La Editorial Proa y SADE Nacional, propusieron jornadas de lectura y una de las obras seleccionadas es Tirando manteca al techo de Roberto Alifano, un prócer viviente de la literatura, periodista, escritor, amigo de Jorge Luis Borges, traductor de Hesse y el sobreviviente de muchas voces trascendentales de la historia Argentina. Nunca lo había leído y no puedo parar de hacerlo. En esta obra cuenta la vida de Macoco de Álzaga y Unzué, pero con esa excusa recorre la historia y nos enriquece.
Fascinante personaje mecenas del cine, campeón de carreras de automóviles, cazador de cebras y elefantes, fabuloso seductor de las más rutilantes estrellas de Hollywood, el argentino Martín Máximo Pablo de Álzaga y Unzué (1901-1982), conocido como Macoco, resignifica la belle époque atardecida, signada por la necesidad de acortar distancias. De ahí los aparatosos viajes del jet set rioplatense, de un país brillante en los locos años veinte, con viajes en vapores de lujo; o la afición por las carreras de coches y temerarios vuelos, cuando la aviación era un inicio.
Acaso la realización de los deseos continua y sin peros, requería la velocidad, pero lo cierto es que se vivía a mil, como si se supiera que el choque era el final anticipado. Fue literalmente socio de Al Capone, con él abrió el célebre Marocco, el renombrado cabaré de Nueva York, Macoco, un ser caprichoso y abundante, dio lugar a la célebre frase: riche comme un argentin.
Vestía con trajes a medida, buscaba ser celebridad, y lo fue en su estilo. Macoco pululaba los salones de la más exclusiva sociedad europea y norteamericana de su época con la arrogancia argentina en la mano. Tanto que Howard Hughes le propuso entrar en el negocio del cine donde ambos, financiaron la carrera de muchas de las divas del celuloide. Ginger Rogers entre ella. Todo esto nos cuenta Roberto Alifano (Buenos Aires, 1943), conocido narrador y poeta, especialista en la obra de Borges. Pero también nos cuenta como eran los políticos y la vida de esa pisada belle époque con una prosa ágil, amena y fluida, jugando con diálogos y testimonios del protagonista, a los que suma brillante, comentarios y opiniones, y así Alifano nos pone a pensar sobre lo que significó para Argentina ser ese granero inagotable y el primer productor de carnes en el mundo.
En esa cuestión cuando grandes hombres forjaron riqueza, algunos hijos privilegiados, como Macoco, se entregaron a un lujo desenfrenado y sin límites, casi fantasioso. El autor lo muestra como un niño malcriado cuya desgracia fue precisamente la inmensa fortuna que no ganó, y dilapidó. Solo protegió a artistas, escritores y estrellas, como si no tuviera otra cuestión más que ahuyentar el aburrimiento. Modificó el destino Scott Fitzgerald a quien ayudó encargándole artículos para las revistas que él financiaba,tal vez sin leerlos. La leyenda cuenta que las fiestas de Macoco le inspiraron al escritor la atmósfera de El gran Gatsby y que él mismo le sirvió de modelo para su protagonista. La pregunta del autor parece ser ¿Y qué quedó de aquellos años?
Ahí está, la fotografía de Macoco con unos muchachos, muchachones, que tiran manteca al techo o maltratan a un hipopótamo como niños malditos . Trajeados, el cabello engominado, perfumados, sin duda, dispuestos a devorarse el mundo.
Roberto Alifano captó la atmósfera de esa fotografía, el esplendor de un instante en el que Argentina parecía tenerlo todo al alcance de la mano, gracias a un poder y una riqueza que le arrebató la clase política, los vaivenes sociales, el odio, los privilegios y la imprevisibilidad de un país que se autodestruye sin medida. Una novela imperdible que se transforma en biografía de nuestra idiosincrasia marcada por la hipocresía y el poder.
Los invito a los encuentros de lectura de los próximo tres sábados a las 10 de la mañana vía meet. Valen la pena.