En el diario de hoy me gustaría escribir sobre este modo argentino de vivir siempre en emergencia, como si la previsión fuera una cuestión alienante, como si la vida no pudiera tener una pequeña planificación que nos simplifique el andar. Generalmente somos así, y nuestros gobiernos también, por eso es tan llamativo que hoy, en medio de una emergencia real que no pueden solucionar y amenguar, y siendo un país inmerso en la cultura de la emergencia, se pretenda discutir reformas en el diseño institucional del Poder Judicial. Un espacio ocupado por escándalos de corrupción que salen constantemente a la luz, con acusaciones y rumores de presiones que vuelan de un lado para el otro y que marean al pueblo.
Como vivimos en emergencia, los ciudadanos promedio no pensamos demasiado en ahorrar, porque se impone la necesidad de llegar a fin de mes. Y este Gobierno que no alivia demasiado la carga impositiva sino la eleva, nos prohíbe con cepos las pocas posibilidades de ahorro que teníamos. No hay tiempo para emprendedores: lo importante es recaudar dinero ahora para poder lidiar con el déficit, eso sí, ni hablar de bajar un poco el gasto público, es más seguirán con el pordiosero IFE hasta la muerte.Con medio país en hambruna, no han hecho más que ofrecer paliativos, que por definición son superficiales .
Claro que algunos políticos, también tienen sus propias emergencias. No tienen tiempo para discutir ideas y reformas a largo plazo, por estar dedicando su carrera salvarse de la justicia o a generar vínculos para escapar. En la cultura de la emergencia, la Argentina vive en transición, como preparándose para algo que nadie sabe qué es, pero sin mucho tiempo de analizar, porque la urgencia de los políticos no es la urgencia del pueblo.
Perdón por lo autorreferencial, pero les dejo un poema propio que supo ser premio de poesía:
Contra aquello más querido,
contra todo lo vivido,
lo deseado en demasía, lo prohibido,
lo buscado con esmero.
Contra el destino esquivo,
como un duelo,
contra lo recién nacido.
Contra el resto que no es resto,
contra un paso cansino,
el destello de una madre,
el destierro de un suspiro,
contra el sitio más preciado,
el amor más bendecido.
Contra el riesgo que demanda,
el vivir con la demencia,
la terrible y despiadada,
virtud de la convivencia,
contra el reto inevitable
del apego a la indecencia
contra esto, y contra todo,
me declaro en emergencia.