuestionar, y que no tenemos la particular devoción de otras por los dogmas, nos parece una locura. Pero allí fui y comencé a tratar de dilucidar esta cuestión.
Azorada empecé a a ver que cada militante dogmático tiene como contrapartida su pago.
Increíble, solo entre la gente que me rodea todos el porcentaje de trabajos públicos, obtenidos además en los últimos dos gobiernos de los Kirchner/Fernández, supera el 80 por ciento. Si a eso le sumamos subsidios o planes entre los fervientes admiradores de éste relato dogmático llegamos sin miedo al 100 por ciento.
Así vemos que clubes que no contienen a nadie obtienen subsidios impresionantes, aún cuando sus asistente no superan las veinte personas, o que en organismos públicos como Anses, Universidad, Arba, Afip, Tribunales, etc, ingresan personas carentes de la idoneidad necesaria, agrandando un estado elefantiásico con la única virtud de ser fieles a un dogma populista que se parece más a una película distópica que aun ideario político.
Entonces, después de mi breve análisis, tendré que cuestionar a mi amiga, porque tengo serias dudas que más que de dogma se trata de conveniencia.
Claro que los sueldos y las concesiones a los creyentes las pagamos todos, con nuestros impuestos.
Me dio asco, y eso sin hablar del lamentable ministerio de la menstruación, una especie de poli foro que no representa a la mayoría de las mujeres.