Me levanté toda la semana avergonzada por diferentes cuestiones de nuestra vida político social, La destrucción de la trama social me averguenza, los argentinos policías de otros argentinos me avergüenzan y me recuerdan momentos trágicos que no viví pero me han contado de primera mano, la falta de respeto de los ministros y del presidente hacia la ciudadanía me avergüenza, el paparulo del «ahorren en dólares» me avergüenza, el patético besar tetas en diputados me averguenza, los artistas que sostienen lo insostenible y adoran las ollas populares me avergüenzan, la decadencia a la que este gobierno y no otro, mal que les pese, ha llevado a mi país me avergüenza, pero lo hace tiñendo esas sensación sentimental con un dolor iracundo. Porque la Justicia brilla por su obsecuencia con el poder y su destrato a los ciudadanos. Los poderes divididos de una república están desapareciendo y con ellos nuestras garantías. Ayer una María Rachid defendía todo aquello por lo que debió pelear, y me avergüenza. Hasta dónde el poder aleja a los humanos de los humanos, e incluyo a todos los que tienen un cargo de gestión y pertenecen a una oposición que no defiende los valores por los que fueron elegidos. Nuestra ciudad fundida es un ejemplo, una ciudad sin testar y pidiendo permiso. CABA es otro, cobran para representarnos, no para safar con el poder de turno. La gente seguirá en la calle porque le teme más a los políticos que a la pandemia.
Los clásicos griegos ya nos advertían de las mutantes caras de la política, capaces de transformar el instrumento básico para las sociedades, en un elemento que terrorífico que puede producir continuos problemas y hasta tragedias en la sociedad. Hablo de política en Democracia, por supuesto, tras derrocar las dictaduras pródigas que tuvimos. El Parlamento dejó de ser una cámara para escuchar la voz del pueblo, es un patio de vecinos incultos y maleducados, que en vez de manejar o proponer ideas nobles, se prodigan insultos personales., o nos muestran su vida íntima. El repugnante episodio del diputado Ameri sobra como muestra. Y un presidente de la cámara que siente vergüenza de sus pares porque no es capaz de verse. Los jueces que presionados, no actúan, demostrando su falta de idoneidad y tenemos un Presidente de la nación apabullado que no reacciona pese a las humillaciones.
Ahora, el alto Tribunal, es decir, la Corte, no resuelve por temor a la vice, y eso también me avergüenza. Deberían garantizar justicia con su independencia. Hay una doble personalidad en Fernández, que hace las veces de Jeckyll y Hyde, y que nos está afectando en nuestra vida diaria, en nuestra economía, en lo social afectivo y en nuestro futuro. La política no me avergüenza, es necesaria, la clase política sí. Han convertido la noble labor política en una democracia en signo de vergüenza. Y no escapo a esa sensación. Ya lo decía Hesíodo: La vergüenza viene en ayuda de los hombres o los envilece,